La caja de los truenos la abrió la semana pasada la presidenta de la cadena de televisión norteamerica ABC, Karey Burke, cuando dijo abiertamente que le gustaría un reboot rebootde Lost. Las redes empezaron a arder, entre detractores y defensores. Unos quieren que se quede todo como estaba, otros que le den un final mejor. El año que viene se cumplirá el décimo aniversario del final de la serie, por lo que no sería de extrañar que en los próximos meses alguien se dedique a ver cómo hacerla volver. Lo cierto es que, hoy por hoy, no hay nada encima de la mesa y los principales artífices del proyecto no están disponibles. J. J. Abrams anda muy liado con el rodaje de la novena entrega de Star Wars; Damon Lindeloff goza de una nueva juventud en HBO, donde la crítica ahora le adora y prepara una nueva serie sobre los Watchmen; y Carlton Cuse es uno de los que más encantado estaría, buscando pegar un pelotazo como el de Perdidos, ya que ninguna de sus nuevas series ha tenido el impacto de aquella.

Por tanto, todo apunta a que la pretendida resurrección de Lost tendría que venir de un nuevo equipo creativo. Esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Lo bueno, es que sería gente con nuevas ideas y que podrían traer aire fresco; lo malo, es que se pasen de originales y se lo carguen todo. No sería la primera vez que pasa. Creo que todavía quedan muchas historias de la isla por contar y el universo de Lost no puede darse por agotado así como así. Eso sí, yo descartaría lo del reboot (contar la historia desde cero) y me iría a un spin off (nueva trama, con otros personajes o con algunos de los que ya conocemos). La historia de los pasajeros del vuelo 815 de Oceanic, ya está contada y habría que ir buscando nuevos protagonistas para que vivan otras aventuras en la isla.

A lo largo de estos años, candidatos no han faltado para tratar de ocupar el hueco que Lost dejó en las vidas del seriéfilo. Desde que se acabó, terminaron las historias con una narración lineal y predominaron los saltos en el tiempo. Hacia adelante, hacia atrás, o hacia realidades alternativas. Con Lost, algunos descubrieron cómo podíamos pasar los fines de semana devorando capítulo tras capítulo, sobre todo entre aquellos que se incorporaron tarde a la fiesta y les tocó ponerse al día de golpe con todas las temporadas. Y así por ejemplo, Netflix nos puso en bandeja que siguiéramos haciendo estos maratones con otras series. Eso sí, no faltaron los que la seguían semana a semana y se desmelenaban en las redes analizando plano a plano y lanzando teorías sobre qué podían significar determinadas escenas.

El fenómeno de Lost ha sido irrepetible y pocas series han sido capaces de crear esa adicción colectiva que tuvo a muchos enganchados al televisor. El problema de resucitar una serie como ésta es la duda de hasta qué punto habría paciencia para aguantar una historia cuyos misterios se irían alargando durante años. Ahora lo queremos todo y lo queremos ya. También hay tantas series que, entre temporada y temporada, ya se nos ha olvidado cómo quedaron las cosas el año anterior. Éstos han sido los grandes escollos con los que se han ido encontrando sus sucesoras o las que han intentado serlo, de las cuales pocas han sido las que pasaron de la primera temporada. El piloto siempre era más o menos eficaz y lograba enganchar para volver la semana siguiente. A partir del cuarto episodio, la trama iba haciendo aguas por todos sitios y la fuga de espectadores era ya irremediable.

La última que ha tratado de ocupar este hueco es Manifest, que semana a semana ha venido ofreciendo en España HBO a sus suscriptores y que ahora ha empezado a dar en abierto Antena 3. Aquí también, como en Lost, hay un viaje en avión formando parte de la trama, pero la historia me recuerda más a Les Revenants. Lo que iba a ser un trayecto de rutina a Nueva York para los pasajeros del vuelo 828 de Montego Air da un vuelco a sus vidas cuando al aterrizaje se encuentran que han pasado más de cinco años desde que despegaron y que todo el mundo les ha dado por muertos, mientras que para ellos solo han transcurrido horas. Al final del primer episodio la cosa se tuerce un poco porque resulta que, como consecuencia del extraño fenómeno los pasajeros tienen una especie de poderes. Voces que les alertan de sucesos futuros que van a ocurrir y que ellos pueden prevenir. Todo ello aderezado con las inevitables tramas de conspiraciones gubernamentales. Sobre el papel, suena bien pero la serie tiene una narración muy plana y algo anticuada. Tramas previsibles, personajes con poco carisma... Pero ahí está, camino de los 16 episodios y a punto de finalizar su primera temporada. Ha llegado más lejos de lo esperado. Aún la NBC no se ha pronunciado sobre si la renovará para una segunda temporada, pero espero que, en caso negativo, los guionistas tengan margen para poder dejar la historia cerrada.

Sucedáneos de Lost hemos visto ya unos cuantos a lo largo de estos años. El primero que descubrió en sus carnes que tratar de imitar la serie de moda no siembre funcionaba fue Flashforward, que se estrenó aún con Lost de cuerpo presente y con la firme intención de ser su heredera. Al frente del reparto estaba una estrella de la gran pantalla Joseph Fiennes, y había caras conocidas de Lost y de otras series de Abrams. El traspiés fue sonoro y raro es encontrar a alguien que la viera entera.

Luego vinieron todos los batacazos de la factoría Abrams, desde Alcatraz a Revolution. Ninguno de sus misterios sedujo a la audiencia. Y eso que en Alcatraz la historia quedó en un gigantesco cliffhanger al final de la temporada, cuya resolución no interesó a nadie. Sólo Fringe aguantó la tempestad de todas las series que puso en marcha el nuevo rey Midas de la pequeña pantalla. Pero no era un nuevo Lost, pese a que comenzara también en un avión. Sus pretensiones iniciales iban por ser el nuevo Expediente X, para luego avanzar a una adictiva historia de realidades alternativas. Para mi gusto, para ser redonda flojearon las dos últimas temporadas de las cinco que tuvo la serie.

El año pasado, la ABC lanzó The Crossing otro proyecto de ciencia ficción que podría encuadrarse en esa familia de las herederas de Lost. Partía de una novedosa idea, una crisis en Estados Unidos generada por un grupo de refugiados que venían huyendo de una guerra en el futuro y que aparecían flotando en el mar frente a la costa de un tranquilo pueblo. La serie pasó a ser una del montón y no supo aprovechar el potencial de la idea, quedándose sólo en once episodios en los que al menos pudieron cerrar tramas de una manera digna, aunque con cabos sueltos para poder continuarla en caso de que se salvara de la quema. Lo mejor, la actuación de Steve Zahn como el sheriff del pueblo que debe hacer frente al caso.

Dados los precedentes, no habría que descartar la idea de que la nueva Lost siguiera el mismo destino de sus herederas fallidas. Hay quien dice que el tiempo de Lost ha pasado. Pero la verdad es que una serie bien escrita y con unos personajes carismáticos con los que la audiencia se implique, es algo que jamás pasará de moda. A lo mejor era eso.