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Una campaña total

La convocatoria de las generales para abril cambia por completo la estrategia de los candidatos autonómicos y locales para la cita de mayo: les obliga a entrar ya en la carrera electoral ante dos comicios con resultados que estarán vinculados

Ximo Puig y Pedro Sánchez durante el mitin que protagonizaron en València hace pocas semanas. efe

En una circunscripción como Alicante, el peso de la campaña para unas elecciones generales siempre recae, habitualmente, en los equipos que conforman los tres o cuatro primeros candidatos de cada lista con una intensidad moderada y con picos en función de las visitas de «refuerzo» que envían desde Madrid. Ahora será algo diferente. La decisión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de convocar para finales de abril las elecciones generales como antesala de las municipales y autonómicas, fijadas, junto a las europeas, para apenas un més después convertirá los próximos tres meses y medio en una campaña de movilización máxima dentro de los partidos políticos. Los candidatos locales y aspirantes a la Generalitat van a entrar en la carrera de inmediato a sabiendas de que, posiblemente, el resultado de las generales pueda sepultar una opción o catapultar otra de cara a la cita de mayo.

Estamos, por tanto, ante unos comicios con una estrategia diferente. Implicará al máximo a todos los cuadros políticos de cada partido. Desde el ámbito local al estatal. Sin excepción. Todos se juegan alguna cosa en una doble cita con las urnas que, en realidad, forma parte de un proceso que está relacionado. En la sala de máquinas de los grandes partidos ya han dado órdenes precisas y claras. Los candidatos municipales y autonómicos deben abordar la campaña de las generales como si fuera igual que la de mayo aunque sirva para elegir a los diputados en el Congreso. La opinión generalizada tanto de la dirección del PP como de la cúpula socialista pero también de dirigentes de Compromís o de Ciudadanos es que un buen resultado en las generales, las primeras que se celebran, multiplicará las opciones después de los alcaldables y también de los cabezas de lista a la Generalitat. Un batacazo en abril será muy difícil de levantar después durante el mes de mayo.

La maniobra de Pedro Sánchez implica a toda la estructura socialista en el envite. Nadie puede jugar con cierto disimulo a la contra o escaquearse. Ni del presidente del Gobierno pero tampoco de Ximo Puig. En el PSPV, por ejemplo, saben que la figura central de su campaña es el jefe del Consell, una marca personal a día de hoy por encima de las siglas socialistas. Puig ya empezó el viernes, apenas minutos después de la convocatoria, a lanzar mensajes en doble dirección. En las generales y en las autonómicas, vino a decir uniendo los dos comicios, se decide una cosa: volver al pasado con los casos de corrupción de la etapa del PP o seguir con el cambio. Los socialistas confían en la red de alcaldías que lograron tras las elecciones de 2015 y están seguros en que se puedan apoyar en su nómina municipalista, con incógnitas como la que tienen pendiente de resolver la ciudad de Alicante, para cosechar un mejor resultado en la cita abril que les ayude luego en mayo.

El equipo del PP, aún con un importante músculo local, está obligado también a esa estrategia. De forma inteligente, la líder regional del partido, Isabel Bonig, lleva meses nombrando, aún sin el preceptivo acuerdo del comité electoral, a los candidatos municipales. De esta manera, salvo el gravísimo conflicto en Orihuela, el mapa local del PP en las poblaciones de más de 20.000 habitantes está casi completo. Y Bonig, huelga decirlo, lleva desde el verano en campaña con un discurso emocional encuadrado en la batalla identitaria para movilizar a los suyos. Así que la dirigente del PP también tiene ya caras visibles en las grandes poblaciones para lanzar la carrera hacia las urnas. Más dificultades pueden tener Ciudadanos y Podemos para implicar a sus estructuras territoriales en esa campaña de las generales. Por una sencilla razón: tienen organizaciones mucho más débiles.

Ambas formaciones están trabajando con la previsión tope de unas 40 listas municipales en la provincia. Serán menos. Los de Albert Rivera no han entrado ni siquiera todavía en el grueso de la elección de sus candidatos locales y, por tanto, tendrán que entrar en campaña a medida que los nombren. Eso puede ser un problema que, sin embargo, pueden compensar con la notoriedad de su candidato a la Generalitat, Toni Cantó, y el evidente impacto del propio Rivera y de la catalana Inés Arrimadas. Son una marca de recorrido estatal. En Podemos, el escenario es diferente. Su estructura en los municipios sigue siendo limitado, su liderazgo autonómico es desconocido y Pablo Iglesias se ha hecho viejo en poco tiempo. Así y todo, la carta de la polarización de la campaña, le puede dar un asidero al que aferrarse para lanzar su discurso y resistir en una Comunidad en la que los morados acudirán a la cita electoral con EU pero, sin embargo, sin Compromís, que se presentará esta vez en solitario.

A la coalición de Mónica Oltra, por su condición de fuerza de obediencia estrictamente valenciana, siempre le han costado las elecciones generales, en las que suele sacar sus peores resultados. Con la convocatoria de Pedro Sánchez, hubo algunas voces en la coalición que volvieron a plantear un acuerdo con Podemos -una fórmula que sólo usaban en las elecciones al Congreso- para llegar mejor a las autonómicas y municipales. Pero, finalmente, se ha impuesto la tesis de que sería difícil explicar un pacto para las generales e ir separados un mes después en los comicios de mayo. En Compromís piensan que su estructura local -sólo superada por el PP y el PSPV- será decisiva para afrontar las generales, creen que la movilización de las primarias autonómicas será muy importante y además, dicen, cuentan con dos ases en la manga: Oltra y Joan Baldoví. La campaña total empieza ya.

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