Entre tantas noticias sobre corrupción, conflictos territoriales, políticos o institucionales, surge una buena noticia que viene a demostrar que, a veces, las cosas pueden hacerse de otra manera. En una entrevista publicada en el DIARIO INFORMACIÓN, el Secretario Autonómico de Medio Ambiente, Fran Quesada, da respuesta a una vieja reivindicación de muchos pueblos y ciudades alicantinas: "Recuperar el río Vinalopó es algo que quiero hacer y vamos a lograr sí o sí". Nunca un político, desde el poder, se ha posicionado de una forma tan valiente y contundente ante un problema complejo, difícil, pero vergonzante para nuestra sociedad, como es la degradación que padece el Vinalopó. Resulta indiscutible el elevado valor, no sólo ecológico, socioeconómico o histórico del río, sino también simbólico, ya que en sus riberas se han desarrollado poblaciones con muy diferentes historias y acentos, pero inquebrantablemente unidas por ese gran espacio natural que ha conformado una identidad común.

Desde el Observatorio del Vinalopó llevamos muchos años intentando poner en valor la singularidad que reside en un río que, atravesando una de las zonas más áridas de Europa, constituye, sin embargo, un espacio en el que se hallan hábitats considerados como prioritarios en Europa, además de ser el motor indiscutible que ha permitido el desarrollo de numerosas culturas alejadas, no sólo en el espacio, sino en el tiempo. A lo largo de las diecinueve charlas organizadas en el 2017 por nuestra asociación, numerosos especialistas, de muy diferentes disciplinas, nos han mostrado un Vinalopó hidrogeológicamente diverso, repleto de elementos biológicos únicos, pero excepcional en lo que a sus valores patrimoniales, históricos y culturales se refiere. Tampoco podemos obviar que el Vinalopó, a pesar de sus exiguos caudales, ha sido la base del desarrollo socioeconómico de sus poblaciones ribereñas, aportando sus recursos hídricos a un potente mosaico productivo, tanto agrícola como industrial. Pero en la misma medida que el río explica la riqueza de muchos de sus pueblos y ciudades, dando lugar a una de las zonas más densamente pobladas de España, su decadencia explica también muchos de los problemas que padecemos en la actualidad. A las ya severas advertencias sobre la pérdida de la biodiversidad, desertificación o sobreexplotación de acuíferos, hay que añadir otros efectos indeseables y más directamente percibidos por la ciudadanía, como los malos olores, mosquitos, "estupendas" vistas a cauces hormigonados, vertidos de aguas negras, etc. y que han convertido muchos de los tradicionales cascos históricos y zonas rurales, en espacios deprimidos y casi abandonados. Y es que, nos guste o no reconocerlo, el Vinalopó es nuestro compañero de viaje, y de su recuperación depende en gran medida que sus comarcas en primer lugar, pero la totalidad de la sociedad en general, vuelvan a establecer ese diálogo respetuoso con su paisaje y la naturaleza.

Para todos aquellos que aún dudan del papel del ecologismo, no sólo como movimiento social, sino en la política, baste explicar algunas de las necesarias propuestas, defendidas desde estas posiciones, que contiene el Plan Director del Vinalopó. Por una parte, se propone un diagnóstico real del balance hídrico de la cuenca del Vinalopó y, más concretamente, del estado de los acuíferos que abastecen de agua potable y garantizan el regadío de la mayoría de pueblos y ciudades de las tres comarcas. La reconocida sobreexplotación que padecen, constituye la más severa amenaza que hoy en día lastra el desarrollo socioeconómico de muchos municipios alicantinos. Resulta incuestionable que la gestión de la Confederación Hidrográfica del Júcar ha resultado insuficiente, sino nefasta, a la hora de administrar este recurso natural, cada día más escaso y amenazado por la contaminación.

El futuro Plan Director deberá abordar de forma rigurosa este tema nuclear, aportando soluciones que integren las expectativas de los diferentes agentes sociales implicados, aunque incluyendo en la solución al río Vinalopó como ecosistema fluvial, según marca la Directiva Marco del Agua Europea. Y es que, hasta el momento, la planificación hidrológica de la CHJ ni siquiera ha asegurado para el río el llamado caudal ecológico, reduciéndolo a un mero colector de las aguas de las depuradoras o, incluso, de aguas negras en cada uno de los episodios de lluvias torrenciales que padecen sus comarcas. Por todo ello, poco queda de los reconocidos beneficios ecosistémicos que los ríos deben aportar a sus gentes, pasando a convertirse más en un problema que en un generador de bienestar, calidad ambiental y riqueza para las poblaciones ribereñas. Podemos seguir exigiendo trasvases o desalinizadoras, pero lo cierto es que, sin una planificación hidrológica racional, que contemple el papel ecológico de los ríos y que implique a todas y cada una de las administraciones con competencias en la gestión del complejo ciclo del agua de la sociedad del s. XXI, el problema seguirá creciendo a la par que se vacían nuestras reservas de agua. Se trata de una carrera ciega hacia el precipicio que ha de ser atajada con nuevas políticas, que sobrepasen la habitual visión cortoplacista, y que diseñen estrategias novedosas para la gestión del recurso más amenazado en la actualidad: el agua.

El río Vinalopó es un espejo en el que se refleja nuestro fracaso colectivo en lo que debería ser un propósito transversal en todas y cada una de las políticas que implican al territorio: garantizar la funcionalidad ecológica de los sistemas naturales. En esta línea, el Plan Director propone una revisión de la política agraria. El 68% de los recursos hídricos de la cuenca se destinan al regadío, pero la cuestión no es tanto cuantitativa como cualitativa, ya que disponemos de un modelo altamente eficiente, merced a las políticas seguidas en la llamada modernización del regadío. Sin embargo, siendo un recurso tan caro como escaso, la pregunta es si tenemos la agricultura más rentable y sostenible posible en el marco de la ya endémica crisis hídrica que padecemos en la Comunidad Valenciana. Desde el OVi entendemos que este eficiente, aunque discutido modelo, tampoco integra los parámetros ecológicos que exige la Directiva Marco del Agua. El resultado es un escenario de abandono de los cultivos tradicionales en favor de una agroindustria que deteriora la calidad paisajística del singular mosaico agroforestal alicantino, contamina y empobrece nuestros suelos favoreciendo la grave desertificación que padecemos, y que está disipando nuestra cultura rural en pro de la alabada "modernización".

Creemos que la sinergia entre agricultura y medio ambiente, no sólo es posible, sino exigible. Tan sólo se requieren políticas agrarias valientes, que apoyen un emprendimiento basado en probados modelos agroecológicos. El Plan Director ha de aportar las soluciones precisas para que la marca "Vinalopó" sea una garantía de sostenibilidad, paisaje y respeto por la naturaleza. Esa es la auténtica competitividad en mercados cada vez más exigentes y, para alcanzarla, resulta imprescindible que el Vinalopó vuelva a ser un río, liderando de esta forma una nueva visión del territorio apoyada en un auténtico desarrollo sostenible, y no en la lamentable "cosmética" medioambientalista seguida hasta la fecha por nuestros gobiernos.

Pocos nos cuestionamos que el Vinalopó sobrevive gracias a los retornos hídricos procedentes de las depuradoras. Garantizar la calidad del agua depurada, mejorando las infraestructuras de saneamiento urbano y evitar los eventuales, aunque demasiado frecuentes, vertidos de aguas negras (y de otros muchos colores) al río, es un imperativo marcado por la propia legislación. Hasta ahora, se ha asumido la contaminación del Vinalopó como una especie de "Expediente X", reconocido, pero en absoluto atajado por las diferentes administraciones, incluido el órgano gestor de la cuenca: la CHJ. Creemos que ha llegado el momento de poner fin a esta situación y, en este sentido, esperamos que el futuro Plan Director adopte medidas drásticas contra la contaminación del Vinalopó, declare la totalidad del cauce como zona sensible y garantice al río unos aportes de agua de calidad.

Podríamos seguir ampliando el repertorio de impactos que han reducido nuestro querido y viejo río a un cauce reseco y hormigonado. El Vinalopó ha de ser devuelto a la ciudadanía, reconvertido en ese gran espacio natural, rico en biodiversidad, testigo de nuestro pasado a través de su abundante patrimonio hidráulico, y nexo de unión entre poblaciones tan distintas como Banyeres de Mariola y Santa Pola. Para ello, son necesarias nuevas políticas medioambientales que atajen los problemas en su raíz y de forma integral, incorporando las expectativas de las poblaciones locales y de los diferentes agentes socioeconómicos, implicados todos ellos en el problema, pero también en las soluciones. Desde aquí, queremos expresar nuestro agradecimiento a Fran Quesada por su compromiso con el Vinalopó, impulsando la elaboración del Plan Director contemplado en la Proposición No de Ley, hace ya un año, en las Cortes Valencianas por la diputada alicantina de Compromís, Cristina Rodríguez. El compromiso político expresado para resolver la lamentable situación del Vinalopó, aunque tardío, demuestra la necesidad de incorporar en el escenario político a personas y partidos de ideología ecologista, que aporten una visión más amplia y profunda del territorio, y con soluciones a la grave crisis ecológica que padecemos. Baste fijarse en las escasas noticias sobre medio ambiente que se cuelan en las escaletas televisivas o en los artículos de la prensa en papel o digital, para comprender que no es tiempo de mirar en otra dirección respecto a este asunto.

El Plan Director del Vinalopó supone una innovación en lo que a la gestión de un grave problema medioambiental se refiere, como es el más que severo deterioro que padece el río, y que va más allá de una de las habituales, pero ineficaces, medidas de protección vía decreto y publicación en un boletín oficial. Se pretende analizar de una forma holística los procesos ecológicos y socioeconómicos que han conducido hasta el problema, pero incorporando a la sociedad en las soluciones. Sólo nos queda desear que el futuro de esta nueva herramienta de planificación sobre el territorio desemboque en devolvernos un río vivo, un espacio para acercarnos a nuestro paisaje y disfrutar de los beneficios derivados de un contacto respetuoso con la naturaleza.