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Yeray González: El protón y la pausa

Mediocentro de referencia, a sus 31 años, con ofertas múltiples en su cajón, este pivote sobresaliente ha elegido Alicante para revivir el sueño de ingresar en la Liga 1|2|3 por la puerta grande

Yeray festeja un gol con el Hércules. Jose Navarro

Todos los finales son tristes... los felices, también. Por eso no hay que regodearse en la pena, no conviene, no te hace crecer. Si no te quieren, no preguntes, no te culpes, simplemente cierra la puerta y vete. Alguien habrá que sí te busque. Yeray González (Los Realejos, 1988) debe opinar lo mismo. Por eso, cuando la Cultural le dijo que no contaba con él, pidió la cuenta y se marchó. Perdona uno de los dos años que aún le restaban en León y cobra el otro. Las temporadas fallidas es lo que tienen, que se comportan como aludes, se llevan todo por delante, incluso los mitos.

El mediocentro tinerfeño tiene un carácter ganador implacable. Lo ha demostrado en todas partes. Y aunque su canariedad le otorga una forma de entender el universo muy reposada y dialogante, el banquillo le sienta peor que un discurso de Mandela a Donald Trump. Es lo que tienen los buenos-buenísimos cuando saben que lo son, que les cuesta aceptar su condición de secundarios sin una explicación solvente. Eso le valió un enfrentamiento directo con Vicente Mir en un momento clave del curso y una salida, semanas después, poco justificada de Alicante. Pero se fue para hacerse más grande.

Con la Cultural Leonesa lo jugó todo las dos primeras campañas, sumó un ascenso a Segunda (2017) y triplicó su vínculo con la entidad. La afición de la ciudad de Fray Luis lo adoptó como héroe. Lo sigue siendo, porque la memoria, de suturas frágiles, a veces es justa. Su gol al Real Madrid en Copa del Rey es de los que perduran en el subconsciente colectivo. Sin embargo, del promedio de 40 partidos de sus dos primeras campañas, Yeray pasó a 28, a entrar al campo con el partido ya empezado, a sentirse cuestionado... José Manuel Aira quiere empezar de cero, por eso le ha pedido al club que se deshaga de los contratos con más peso salarial.

El de Yeray era uno de ellos, así que tras un proceso de arbitraje y una conciliación, el tinerfeño recobró su libertad hace tres días. Ofertas no le faltaban a su agente. El Córdoba y su boyante depósito de ayuda al descenso llamó a la puerta. Pero pudo más la nostalgia, la luz del sol, el sonido del mar, la espina que se quedó clavada... Ayer aceptó el reto de devolver al Hércules a Segunda División. Firmó por tres temporadas y se convirtió de inmediato en el principal atractivo de la campaña de abonos.

Se trata de un fichaje con poca discusión. Uno de esos refuerzos que te permiten construir en torno a él un proyecto. El segundo de Javier Portillo con plenos poderes y el segundo de Lluís Planagumà con algún poder menos por razones obvias.

La energía positiva que emana del fútbol de Yeray es muy visible. Su manejo del espacio y su interpretación de la salida de la pelota es ágil y clara. Tiene la virtud de superar líneas con y sin balón, de trasladarlo con relativa seguridad a larga distancia, con precisión. Ocupa mucho campo, algo que comparte con Fran Miranda, pero en el caso del canario no requiere estar tan arropado para encontrar una solución viable en la base de la producción ofensiva.

La pugna entre ambos por la titularidad, dos líderes con mayúsculas sobre el césped, debe servir para incrementar la competencia, no para restar. De esto deberá ocuparse el técnico, y no será tarea sencilla. Yeray fue la bandera, el eje,el motor de la mejor versión posible del fútbol combinativo en Segunda B con la Cultural y Deportiva, así que el ideario «recesivo» de Planagumà tiene que ser permeable a su talento, a la posibilidad de brillantez y posesión que le brinda un centrocampista como el pivote tinerfeño.

Yeray regresa a Alicante con 31 años, con el bagaje, la perspectiva y el poso que te da el hecho incontestable de haber triunfado, de haber estado ya en el destino que persigue el Hércules, de haberlo conseguido antes contigo como principal motor. La pausa y el golpeo, la visión periférica y el talento, las ganas de triunfar y de ser feliz con vistas al mar, de olvidar un año rugoso en la meseta. Yeray retorna tres veranos después. Estaba en la agenda de Portillo casi desde que se marchó. Si recupera su mejor estado de forma resultará imparable en un Grupo 3 que el pasado curso pecó de conformismo, de escaso espíritu creativo, de sobreabundancia de plomo y apuestas ofensivas menguantes.

Presumiblemente, Diego Benito dispondrá con el insular a su lado de más libertad, de más juego hacia adelante, de más campo visual para inventar pases entre líneas o últimos pases, de más tiempo para pensar. Yeray González es el protón que conforma el núcleo duro de la materia, sacarle todo el partido no tiene que ser una opción, mas bien una obligación. Vicente Mir ya pagó caro su atrevimiento hace tres temporadas, habrá que confiar que de aquello hayan aprendido todos, el futbolista más que nadie. La sexta tentativa del Hércules está en marcha y Yeray retorna creyendo que será la definitiva.

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