A menudo las primeras reacciones son las que cuentan, sobre todo si vienen de un tipo tan cabal y sincero como Juli. «La hemos liado», dijo en caliente, nada más acabar el partido de ayer, en los micrófonos de Cope Alicante. Y eso es lo que hizo ayer el Hércules, sin los tópicos y las explicaciones poco convincentes de después. El equipo blanquiazul se dejó dos puntos de manera muy dolorosa e incomprensible en la «pista de patinaje» de La Fuensanta. El recién ascendido Conquense se quedó absurdamente con uno menos en el 43' porque su lateral De Pedro se empeñó en irse a la ducha antes de tiempo, sólo así se entiende que agarrara a Pol Roigé de la camiseta claramente hasta detenerle cuando ya tenía amarilla.

Con toda la segunda parte por delante, el gol era cuestión de tiempo pero llegó bien pronto, a los dos minutos de la reanudación, cuando Juli dejó pasar inteligentemente el balón servido por Nani para que Carlos Martínez marcara con la izquierda su sexto gol del curso. El veterano atacante alcoyano dejó muestras de su calidad sin tocar el balón y demostró que donde mejor se desenvuelve es dentro del área, cerca del «9», donde lo ha hecho durante buena parte de su extensa carrera. En banda se apaga y Planagumà debiera darse cuenta. Está muy bien que Chechu Flores quiera jugar por dentro con Carlos Martínez, pero también debe alternar su posición con Juli por el bien del equipo. Pero que nadie espere una palabra más alta que otra del alcoyano o un gesto feo, no va en su ADN ni con su educación.

Tras conseguir el 0-1, el Hércules incurrió en un pecado que se ha convertido ya en recurrente: el del conformismo. El bloque de Planagumà se ampara en sus notables números defensivos y el estado de gracia de Falcón y se cree invencible. Pero ayer recibió un bofetón de los que duelen y dejan la cara roja un par de días.

Realmente el Hércules no dio un paso atrás, retrasó sus líneas y, como se dice vulgarmente, se colgó del larguero. No se comportó así, pero sí dejó pasar los minutos de manera anodina, sin buscar con fe el segundo gol y la sentencia. También influyó el percance sufrido por Carlos Martínez, que abandonó el campo forozosamente en el 55'. Y sin el punta de Mataró, todo son nubarrones en el ataque del Hércules. No hay factor diferencial, ni último pase, ni gol.

El Conquense no generó las suficientes llegadas al área de Falcón como para meter el susto en el cuerpo, pero un contragolpe aislado con mal despeje de Pablo Íñiguez, que dejó el balón franco y en posición inmejorable para Adighibe, supuso el 1-1 y entonces llegaron las prisas, con media hora por delante.

El «cerebro» Diego Benito emergió y aportó clarividencia en la salida de balón, pero faltó profundidad y último pase porque Carlos Martínez estaba en el banquillo. La única oportunidad de verdadero peligro fue un cabezazo de Samuel en el minuto 90 a la salida de un córner. Un bagaje paupérrimo y que pone de manifiesto que el Hércules llega justo de fuerzas e ideas al parón navideño. El 1-0 valía el coliderato pero el 1-1 hacía caer a los blanquiazules a la cuarta plaza. Habla Planagumà de autocrítica y está bien. Pero la primera plaza es un botín muy codiciado y con autocomplacencia no se va a conseguir. Ahora toca partirse la cara ante el talentoso Barça B y después confiar en que Ramírez y Ortiz se rasquen el bolsillo y refuercen el ataque.