Hay excepciones. Pero el Hércules nunca maravilló a su hinchada por un fútbol de esmoquin y bolsos caros. Más bien lo contrario. Y maravillar, maravilló igual. La mejor época del Hércules, con permiso de aquella plantilla a la que cercenó la Guerra Civil, fue en los dorados años setenta. Un fútbol bravo, directo, de remate feroz y celebración en la valla. De entrada sanguinaria y mano tendida al levantarse. De barro en el pantalón y puntos en el casillero. Así cautivó Arsenio Iglesias a Alicante y así obtuvo el club sus años de prestigio.

Quizás cuando mejor se jugó al fútbol fue hace ahora 10 temporadas, con una medular de ensueño formada por Farinós, Abel Aguilar y Tote. Ésta puede ser la excepción. Un recuerdo amargo por quedarse a las puertas del ascenso a Primera pese a haber conseguido 78 puntos.

Hoy, engullido por la Segunda División B, Planagumà ha apostado por un fútbol ordenado, de pierna fuerte, transición rápida y tanteador justo. La propuesta, envuelta en un aura de positivismo y arraigo a la ciudad, convenció desde el principio a la afición y los resultados acompañaron desde el primer día.

Creado ese ambiente embelesador, el Rico Pérez rugió en las primeras jornadas como hacía tiempo, bajo una comunión perfecta. Planagumà ayudó a ello: mensaje de pertenencia, identificativo y brazos en alto en la banda pidiendo calor. El Cholo del Hércules. Con todo lo que ello implica.

La dinámica triunfal del equipo ha atravesado un camino un tanto abrupto (cinco puntos de 15 posibles hasta el partido de ayer), y las carencias -sobre todo la goleadora- pesaron más que los buenos hábitos.

Ayer, tras media hora de indiferencia ante un colista que se había adueñado del balón sin resistencia alguna, el público manifestó los primeros silbidos de la temporada. Tímidos, pero sonoros. «Los afronto con naturalidad», contaba después Planagumà. «Alicante quiere fútbol profesional ya, pero por mucho que trabajemos ya no puede ser. Es una lástima pero quedan 22 jornadas», repitió el técnico que tiene al equipo segundo clasificado.

Un Hércules de otro siglo

Los 30 puntos que tiene hoy el Hércules son su mejor registro en Segunda División B desde la 99/00 cuando comandaba la tabla con 32, entrenado por Manolo Jiménez. Desde entonces, el club ha deambulado durante nueve años por la categoría de bronce, con multitud de entrenadores y propuestas, y todos cosecharon peores registros a estas alturas que éste de Planagumà.

El público (los 6.000 valientes de cada semana, más concretamente) es soberano, pero los resultados por el momento están dando la razón a este Hércules austero y peculiar, que no promedia ni un gol por partido, pero que es segundo por méritos propios.

Sensaciones encontradas con una verdad palmaria: el equipo necesita un empujón en el próximo mercado de invierno. Al menos para que este buen trabajo no se despedace con el paso del tiempo y la llegada de un mes de enero que al Hércules se le hace históricamente un mundo. Básicamente se trataría de dar más mimbres para lo que proclama día tras día Planagumà.

Ayer, una maravilla de Carlos Martínez, el genio a veces incomprendido, evitó un borrón mayor. Al final hasta el equipo más rocoso del mundo necesita un poco de arte para no vulgarizarse.