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Los últimos colonos de La Mata

Sólo seis agricultores, todos jubilados, son los únicos que mantienen el cultivo de la uva en el Parque Natural de las Lagunas en Torrevieja. Pronostican que en menos de 10 años la actividad vitivinícola desaparecerá

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Ruta por el Parque Natural de La Mata con uno de los últimos colonos

Entre pinos y la Laguna de La Mata crecen los últimos viñedos de una amplia extensión que en su día daba trabajo a muchos agricultores y temporeros. Hoy sólo quedan 6 personas en esta pedanía torrevejense que se dediquen a este cultivo dentro del Parque Natural de las Lagunas de La Mata y Torrevieja. Todos ellos están ya jubilados por lo que el futuro de estos viñedos es incierto. El agrícola es uno de los usos de este espacio protegido que, al igual que alguna de las especies que aquí habitan, está en peligro de extinción. Los últimos seis colonos, figura que viene de quienes poblaron estas tierras materas y empezaron a cultivarlas, mantienen unas hectáreas de cultivo que, pronostican, desaparecerán en menos de 10 años.

Eduardo Paredes es uno de esos últimos colonos materos que conserva la tradición vitivinícola de la zona. «Esto tiende a desaparecer, los jóvenes no quieren el campo, no porque no les guste, sino porque ahora no se puede vivir de él», se lamenta. Este agricultor recuerda como a finales de los 70, cuando se casó, «tenía un R12 (coche), una furgoneta y un tractor; los agricultores vivíamos la mar de bien económicamente, pero de 10 años a aquí esto ha ido decayendo». Incluso se llegó a vender una buena producción del vino de La Mata en Estados Unidos hace cuatro años.

Eduardo observa sus 7 hectáreas de viñedos, no sin cierta melancolía. Comenta que ahora le puede sacar un rendimiento de entre 13.000 y 14.000 euros, «a lo que hay que restar muchos gastos». Él, como los otros 5 agricultores del Parque Natural, pagan una simbólica cantidad a la compañía arrendataria de las Salinas por cultivar estos terrenos. El actual emplazamiento de los viñedos data de principios del siglo XX, cuando la empresa salinera autorizó a los colonos a plantar cultivos distintos a los cereales y forrajes.

Abandono

Un paseo por este bonito entorno evidencia los malos augurios que anuncian los últimos colonos; decenas de hectáreas de viñedos abandonadas. «Hace muchos años aquí se cultivaban sandías, melones, tomates y habas y los viñedos sólo estaban en unas parcelas, después desapareció el resto de cultivos y las vides, que crecen muy bien en este terreno, ocuparon toda la extensión cultivable», explica Eduardo Paredes. «Antes llovía mucho más que ahora y permitía lavar las hojas de los cultivos que se llenan con el salitre que arrastran los frecuentes vientos de Levante de la zona».

La sal del subsuelo, sin embargo, es buena para darle sabor a la uva. Son terrenos con mucha salinidad al estar junto a las Salinas «pero los que entienden de vino dicen que mejora su sabor y es buena para las variedades que aquí se cultivan, la merseguera y la moscatel». La plaga de conejos existente en el Parque Natural al haber ido desapareciendo sus depredadores, como zorros, águilas y búhos, mantiene en jaque a los pocos agricultores de la zona. «Es un problema añadido».

El cultivo de las viñas, además, «supone un refugio de la biodiversidad de especies de avifauna y si desaparecen, van a desaparecer grandes comunidades biológicas», recuerda la guía ambiental del parque, Silvia Mollá.

Una viñas que han resistido hasta al insecto filoxera, que acabó con vides de todo el país, pero que no parece que puedan mantenerse cuando los últimos colonos dejen de ocuparse de ellas.

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