Diego Tarí Más, de 95 años y residente en Perleta, fue ayer sido el protagonista de la última jornada de la Fireta. Muy mermado ya en sus condiciones físicas, aseguraba su nieta, Luz Gómez, quien ejercía de portavoz, que desde hace cinco ha perdido las ganas de vivir, desde que murió Manola, la que fue su compañera desde que tenía 25 años y con la que ha tenido tres hijos, Ramí, María y Ramón; que le han dado siete nietos y estos, siete biznietos.

Sólo dijo unas palabras y fue para decir que él no era merecedor de tanto agasajo, algo habitual en gentes del campo tan humildes y sencillas como bondadosas. El cielo ya estaba muy nublado en la carpa de la Fireta y, como era de esperar, se echó a llorar cuando él recibía el premio Antonio Valero que concede la Comunidad de Labradores y Ganaderos como reconocimiento al esfuerzo y dedicación de los agricultores del campo ilicitano. Sin duda para él, esa lluvia, fue el mejor premio.

Dignificar la vida de agricultores sencillos que solo han hecho que trabajar es el objeto de un premio que puso en marcha el ya desaparecido Antonio Valero, fallecido de forma sorpresiva hace tres años y quien era alma mater de las voces del campo. Valero no sólo fue representante de los regantes (desde la Asociación de Labradores y Ganaderos), también concejal del Partido Popular, de la mano de Manuel Ortuño, quien ayer acudió a entregarle como obsequio el libro biográfico de Valero.

Pascual Urbán, el presidente de la entidad que lo concede estaba encantado viendo las caras agradecidas de las más de cien personas que, sentadas en las sillas, se habían reunido para ver el homenaje y la entrega de la placa por el concejal de Medio Rural, Antonio García, acompañado por los ediles de Promoción Económica, Héctor Díez, y de Cultura, Patricia Maciá.

Historia

Tarí nació en 1923 en la conocida Casa de las Columnas, junto a la carretera de Santa Pola, donde sus padres, Ramón y Ramona, trabajaban como caseros. Una finca agrícola de Perleta se convirtió después de casarse en el centro de su vida, junto a su mujer, «donde plantó almendros, olivos, naranjos, limoneros, higueras, granados, habas, melones, alfalfa y otras pequeñas plantas para mantener a los animales que criaban en el corral», como relató su nieta.

«Aún ahora, a sus 95 años, aquejado por las limitaciones físicas propias de su edad, en los días de frío coge el legón y sale al campo, porque dice que no hay mejor modo de calentarse, y no pierde cuenta de cuando toca labrar o regar los bancales para seguir manteniendo sus tierras como toca», ha señalado Luz Gómez, tan enamorado era del campo que otros agricultores le decían que parecía que barría el campo.