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La agricultura ecológica echa raíces en la provincia y aumenta un 20% desde 2013

Las garantías de los productos no expuestos a plaguicidas y el crecimiento del interés por la alimentación saludable propician el desarrollo de los cultivos sostenibles

Un agricultor de Elche en su finca de 18 héctareas, dedicadas exclusivamente a la producción ecológica de frutas y hortalizas. antonio amorós

Las cosechas ecológicas se abren paso en la provincia y lo hacen de manera firme. El territorio alicantino ha sido el escenario donde las nuevas fórmulas de cultivar que huyen de los fertilizantes se han expandido en los últimos años.

De hecho, la superficie de este tipo de producción ha crecido un 20% desde 2013, según la Unió de Llauradors. En esta línea, Alicante cuenta ya con 16.500 hectáreas destinadas a la agricultura sostenible, entre hortalizas, frutales y otros herbáceos.

Las garantías que ofrecen los productos que salen de la tierra sin estar expuestos a plaguicidas químicos es una de las primeras causas que explica el crecimiento de este modelo productivo. A este factor se suma, según Santiago Pascual, representante de la Unió de Llauradors de Elche, la mayor concienciación que realizan los médicos sobre los beneficios que tiene para la salud la agricultura ecológica. «La gente también ha alcanzado con los años una mentalidad "más verde", de ahí al interés por reciclar», explicó Pascual.

En este sentido, el despegue de este sector se debe en parte al aumento de la preocupación por la agricultura industrial. «La aparición de alergias y reacciones a las frutas y hortalizas que comercializan las multinacionales, donde se utilizan hormonas para producir cambios genéticos, es una realidad constante y alarmante», apuntó el representante del colectivo de agricultores.

Y es que, este nuevo modelo de cosecha que, apuesta por la preservación del medio natural y la materia orgánica para abonar, está opuesta al uso de cualquier plaguicida. «Precisamente la agricultura industrial fumiga para acabar con las plagas que ponen en peligro las cosechas, sin caer en la cuenta que la hortaliza acumula las toxinas y que, aunque sea en porcentajes mínimos para permitir su consumo, al final determinados residuos se acumulan involuntariamente en nuestro cuerpo», señaló Pascual.

La Vega Baja y el campo de Elche son dos zonas donde la agricultura ecológica ha echado raíces con mayor fuerza, según los expertos del sector. Precisamente, los defensores de los cultivos «verdes» coinciden en que las tierras ilicitanas son óptimas para emprender esta labor, debido a la estructura diseminada del Camp d'Elx y a la existencia de parcelas pequeñas.

De hecho, la aparición de familias que se han lanzado a este modelo productivo ha sido clave para el despegue de la agricultura ecológica en Elche. Entre los perfiles destacan, sobre todo, la iniciativa de jóvenes agricultores, muchos de ellos técnicos agrícolas defensores de una alimentación más saludable. Asimismo, aunque en menor medida y más difícil de encontrar, han resurgido agricultores tradicionales, que se han reconvertido y buscan una alternativa a la producción industrial.

Sus impulsores

En este sentido, con 18 hectáreas, José Luis Miralles es uno de los agricultores ilicitanos que ha decidido explotar cultivos ecológicos en parcelas de herencia familiar. Los almendros, los granados y la uva de mesa son algunos de los productos que salen de sus tierras.

«Es muy importante cumplir con las normativas europeas y con las prácticas agroecológicas del Comité de Agricultura Ecológica. Además de estas exigencias nos enfrentamos a la falta de protocolos para actuar en caso de plagas y a la dificultad de poner nuestros productos en ventas», admite el agricultor.

Y es que, aunque el eco de las frutas y hortalizas que no están expuestas a productos químicos ha crecido en los últimos años, todavía se hace difícil sacar rentabilidad a este nuevo modelo de negocio que pide paso.

Como él, pero con un perfil diferente, Fernando Marco, un joven de 29 años, vio en la agricultura ecológica una salida ante la crisis. «Hace dos años comenzamos con el proyecto, basado en que las cosechas sean lo más naturales posible, sin químicos, con la mano de obra por encima de la mecanizada».

En su caso, tras realizar varios cursos de agricultura ecológica y recibir ayudas europeas, las tierras alcanzan una superficie de 33.000 metros cuadrados. Granados, higueras, hortalizas y frutales de temporada son los productos con los que trabaja cada día y que luego vende en mercadillos de toda la provincia y también en diversos establecimientos. «Todavía es pronto para hablar de éxito, pero ya hay una clientela fija, no sólo son personas alérgicas o enfermas las que consumen nuestra fruta y verdura, sino también gente joven y gente mayor».

Con todo ello, los desafíos para esta agricultura sostenible están encima de la mesa. La competencia para este sector innovador pasa por la «excesiva burocracia que exigen las administraciones, los gastos para mantener las cosechas, una mano de obra sacrificada y la falta de promoción por parte de los ayuntamientos», resaltó Marco.

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