HBO ha puesto punto y final a otra de sus comedias más veteranas. Tras despedirnos de Veep y de Ballers hace unos pocos meses, ahora toca decir adiós tras seis temporadas a los informáticos de Silicon Valley. En las dos primeras series se parodiaba el mundo de la política y del deporte, y en esta última se nos contaba la historia de un grupo de grandes genios dotados con pocas habilidades sociales que trataban de abrirse camino en la intrincada jungla de las startups informáticas. Como manda la tradición del género, al principio trabajando desde casa y, más tarde, con su propio edificio. De alguna manera, siempre vi a esta serie como la respuesta de HBO a la protagonizada por otros cerebritos inadaptados que también ha emitido este año su última temporada, The Big Bang Theory. Ya sé que los protagonistas de una y otra se dedican a campos totalmente distintos, pero en sus respectivas especialidades profesionales abunda el frikismo.

Silicon Valley contaba algo muy parecido a lo que ya hacía Halt and Catch Fire, pero en tono de comedia. De la mano de Mike Judge, creador de la noventera Beavis & Butthead, la serie no dejaba títere con cabeza en la visión que daba del mundo de la burbuja digital. Puede que no fuera una de las más vistas de HBO o de las más comentadas semana a semana como puede ser Juego de Tronos, pero en los despachos de los grandes magnates de la industria informática tenían puesto un ojo en ella porque les producía algún que otro sarpullido. ¿La bloquearán los algoritmos de búsqueda? Uno de los retos que ofrece es el establecer paralelismos entre las corporaciones imaginarias que en sus episodios aparecían y las del mundo real. La breve secuencia de apertura de las seis temporadas de la serie está llena de guiños y mensajes sobre los últimos años de esta industria. El ascenso y caída de Napster, la absorción por parte de Facebook de otras compañías, la llegada de los drones de reparto o la implantación de las empresas asiáticas que, casualmente ocupan el edificio en el que antes se encontraba Yahoo. Todo en menos de diez segundos. Siempre se descubrirá algo nuevo al repasar la secuencia.

El cartel promocional de la serie en sus inicios es un homenaje a una de las fotos más famosas de Steve Jobs, el magnate que encumbró Apple. Bill Gates, el todopoderoso señor de Microsoft, siempre ha sido fan declarado de la serie y se ha permitido hacer un cameo interpretándose a sí mismo en el episodio final. En cambio, Mark Zuckeberg, el creador de Facebook, seguro que la tiene ya en su lista negra, del mismo modo que puso en su día a La red Social, esa biografía que sobre él hicieron David Fincher y Aaron Sorkin. La temporada final de Silicon Valley arranca con una escena que recordaba/homenajeaba/parodiaba a la comparecencia que tuvo Zuckeberg en el Congreso estadounidense a cuenta del escándalo por el caso de espionaje a sus usuarios. En la ficción, quien comparecía era el protagonista Richard Hendricks (Thomas Middelditch), para presentar su proyecto de una nueva internet descentralizada y anónima. Una red pensada para servir al usuario y no para vender sus datos al mejor postor. Mientras que en toda la serie se había evitado decir nombres de compañías reales, en esta escena el protagonista sí que daba algunos.

La falta de habilidades sociales es el problema de Richard Hendricks cuando le toca presentar en público algunas de sus revolucionarias ideas. Al principio se aturulla y titubea, pero conforme va entrando en calor, acaba dejando a su auditorio con la boca abierta. No sabíamos muy bien qué era eso de Pied Piper cuando arrancó la serie. Sobre todo con la horrible traducción que se hizo en España de la App, el Flautista. Que sí, que ya sabemos que es el significado literal. Pero ¿se traducen acaso los nombres de las aplicaciones? El concepto de su proyecto cambió en las últimas temporadas y pasó de la revolucionaria técnica de compresión de archivos a ser la creación de un nuevo internet. Eso era algo que se entendía mucho más para aquellos que no somos expertos en informática.

Silicon Valley era una sátira a los tiburones de los negocios que pululan por la ciudad que alberga las sedes de las principales compañías tecnológicas del mundo junto a la costa californiana. Depredadores que podían devorar a los incautos emprendedores que se instalaban en la zona. Los neófitos que aspiraban a ser los nuevos Steve Jobs pronto descubrían que tener una gran idea no garantiza el éxito y que siempre hay gente dispuesta a robársela y poner todas las trabas legales para que nunca la lleven a cabo. En un mundo que avanza a la velocidad de vértigo ser el número dos aboca el proyecto al fracaso. Y las grandes corporaciones tienen los medios para retrasar lo justo al competidor. Es la clásica lucha de David contra Goliath. Gavin Belson, interpretado por Matt Ross, era el gran rival de los protagonistas y muchos de los quebraderos de cabeza que han tenido desde el primer episodio vienen de él. Belson es el hombre que podía tener una firma fálica y que estaba al frente de Hooli, una gran corporación que a veces nos recuerda a Google, otras a Facebook. Mesiánico, manipulador, rencoroso... hasta bipolar. En las últimas temporadas, se había convertido en el inesperado aliado de los protagonistas en aplicación de eso de que "el enemigo de enemigo es mi amigo". Y es que también entraron en acción los expertos informáticos chinos plagiando, espiando y copiando a sus competidores norteamericanos. ¿Se nos está hablando de la guerra con Huawei? Pero Belson era mucho Belson y al final deja claro que él tiene sus propios intereses.

Para su episodio final, Silicon Valley enfrenta a sus protagonistas con un gran dilema. Por fin han conseguido que funcione a la perfección esa prometedora nueva internet en la que trabajaban, pero resulta que han puesto en marcha una Inteligencia Artificial tan perfecta que en cualquier momento podría empezar a pensar por sí misma y convertirse en una nueva Skynet, la máquina malvada de Terminator o una de las computadoras de Person of Interest. ¿Hacerse millonarios o salvar a la Humanidad? He ahí el dilema. Mediante un falso documental, vemos a los protagonistas recordando los hechos diez años en el futuro y descubriendo qué pasó. La guerra de empresas tecnológicas seguro que seguirá dando juego para mucho tiempo, pero los creadores han considerado que con seis temporadas el ciclo de Silicon Valley ha finalizado. La serie tiene un final cerrado, pero deja la puerta entreabierta con un cabo suelto que podría retomarse en futuras películas. Al fin y al cabo, Beavis and Butthead también volvieron.