Señor Reese, ya no tenemos más números. La semana pasada se emitió en Estados Unidos el último episodio de Person of Interest, aunque en España todavía nos faltan cinco capítulos para llegar a ese momento. La saga es una producción salida de la mente de Jonathan Nolan y producida por el omnipresente J. J. Abrams, quien cada vez se parece más a la Máquina por su capacidad para meter el hocico en un montón de series y franquicias cinematográficas. Person of interest tiene sus defensores y sus detractores, pero como sus audiencias no eran masivas la CBS había autorizado una quinta temporada final de sólo 13 episodios para que los guionistas concluyeran su historia. Así que no es una de esas series que acaba con un cliffhanger en el que todos los personajes quedan en una situación peligrosa y resulta que ya no hay más. Person of interest termina su argumento y hasta deja la puerta un poco entornada para que otros puedan seguir su legado en un futuro.

La serie cuenta una buena historia y sabe en todo momento hacia dónde va. El problema es que es una de ésas del "caso de la semana", en la que para disfrutar de un buen episodio tienes que tragarte cuatro que son morralla. Con el inconveniente de que las tramas de esos capítulos de relleno no llegan a la altura de otras de las que bebe, como Fringe o de Expediente X (donde había tramas autoconclusivas de tanta calidad como la del argumento principal), sino que se trata de guiones policiacos del montón donde todo se soluciona a mamporro limpio. Pero entre tanto caso y caso mediocre, hay una trama de fondo que avanza y hace que la serie se vaya haciendo cada vez mejor. Hasta el punto de que en la temporada final, aprovechando que es de sólo 13 episodios, estas tramas de relleno casi han desaparecido y todo va al grano. La historia de un grupo que se dedica a salvar a gente en apuros gracias a la ayuda de un superordenador que lo ve casi todo deriva hacia otros planteamientos más oscuros y hacia otros argumentos más propios de sagas como Terminator o Matrix, en las que la Humanidad corre el riesgo de acabar esclavizada por las máquinas. Person of Interest tiene hasta su propia versión de El Fumador, aquel villano mítico de Expediente X. En este caso, el malo en la sombra está interpretado por el veterano John Nolan, que es tío de Cristopher y Jonathan Nolan, con lo que todo queda en familia.

En estas líneas vamos a hacer un pequeño repaso a la historia que se nos va narrando a lo largo de la serie, por lo que algunos podrían tomarlo como un spoiler. Yo lo considero más bien como un repaso a la hoja de ruta del viaje para que aquellos que tienen la duda de emprenderlo decidan si les interesa o no completarlo, sin entrar a destripar qué le ocurrirá a cada personaje. En una historia que habla sobre la vigilancia masiva, el punto de partida son los atentados del 11-S. Michael Emerson, nuestro querido Benjamin Linus de Lost, interpreta aquí a Harold Finch, un excéntrico millonario y genio informático que inventa un superordenador capaz de predecir cualquier acto violento con resultado mortal. La máquina monitoriza todas las imágenes de cámaras de seguridad, todos los teléfonos, todas las publicaciones en redes sociales, con lo que deduce si alguien tiene riesgo de ser asesinado. Cuando el gobierno de Estados Unidos comienza a usar esa máquina en secreto para vigilar a sus ciudadanos se encuentra con el incoveniente de que ésta ha sido programada para considerar toda vida como algo valioso. El sistema, batizado simplemente como la Máquina o Vientos del Norte, les avisa de cualquier crimen, pero ellos sólo están interesados en actos de terrorismo con riesgo de un elevado número de víctimas. Estos asesinatos corrientes son considerados como números irrelevantes y la Máquina es reprogramada para que aprenda a ignorarlos. Tras la pérdida de uno de sus mejores amigos, un crimen que se consideró irrelevante por no ser un acto terrorista, Finch se las arregla para que la Máquina le vaya facilitando los datos de esas víctimas potenciales que no son relevantes y recurre a un exmilitar y exagente de los servicios secretos, John Reese (Jim Caviezel), que malvive en las calles de Nueva York como un vagabundo tras haber perdido las ganas de vivir. Reese encontrará un nuevo propósito en su vida, ayudando a cumplir las misiones que le va asignando la Máquina y poniéndo a gente a salvo, convertido en una especie de James Bond justiciero y en una leyenda urbana a quien se conoce popularmente como el Hombre del Traje. Estas misiones y las luchas de poder dentro de los servicios secretos por el control del ordenador marcarán las dos primeras temporadas de la serie. A lo largo de estos episodios, el equipo de colaboradores de Finch y Reese irá creciendo, aunque también habrá alguna que otra baja.

La cosa se empieza a complicar a partir de la tercera con la creación de otro superordenador por parte de una misteriosa corporación que carece de las restricciones de la primera y que es usada por el Gobierno para reemplazarla: Samaritano. Comienza así una guerra entre las dos inteligencias artificiales por imponer su visión del mundo. La nueva máquina es un reflejo oscuro de la creación de Finch, y considera a todas las personas irrelevantes. Todos son meros medios para lograr sus propios fines y, si alguien estorba, se le elimina sin contemplaciones. Cuenta con los medios para transformar la realidad a su antojo. Samaritano es capaz de crear cualquier tipo de prueba falsa y tiene a sus propios agentes que están conectados a ella, por tanto tienen acceso a toda la información sobre sus objetivos en el acto. Son tan implacables como los cyborg de Terminator o los hombres de negro de Matrix. Nuestro equipo protagonista intenta oponerse a la pesadilla de Samaritano desde la clandestinidad. Tenemos hasta realidades alternativas que no son más que simulaciones de las máquinas para estudiar las distintas opciones sobre cómo evolucionarán determinadas situaciones.

En un mundo dominado por la tecnología, la invención de la Máquina y de Samaritano es el equivalente a los nuevos dioses. Unos seres totalmente omniscientes, que son capaces de verlo casi todo (especialmente nuestros pecados) y de los que no hay escapatoria si te interpones en su camino. Uno ha sido programado para respetar la vida y el libre albedrío, mientras que el otro considera a las personas como medios para sus fines y sólo pretende el control absoluto de todo. Esos ataques hackers masivos, esos apagones sin explicación, esos extraños fallos en el sistema pueden ser la consecuencia de la guerra secreta entre las dos máquinas. El Gobierno de Washington ha perdido todo el control sobre ellas y es sólo un peón más moviéndose al ritmo que le marcan las nuevas ciberdeidades. Dios y Satanás luchando entre ellos, e incluso tenemos mesías que están dispuestos a sacrificarse por salvar a la Humanidad. Y mientras, entre misión y misión, uno va descubriendo que la intimidad ha muerto y ya nadie puede tener secretos en aras a una mejora de la seguridad. Pero, pese a todas las vidas salvadas ¿realmente se hace algo por salvar al mundo o sólo se van apagando fuegos conforme van surgiendo? Hay una gran plan detrás de todo, pero no sabemos cuál es. Los nuevos dioses han llegado.