Los residentes de la urbanización donde este miércoles falleció por un vecino no terminan de digerir lo sucedido. Están conmocionados y asustados, tanto que muchos de ellos evitan las cámaras de la prensa y aceleran el paso cuando te intentas acercar a ellos. Tras la impresión de las primeras horas, comienzan a valorar lo sucedido, para muchos un suceso nada sorprendente. «Esto se veía venir. Este chico era un chulo y un delincuente. No saludaba y además te miraba mal cuanto te cruzabas con él. Parecía que el mundo era suyo y tenía amenazados a todos los vecinos de su escalera», explica una propietaria. La mujer reconoce que está muy afectada. Tras enterarse del suceso sus hijos acudieron a acompañarla.

El residencial donde ocurrió el apuñalamiento cuenta con varios edificios. En el tercer piso del cuarto bloque vive la madre de África Elena, la víctima de 58 años que se encontró de golpe con la muerte. Su agresor, el vecino del segundo, es de sobra conocido. Es el residente que no saluda, que resuelve de manera agresiva cualquier roce y que ha llegado en varias ocasiones a agredir verbal y físicamente a sus vecinos en la urbanización.

«No podías ni mirarle. Si lo hacías te exponías a que te pegara o te insultara», explica una mujer.

El padre del presunto homicida también fue detenido por amenazar a la madre de la mujer apuñalada. Tal como relatan los vecinos, el supuesto homicida encontraba apoyo en su padre ante cualquier bronca.

Otros altercados

Hace unos años los dos protagonizaron otra trifulca. Discutieron con un propietario y el padre terminó clavándole un cuchillo. Le causó una herida por la que recibió ocho puntos de sutura.

«El padre le defendía en todo y además llegó a increpar a varias personas. Un día amenazó a una vecina con unas tijeras», cuenta una residente.

Los dos detenidos vivían juntos tras la muerte hace dos años de la madre. «Ella era un trozo de pan. Desde que murió la cosa empeoró y la situación se hizo todavía más insostenible. Yo vivo en otro bloque y cuando me cruzaba con él evitaba incluso mirarlo, pero lo peor lo han pasado los vecinos del mismo edificio. Ellos estaban amenazados, vivían con miedo y sabían que tarde o temprano pasaría algo grave».

La desazón se palpa en el ambiente y el silencio marca la tensa normalidad de la mañana de este jueves en el número 12 de la avenida Doctor Jiménez Díaz.

Los juegos infantiles que llenan la plaza central de la urbanización están desiertos, sólo un abuelo con su nieto pasea por allí.

«Al aparcamiento entraba a toda velocidad, a mí me daba miedo por mi nieto, temía que pudiera atropellarlo, porque muchos días el pequeño juega en la explanada por donde entran los coches», explica el hombre.

Otro propietario recuerda el mal momento que pasó cuando el presunto homicida se le acercó para acusarle de persecución. «Un día estaba limpiando el coche y me increpó diciéndome que le estaba persiguiendo. Me espetó que no lo hiciera más, le dije que no sabía de qué me hablaba y que se pusiera gafas. Con chulería me contestó que no le insultara, menos mal que todo quedó ahí».

La actitud agresiva del hombre era la tónica de la convivencia vecinal. «Ha tenido problemas con las drogas. Se veía que no estaba bien de la cabeza, pero no esperaba que tanto como para hacer esta locura. Tenía la mirada perdida. Yo iba a lo mío, ni hola ni adiós», recuerda una vecina.