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Análisis

El conjunto vacío del plurilingüismo en Alicante

El consenso prometido para aprobarlo hizo aguas desde el momento en que no aceptó la petición de los padres de llevarlo a un referéndum

El conjunto vacío del plurilingüismo

La del conseller de Educación ha sido una semana horribilis, acuciado por autos y sentencias del TSJCV que ya no dejan escapatoria a su proyecto de plurilingüismo. No va a poder estrenarlo en septiembre, como pretendía.

Se le ha dicho exprofeso que recupere el modelo lingüístico que implantó el PP hace seis años, y ahí es donde más le duele.

Vicent Marzà ha despreciado el movimiento social que se generó entre las familias de las comarcas del sur de Alicante, que percibieron en el proyecto un intento de imponer el valenciano a partir de aumentar en paralelo la enseñanza del inglés, y en este pecado está su penitencia: de momento toca esperar, los jueces le han paralizado.

No le ha valido argumentar por activa y por pasiva que su modelo de lenguas tenía todos los avales posibles, académicos de las universidades públicas, y jurídicos del Consell Jurídic Consultiu.

El consenso prometido para aprobarlo hizo aguas desde el momento en que no aceptó la petición de los padres de llevarlo a un referéndum, como sí estaba haciendo con la jornada continua escolar, y sus oponentes políticos -léase el PP a través de su adalid en la Diputación Provincial, César Sánchez- aprovecharon la coyuntura para trasladar la polémica a unos tribunales que, hasta el momento, están tirando por tierra los argumentos del conseller.

Que se podía haber hecho mejor parece de perogrullo. Por principio, todo es mejorable, pero lo más llamativo es que entre los propios defensores del proyecto del conseller Marzà ya no se hacen la pregunta, sino que lo afirman categóricamente: «Se podía haber hecho mejor».

El fin, loado y aplaudido porque persigue que los alumnos dominen al menos tres lenguas al acabar su enseñanza obligatoria, el castellano, el valenciano y el inglés, no justifica los medios.

Marzà ha dado una vuelta de tuerca a su proyecto premiando con títulos a quienes se inclinen por el valenciano frente al castellano, y ha creado un problema donde no lo había.

El conseller y el Ejecutivo valenciano en general, porque así lo ha destacado la portavoz, Mónica Oltra, que son poco menos que una piña en esto del plurilingüismo, han forzado la máquina de un programa lingüístico que parecía concebido, de entrada, para ir poco a poco, al ritmo de cada cual.

Los responsables educativos de su gabinete se batieron el cobre recorriendo la provincia para llevar este propósito plurilingüista a todos los rincones, trabajando desde el convencimiento de que la progresividad del proyecto, que permitía a los más reacios seguir un ritmo más lento hacia el mismo objetivo final, eliminaría las aristas.

Pero la tentación por recuperar en poco tiempo una mayor presencia del valenciano en las aulas, con la zanahoria del inglés por delante, encendió las alarmas y ha provocado finalmente la paralización cautelar de todo el proyecto.

Una lástima. Una pena. Las mismas voces que afirman que podía haberse hecho mejor lamentan ahora el conjunto vacío en que se ha quedado para el curso que viene el plurilingüismo avanzado que habían escogido.

Para colmo de males, la transparencia de que hace gala este Consell ha brillado por su ausencia a la hora de llevar a la práctica los mandatos jurídicos, y ha provocado un severo tirón de orejas de los magistrados que impiden poner en marcha el nuevo programa de la enseñanza en lenguas.

Ni en Educación ni en el resto del ejecutivo valenciano quieren ver que se hayan equivocado, y el malestar generado por este varapalo jurídico ha empezado a sacar a la luz modos similares a los que critican de sus adversarios políticos en el Gobierno central.

La portavoz, Mónica Oltra, pareció apropiarse del «plasma» de Rajoy en la última rueda de prensa de los viernes dando por contestadas una y otra pregunta con un mismo mensaje: que las familias estén tranquilas, el curso comenzará con total normalidad. Y se despidió hasta septiembre.

Pero hasta entonces queda mucho camino por recorrer en los colegios para poder cumplir con el mandato jurídico.

Los horarios organizados para unas clases con más enseñanza en lenguas, deben modificarse para volver a la estructura anterior, y queda sin aclarar la distribución de los niños de tres años en aulas de castellano y valenciano si se quiere cumplir con los jueces.

Todo esto, a fecha de 30 de julio, con los docentes a punto de iniciar sus vacaciones hasta el 1 de septiembre y con el inicio del curso fechado, al menos en Alicante, el 8 de septiembre.

Algo enmarañado parece que queda el patio escolar, por más que insista en lo contrario la vicepresidenta Oltra. ¿Se podría mejorar?

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