Como restos de un naufragio, cerca de 40 sillares de piedra del siglo XVI vuelven a tener sentido al verlos formando dos arcos en el suelo de un almacén municipal del Ayuntamiento de Sant Joan d'Alacant. Por las rendijas de la valla se aprecia como allí descansan los sillares de los arcos de entrada a la bodega de la Finca La Dominica, la más importante de la Huerta de Alicante, todo un tesoro que fue objeto del mayor atentado contra el patrimonio histórico local que ha sufrido este municipio en décadas.

En febrero pasado, el ayuntamiento da a conocer este «hallazgo», tan inverosímil como prueba evidente del escaso nivel de catalogación e inventariado del patrimonio que se conserva arrumbado en solares, compartiendo espacio con vehículos inmersos en procedimientos judiciales, viejas cabinas telefónicas o soportes para carteles electorales.

La cronología funesta de los hechos que llevaron a la desaparición de La Dominica comienza en febrero de 1999. El propietario de la finca derriba parcialmente este inmueble del siglo XVI, catalogado en el PGOU como Bien de Relevancia Local. La casa forma parte de un compromiso de cesión al Ayuntamiento, a cambio de la recalificación de terrenos para construir viviendas. Sin embrago, la Policía Local paraliza la pala excavadora cuando la mitad de la finca está por los suelos. Con un aspecto fantasmagórico, hasta el año 2009 se cruzan las denuncias, los acuerdos insatisfactorios de indemnización, los proyectos imposibles de rehabilitación y la descatalogación definitiva que terminó con su protección y su inevitable demolición final, dado su absoluto estado de ruina.

Lo cierto es que la decisión, en noviembre de 2009 del entonces alcalde Edmundo Seva de «salvar» los sillares de piedra caliza, permitió recuperar de los escombros unas piedras que son muy reconocibles por todo aquel que ha mostrado un mínimo interés por la historia de Sant Joan d'Alacant.

A la búsqueda de presupuesto

La labor inicial del excapataz del Ayuntamiento, ya jubilado, coordinando a la brigada de Obras, ha permitido conocer de qué material se dispone, ya que hay varios sillares partidos y desportillados. Ahora será una empresa especializada la que acometa la obra, según comenta el alcalde Jaime Albero. «Estamos buscando presupuesto y creo que antes de finalizar el año estarán colocados los dos arcos en la rotonda de Fabraquer, para que luzcan y estén cerca del sitio donde se levantaba la casa», asegura Albero, que fue edil de Cultura cuando la finca se convirtió en una montaña de cascotes.

Por su parte, la Asociación Cultural Lloixa ve correcto que los arcos se monten en la rotonda y espera que se continúe «con la labor de recolocar en Sant Joan los elementos conservados en almacenes municipales como las verjas de la iglesia o la fuente de La Concepción. De nada sirve salvar el patrimonio y después guardarlo en almacenes durante años hasta que se deshaga en pedazos».