El hasta ahora presidente del Banco de Santander, Emilio Botín, falleció ayer por un infarto de miocardio en su domicilio de Madrid a la edad de 79 años, de los que casi 28 estuvo al frente de la entidad financiera que convirtió en la más importante de España, de la eurozona y de las más relevantes del mundo. Fue la propia entidad la que comunicó la muerte a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), siguiendo la normativa, para adelantarse a la reacción de las bolsas. Está previsto que el entierro se celebre hoy en la intimidad, en el panteón familiar de Puente San Miguel, en Santander, después de que sus restos mortales fueran trasladados ayer hasta allí. Mientras, el funeral se oficiará el próximo sábado por la tarde en la Catedral de la capital cántabra.

Aunque públicamente no había trascendido nada, lo cierto es que el banquero sabía desde hace tiempo que su corazón era su talón de aquiles. De no ser porque el infarto se presentó de forma repentina cuando dormía, es muy probable que hubiera sido capaz de hacerle frente, incluso de haber sobrevivido al colapso. Emilio Botín no salía de casa sin el maletín negro en el que guardaba un desfibrilador. Uno de sus escoltas custodiaba el equipo de emergencia que siempre le acompañaba desde que entraba el Mercedes blindado con el que se desplazaba al salir de su domicilio en una lujosa urbanización madrileña de Somosaguas.

Su obsesión con la salud y un posible ataque al corazón era tal que planificaba un plan de acción en caso de infarto cada vez que subía a su avión privado para realizar uno de sus numerosos y habituales viajes de trabajo. El piloto sabía hacia qué aeropuerto dirigirse y su equipo ya tenía diseñado el plan de atención médica, según destacaron ayer diversas fuentes.

Emilio Botín, que tenía médico particular, se tomaba cada mañana la tensión. Se realizaba periódicos análisis de sangre y controlaba de forma meticulosa su alimentación. Era conocida su afición, casi obsesiva, a la sardinas. Las enlatadas conservan todas las propiedades del pescado azul: La vitamina D, la gran dosis de calcio de la espina, las sales minerales propias de esta proteína de alta gama (fósforo, yodo, sodio etc), las grasas omega-3 y el ácido oléico. En sus viajes internacionales, cuando no podían ser frescas, Emilio Botín abría a diario su lata de sardinas «Paco» para mantener su ración habitual.

Mucho ejercicio

También casi todas las mañanas que acudía a la sede del Santander en Boadilla del Monte, Botín nadaba a contracorriente de los chorros de su piscina privada. Además de la natación, disfrutaba cuando sus obligaciones le dejaban de otras dos de sus aficiones, la caza y el golf, pero también del ciclismo. Tantas precauciones y atención por llevar una vida y una alimentación saludable no impidieron que el corazón de Botín aprovechase que este estaba durmiendo para atacar. Ayer por la mañana las luces de su habitación no se encendieron a las seis de la mañana como lo hacía cada día. El servicio doméstico sospechó del retraso en la puntualidad habitual. Los médicos y un juez certificaron el fallecimiento a los 79 años (cumplía 80 años el 1 de octubre).