Emilio Botín será recordado, sin duda, por el revolucionario papel que desempeñó en la forma de hacer banca en España. Hijo, nieto y padre de banqueros, ya que su hija Ana Patricia ha sido considerada su «heredera natural», Botín desarrolló una larga carrera en el Santander, que comenzó a los 24 años y en la que logró conducir al banco con mano firme desde la capital cántabra a los primeros puestos del mundo.

Desde 1986, cuando recibió las riendas de la presidencia del Santander de manos de su padre, Botín se lanzó a una carrera frenética por hacer una banca diferente, con productos nunca vistos en España, que tuvieron que ser imitados por todos sus competidores para no quedarse rezagados. De carácter campechano pero muy firme, Botín puso en marcha las cuentas de alta remuneración, que sacó en el año 1989, y que marcaron un antes y un después en

el sector financiero.

La gestión de Botín, muchas veces considerada agresiva y casi siempre visionaria para adelantarse a sus competidores, tuvo uno de sus últimos grandes éxitos en 2005, cuando dinamitó el sector eliminando las comisiones de las cuentas bancarias de sus clientes. Por supuesto, el sector lo imitó.

De un banco local, a ser uno de los principales bancos del mundo, el mayor de España y el tercero de Europa. Ese era uno de los logros de los que más presumía Botín y para esta transformación no dudó en acometer operaciones y fusiones arriesgadas, incluso se atrevió con entidades más grande, siempre sin perder ni el timón ni el nombre ni el color rojo del logo de su entidad.