Las urbanizaciones y los diseminados están llevándose el grueso de la pérdida de habitantes que se viene produciendo de manera continuada en la provincia de Alicante desde 2013. Las cifras de población por municipios ya dejan ver que el fenómeno afecta de manera muy especial a las localidades del litoral y prelitoral con un importante contingente de residentes originarios de otros países de la Unión Europea, pero los datos desglosados por entidades de población lo ponen aún más de manifiesto. El último Nomenclátor publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) refleja cómo en los últimos cuatro años, en los que se han perdido 120.310 habitantes (un 6,1%), el número de residentes en las 141 cabeceras municipales ha bajado un 2,27%, mientras que en el resto del territorio ha caído un 19,12%.
En términos absolutos, los núcleos compactos de los municipios -o de sus capitales- han perdido 33.965 habitantes, mientras que los 85.745 restantes corresponden a las demás entidades de población y a los diseminados. Y aunque en este último grupo se incluyen numerosos núcleos concentrados más (y varios de ellos muy importantes), como las pedanías de Orihuela, Elche y Alicante, las entidades locales menores y otros pueblos que no conforman municipio en la Marina Alta y el Comtat, entre otros, gran parte de estas entidades y del hábitat disperso se corresponde con las zonas residenciales de las poblaciones litorales y prelitorales. Y en ellas, la comparativa del Nomenclátor de 2017 con el de 2013 no deja lugar a dudas: es en las urbanizaciones donde se han perdido casi todos los habitantes.
El litoral de la Marina Alta es, en este sentido, paradigmático. Dénia, Xàbia, El Poble Nou de Benitatxell, Teulada, Benissa y Calp han perdido en conjunto 26.717 habitantes, de los cuales sólo 3.226 correspondían a los respectivos núcleos urbanos y el de Moraira. La misma situación se puede aplicar en municipios costeros o residenciales de la Marina Baixa como l'Alfàs del Pi, la Nucia y Finestrat, y también en la Vega Baja, en Guardamar, Pilar de la Horadada, Rojales, San Fulgencio, San Miguel de Salinas y Algorfa, entre otros. Se observa incluso en Castalla, cuya pérdida demográfica (que incluye caer por debajo de la barrera de los 10.000 vecinos) se debe casi en exclusiva al descenso de empadronados en una urbanización. Una situación calcada se ha producido también en Pego. En Orihuela, el padrón se ha desplomado en 15.163 personas desde 2013 (de más de 91.000 a apenas 76.000), un 16,62%; sin embargo, sólo 930 corresponden al núcleo de la ciudad, estabilizado en unos 32.000 habitantes.
Esta tendencia, con escasas excepciones (las más llamativas, Altea y Torrevieja, junto a Benidorm, que tiene un hábitat muy concentrado), va también íntimamente ligada a la caída de residentes europeos, En cuatro años han pasado de ser 297.808 a 167.804, en contraste con los españoles, que se han incrementado de 1.476.225 a 1.500.212. Buena parte de esos extranjeros residen en las urbanizaciones o en los diseminados.
El geógrafo José Vicente Sánchez Cabrera recuerda que las periferias de los municipios son «más costosas de mantener y con poblaciones más maleables y, por tanto, inestables» frente a las que viven concentradas en núcleos urbanos tradicionales. La pérdida de habitantes repercute también en los ingresos para los ayuntamientos, que sin embargo deben seguir prestando servicios, «algo que repercute sobre el resto de la población». Además, recuerda la posibilidad de que la pérdida real de habitantes sea inferior a la que refleja la estadística y en las urbanizaciones sigan viviendo muchas personas no empadronadas, algo que complica todavía más la situación para los municipios.
