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A fondo

Los institutos sancionan con tareas comunitarias en vez de expulsiones

En las aulas más conflictivas se producen dos expedientes a la semana por peleas o insultos - Los directores avalan la efectividad de esta medida en lugar de echarles a sus casas

Estudiantes reparan el exterior del instituto ante la atenta mirada de la conserje. ISABEL RAMÓN

Los institutos de Secundaria han empezado a cambiar de táctica frente a las reiteradas expulsiones de los alumnos que insultan a los profesores o se pelean repetidamente e impiden con su mal comportamiento que las clases discurran con normalidad.

Amparados por el protocolo que enriquece el decreto del Plan de Convivencia, publicado este verano por la Conselleria de Educación, los directores han optado por sustituir desde este curso las expulsiones por tareas de todo tipo que contribuyan tanto a la mejora de las instalaciones de los centros como a una mayor autoestima de los propios estudiantes sancionados.

Los resultados, con ser todavía incipientes, ya se han dejado notar, como atestiguan en algunos de los centros que han probado la medida. La directora del Instituto Virgen del Remedio, Sofia Morales, asegura que dos de los sancionados en su centro con la pena máxima de la expulsión, tras apenas dos días de dedicarse a reparar la pintura de la fachada del instituto han pasado de «mirarse con odio y asco» a «estudiar juntos un examen».

El primer día que salieron al patio a pintar los bajos de la pared volvieron loca a la conserje, Laura Navarro, que junto al jefe de estudios controlaban la actividad para que llegara a buen término. Para no quedar en evidencia ante el resto de compañeros, mientras los demás están en clase, los sancionados realizan trabajos y arreglos por el centro y lo recogen todo a la hora del recreo para continuar después. «A ver si la próxima vez os lo pensáis mejor antes de pegaros», les dijo un profesor. «Pero si yo lo que quería era pintar», le replicaron, ufanos.

El cambio de actitud que experimentaron al día siguiente fue singular. La directora los encontró a uno pintando y al otro leyéndole en voz alta uno de los exámenes al que tenían que enfrentarse para esta evaluación. «Me dijeron que así repasaban, que no querían suspender. Es justo lo que buscamos, cambiar la violencia por la colaboración y la convivencia. Mandarles a casa no daba resultado y tenían muchos partes acumulados», concreta Morales.

Sin barreras

Compartir el cubo de pintura y los pinceles, además de cansarles físicamente propició su acercamiento para acabar cuanto antes una actividad que no les entusiasmaba «y en poco tiempo desaparecieron las barreras», constatan en el centro.

En general, los directores de institutos de Secundaria no se muestran partidarios de la expulsión. La apertura previa de expediente que conlleva resulta muy farragosa y no consideran que la medida resulte especialmente formadora ni edificante para los sancionados «porque suelen estar en casa solos y no aprovechan el tiempo. Los hay que incluso desean la expulsión para perderse de vista cuando sus padres no e implican en la enseñanza», apuntan desde otro de los institutos.

El IES Las Lomas, con una media de dos expulsiones a la semana, añaden a los pequeños trabajos de mantenimiento en el centro, con los que sus padres están «completamente de acuerdo», talleres de formación de mediadores «en los que los propios expulsados actúan de mediadores de otros conflictos menores. El resultado es espectacular porque se transforman al ver desde otro punto de vista situaciones que ellos provocan, y hace que cambien de actitud», afirman.

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