Vivir en su propia casa se ha convertido en una pesadilla para los vecinos de un edificio ubicado en Torrevieja. Uno de los inquilinos, que habita en la planta baja, sufre al parecer síndrome de Diógenes y su piso está lleno de basura, cucarachas y otros bichos. Desde hace meses la puerta de acceso a esa vivienda está rota y las plagas de insectos campan a sus anchas por el vestíbulo, que desprende un hedor nauseabundo. Los afectados tratan de combatirlo con insecticidas y ambientadores, pero eso es algo que sirve de bien poco. Lo que no se explican es por qué la administración no ha tomado ya cartas en el asunto para evitar que esa persona siga viviendo en condiciones infrahumanas y garantizar que se cumplan las medidas más básicas de higiene.

Carolina y José Antonio son una pareja de 22 y 29 años que viven a escasos cinco metros del vecino problemático. Ella está embarazada de mellizas y sabe que no podrá criarlas en ese entorno porque la situación es del todo insostenible. Los insectos se cuelan por todos los rincones de su vivienda. Detrás de los muebles de la cocina, por la campana extractora, entre la ropa... Ponen todo tipo de trampas, algunas con pegamento, pero acabar con la plaga les resulta imposible porque el piso de enfrente sigue abierto y salen más y más bichos. Aunque les costará mucho esfuerzo, aseguran que no les queda otro remedio que mudarse a una casa en régimen de alquiler, con la inversión que eso supone.

La pareja explica que la situación es cada vez más desesperada y no solo por los insectos. El problema que ocurre en este edificio ubicado en la Avenida Diego Ramírez Pastor va más allá. En al menos una ocasión ese inquilino ya hizo una hoguera en el patio de la vivienda y hubo que movilizar a los bomberos y desalojar, aunque por suerte todo acabó en un susto. En otra, dicen, amenazó con quemar el edificio entero. Lo más frecuente es que ponga música a todo volumen y se marche de la casa. A veces a mediodía. Otras en mitad de la noche. Las llamadas a la Policía Local son constantes, pero se puede hacer bien poco porque sin una orden judicial. A pesar de que la puerta está rota, la vivienda es infranqueable.

«El olor se hace todavía más insoportable en verano, cuando hace calor. Los bichos se reproducen cada vez más y no nos explicamos como no hay nadie que pueda meter mano a esta situación y ayudarnos», expresa la vecina afectada. Mientras este diario mantiene esa conversación a la entrada del edificio, baja por el ascensor otra residente. Ella vive en el tercero y el problema de las plagas no lo sufre de forma tan directa, aunque asegura que ha tapiado la chimenea para evitar que le entren bichos que suben por el patio de luces. A los pocos minutos se une una cuarta vecina, que también vive en el rellano, y asegura que la situación también es desesperada y que la paciencia se acaba.

Todos son conscientes de que el vecino problemático debe sufrir alguna patología que le hace vivir en esa situación y eso es algo que lo convierte en una víctima, pero les sorprende que tras meses alertando al consistorio no se haya hecho nada ni por él ni por ellos.