Un claro ejemplo de los excesos de las administraciones públicas en tiempos de vacas gordas. Se concibió como un referente de arquitectura moderna que se convertiría en emblema de Pilar de la Horadada y se ha transformado en una obra faraónica imposible de sufragar por las arcas municipales. El Ayuntamiento pilareño comenzó ayer a desmontar el imponente torreón que corona el edificio conocido como «La Paloma», un inmueble que se empezó a levantar en 2003 con una inversión prevista en 2,4 millones de euros y cuya construcción se detuvo en 2006 porque el presupuesto final se disparaba hasta los 12 millones de euros, una cantidad imposible de asumir. Después de siete años en los que la edificación ha sido totalmente saqueada, la administración local se ha visto obligada a derribar el «cuello y cabeza» con forma de paloma blanca porque la estructura principal no soporta su peso de más de 150 toneladas y existe riesgo de desprendimiento. El objetivo ahora es salvar lo que queda del edificio base inicial y encargar un nuevo proyecto para intentar darle uso. Es prioritario evitar que avance su deterioro tras haber invertido 4 millones de euros.

El desmontaje del torreón que destaca en el horizonte pilareño comenzó a primera hora de ayer con la instalación de la gran grúa con la que se desarmarán sus más de 30 metros de altura. La operación se alargará durante los próximos tres días. Se hará por partes y los operarios irán cortando el hierro que conforma los distintos niveles para retirarlos y venderlos después como chatarra al peso. Todo el que ayer cruzaba por la zona céntrica en la que se ubica el inmueble se paraba unos instantes para ser testigo del final de uno de los asuntos que ha marcado el debate municipal durante los últimos años.

El proyecto faraónico de «La Paloma» se ideó en el interior de los muros de una casa consistorial gobernada entonces por el socialista Ignacio Ramos García. Era el año 2001 y los ingresos procedentes de la industria del ladrillo llenaban las arcas locales. El equipo de gobierno se lanzó entonces a construir el buque insignia de la cultura pilareña: un enorme auditorio bordeado por un edificio semicircular. El complejo se coronaría con un gran torreón blanco que conformaría la forma final de una blanca paloma, aunque ni si quiera se decidió qué uso se le daría.

El proyecto se adjudicó en 2001 a la UTE Intersa-Urdemasa, que se encargaría de construir una zona de aparcamiento subterráneo que explotaría de forma privada y levantaría el resto del complejo con un presupuesto de 2,4 millones que saldría de la caja municipal. Poco antes de las elecciones de 2003, el parking estaba concluido y el regidor del PSOE y todo su equipo se fotografiaron poniendo «la primera piedra». Tres años más tarde, el Ayuntamiento había desembolsado 4 millones de euros tras aprobar varias modificaciones y ni siquiera se había construido todavía el auditorio. El Ayuntamiento decidió paralizar la obra y buscar soluciones. Los técnicos detectaron posibles problemas estructurales y los dos arquitectos que firmaron el proyecto dimitieron. Un tercer estudio determinó que se necesitaban otros 8 millones para concluir el auditorio. Se licitó un nuevo concurso para terminarlo, pero el edificio se quedó tal y como estaba. La oposición popular, encabezada por el actual alcalde, José Fidel Ros, denunció en los juzgados presuntas irregularidades relacionadas con los sobrecostes del proyecto. Ramos fue imputado. Más tarde el caso acabó archivándose.

Desde entonces y hasta hoy, los cacos se han llevado los ascensores del parking, el cableado de cobre, las ventanas de aluminio y cualquier material susceptible de ser vendido en el mercado negro. «La Paloma» se ha convertido en el símbolo de los excesos de una política megalómana que han acabado pagando todos los pilareños. Nadie ha asumido ningún tipo de responsabilidad.