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Francesc Arabí: «El zaplanismo es una religión neopopulista»

El periodista bucea en los antecedentes de la corrupción en la gestión del expresidente del PP en su primer libro: «Ciudadano Zaplana»

El periodista Francesc Arabí muestra su libro frente a la Ciudad de la Justicia, impulsada por Zaplana e inaugurada por él en marzo de 2003. m. a. montesinos

Suele contar Francesc Arabí a sus alumnos en la Facultad de Periodismo que hay periodistas perros y gatos. Los primeros persiguen los temas como sabuesos, husmeando cualquier espacio tras su presa hasta lograr (o al menos intentarlo) digerir hasta el tuétano de una buena historia. Los segundos son territoriales. No se mueven de su zona de confort y arañan al que osa invadir su demarcación. Obvia decir que Arabí, natural de la localidad alicantina de Gata, es de los primeros. Y ese «tarannà» innato que él ha desarrollado durante varias décadas en la redacción de Levante-EMV -diario del mismo grupo que INFORMACIÓN- es el que aplica a su primer libro Ciudadano Zaplana (Editorial Akal/ Foca) que presenta el 29 de mayo, a las 19 horas, en el Muvim de València.

Ciudadano Zaplana es, como él mismo explica, un «manual de zaplanología» para descifrar aquellos polvos de los que vienen los actuales lodos de la corrupción. «Porque parece que antes de la crisis y de la trama Gürtel no hubo corrupción, pero creo que era necesario contar que ya existía antes. Y hablar de la cimentación, de las raíces de la corrupción, de cuándo se comienza a construir el régimen, quién lo construye, con la ayuda de qué apóstoles y de qué manera». Es una lección que cree le debe a sus alumnos y futuros periodistas. «Para que sepan qué sucedió. El 'contigo empezó todo' en personas y políticas». El protagonista absoluto de esta historia, también obvia decirlo, es el expresidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, que puso los cimientos del «régimen» instaurado durante veinte años en la Comunidad.

Aunque «no es un libro contra el PP de ninguna de las maneras, porque está escrito gracias a mucha gente del PP, algunos muy importantes, pero también gracias a los testimonios de muchos empresarios». La obra tampoco es oportunista ante la situación judicial de Zaplana, protagonista absoluto del caso Erial. De hecho estuvo a punto de no ver la luz tras la detención del exministro. «Ya estaba escrito y me planteé si tenía sentido hablar de la amnesia colectiva que sufríamos, cuando el protagonista era un señor que salía todos los días en los telediarios». Afortunadamente el trabajo salió hacia adelante porque, explica Arabí, «sigue teniendo vigencia explicar todo lo que ha pasado» hasta llegar al Eduardo Zaplana detenido el 22 de mayo de 2018. «Cuando vi su detención pensé: ¿Cómo es posible que este mito falso no hubiera caído antes? ¿Como es posible que todos no vieran que el rey estaba desnudo?», se pregunta. Aunque advierte que Zaplana «políticamente será un estafador pero no ha estafado a nadie, todo el mundo se dejó estafar».

También niega Arabí que Ciudadano Zaplana sea producto de una obsesión. «Una de las razones por las que nace el libro es por la última llamada que [Zaplana] me hace desde el hospital, el 22 de diciembre de 2016, para decirme: 'Me tienes manía', porque había publicado una información sobre un sobrino suyo, colocado en Imelsa, y en la que me reprochó que sacara de nuevo el asunto que ya se publicó en el año 2005». Una anécdota que revela la obsesión de Zaplana por todo lo que se publicaba. «Mi trabajo nunca fue perseguir a Zaplana a diario, porque no cubría Presidencia, pero él tenía el don de la ubicuidad y estaba en todos los sitios. Porque el zaplanismo es una religión neopopulista que ha tenido muchos apóstoles y en la que se construía un liderazgo a partir de elementos sentimentales y publicitarios, como el concepto del poder valenciano, patrimonializar las señas de identidad o una cosa tan atávica como el agua, que es neopopulista porque es interclasista y rompe con los estratos sociales».

Para deconstruir el personaje, Arabí bucea en sus antecedentes en las juventudes de la UCD, en las que se granjeó la enemistad eterna de Javier Arenas. Y en las primeras sombras de corrupción que le salpicaron pero de las que logró salir indemne: «el caso Naseiro» en el que Zaplana se estrenó en los «hit parades» de las escuchas policiales, el «marujazo» que lo encumbró a la alcaldía de Benidorm gracias a la tránsfuga socialista Maruja Sánchez, o el primer caso Sanz en el que intentaron implicarlo para cercenar su meteórica carrera hacia la presidencia de la Generalitat. En Ciudadano Zaplana Arabí también disecciona con precisión quirúrgica y el verbo virtuoso e irónico que caracteriza a este periodista de investigación los dos primeros casos de corrupción que, pese a su gravedad, no sacudieron los cimientos del régimen instaurado por un Zaplana instalado ya en la Generalitat. La construcción del primer proyecto megalómano y faraónico de Terra Mítica, una «ruina», cimentada en el «asalto a las cajas de ahorro valencianas» que, con los años acabarían centrifugadas y malvendidas. Y el contrato en «B» pagado al cantante Julio Iglesias para que hiciera de embajador de la Comunidad, por el que cobró 990 millones de pesetas (6 millones de euros) a través de una tupida red de paraísos fiscales y facturas falsas que llegó a judicializarse, pero nunca llegó a buen puerto.

Un pago en «B», antes de que las cajas «B» de la Gürtel y Bárcenas se hicieran famosas pero que acabó en nada «a pesar de que llegamos a publicar el numero de la cuenta utilizada. La causa se archivó dos veces y al final doce años después se ha acabado asumiendo que Julio Iglesias cobró lo que cobró y cómo lo cobró, en dinero público. «El libro nace también de esa frustración», apunta. Sin olvidar, lo que es para Arabí la «clave de bóveda del régimen zaplanista: el ecosistema comunicativo. Siempre lo tuvo claro. Era un hombre muy comercial que leyó como nadie que estábamos en una democracia mediática. Fue un avanzado a su tiempo», ironiza. Arabí se pregunta qué hubiera pasado si todos los escándalos de Terra Mítica o Julio Iglesias se hubieran destapado en la época de las redes sociales. «Ya tengo la respuesta: hubiera acudido a Mark Zuckerberg para adquirir la red social».

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