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Una década de Gürtel: tres trajes que desnudaron al PP

Se cumplen diez años del estallido del caso de corrupción que acabó con la carrera política de Camps y marcó el declive de los populares

El Bigotes junto con su abogada después de su detención. a. I.

Muchos preparaban ya el primer fin de semana de febrero de 2009, hace ahora una década. Entre los que pensaban disfrutar del descanso no estaba, sin embargo, el juez Baltasar Garzón. Tenía entre manos una investigación que, como se ha demostrado con el paso de los años, iba a tener un enorme calado político: una trama de corrupción que operaba en Madrid y Valencia -dos grandes bastiones del PP- y que pagaba sobornos a altos cargos a cambio de «arreglar» las adjudicaciones. Un entramado corrupto que acabó con la carrera de Francisco Camps para marcar el declive político del PP en la Comunidad -consumado en las elecciones autonómicas de 2015 con la vuelta de la izquierda al Palau de la Generalitat- y que, a mediados del año pasado, supuso una condena judicial para el PP que provocó la caída de Mariano Rajoy tras la moción de censura liderada por el socialista Pedro Sánchez.

Baltasar Garzón no tenía previsto que la operación Gürtel -correa en alemán, como el apellido del cabecilla de la red- arrancara el viernes 6 de febrero pero para evitarse riesgos -los implicados estaban planeando su posible fuga- activó, inicialmente, un dispositivo que se concretó con el registro y la incautación de documentación por parte de la Policía en la conselleria de Turismo. Era uno de los departamentos de la administración autonómica que durante la etapa de Camps habían adjudicado jugosos contratos a Orange Market, la filial valenciana de la trama que dirigía Álvaro Pérez. El Bigotes, como era conocido dentro del PP, era un habitual del decorado popular por su estrecha relación no solo con Camps sino también con Ricardo Costa y David Serra, entonces los dos hombres al mando del aparato del partido. Fue precisamente con el arresto de Álvaro Pérez el 9 de febrero de 2009 -hace hoy justo diez años- con el que se destapó en toda su dimensión un sumario de corrupción que empezó con una acusación de una de las imputadas que en las grabaciones aseguraba que el jefe del Consell habría llegado a cobrar a cambio de aquellas adjudicaciones 30.000 euros en ropa de una conocida tienda de Madrid. «Son solo tres trajes», decían en el PP para exculpar a Camps y minusvalorar el asunto del que posteriormente, una vez ya dimitido, fue considerado no culpable por un jurado popular.

Pero aquel argumentario era solo una cortina de humo para tratar de rebajar los efectos de una trama que se convirtió en la antesala de una función que acabó lastrando al PP con, entre otros asuntos y por citar únicamente dos, el fraude de Cooperación -un sumario sentenciado con el exconseller Rafael Blasco en prisión- o la operación Brugal en Alicante, con el registro en 2010 de la Diputación y la detención de Joaquín Ripoll. Todo lo que trajo Gürtel condujo al PP a uno de sus peores resultados en 2015. Con el tiempo, sin embargo, quedó claro que la investigación era mucho más. Aquella trama corrupta se convirtió, a medida que avanzaban las pesquisas, nada menos que en media docena de piezas separadas que acabaron confirmando ese amaño de los contratos de Turismo para Fitur, un proceso por el que está en la cárcel de Villena la expresidenta de las Cortes Milagrosa Martínez; la evidencia de que el PP se financió ilegalmente en las elecciones autonómicas de 2007 y las generales 2008; que indagaron sobre el trato de favor en otros contratos de la Generalitat; o incluso en los «manejos» con la visita del Papa a València. Tres trajes desnudaron al PP.

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