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C.Pascual

Contracrónica

C. Pascual

La vicepresidenta se come al «coleta»

Mónica Oltra desplegó todo su carisma, eclipsando a Pablo Iglesias, la gran estrella de la noche. 4.500 personas llenaron el Centro de Tecnificación de Alicante

«¡Dales fuerte, Pablo!», le pedía al líder de Podemos a voz en grito uno de los miles de militantes y simpatizantes de la coalición que ayer llenaron el Centro de Tecnificación de Alicante. Y Pablo (Iglesias) les dio fuerte. Pero más fuerte, mucho más, les dio la vicepresidenta de la Generalitat, Mónica Oltra. Y es que la líder de Compromís se comió al «coleta», convirtiéndose en la protagonista de una noche reservada a Pablo Iglesias. Reservada, al menos, de inicio, porque la realidad fue bien distinta.

El mitin central de campaña de Compromís-Podemos en Alicante arrancó casi una hora tarde, en parte por el atentado en Kabul en el que murió un policía español. Iglesias, con semblante serio, convocó a los medios de comunicación antes de salir al escenario para enviar «todo» su cariño a la familia de la víctima y trasladar que el gobierno puede «contar siempre» con la colaboración de Podemos «para los asuntos de Estado». Antes se lo dijo a Rajoy por teléfono. Como homenaje al fallecido, las 4.500 personas presentes se pusieron en pie y guardaron un respetuoso minuto de silencio.

Y enseguida, la fiesta. Como una estrella de rock, de las que cada vez quedan menos, Pablo Iglesias entró en escena ante un público tan impaciente como enfervorecido. Tras el candidato, el resto de la comitiva, liderada por la que a la postre se convertiría en la triunfadora de la noche. Por entonces, fuera ya no quedaba nadie. Minutos antes, decenas de personas hacían cola a la espera de alguna invitación de última hora. Hubo suerte.

El pabellón, por dentro, estaba «customizado» desde primera hora de la tarde para el primer mitin conjunto de Iglesias y Oltra. Globos y pulseras moradas, chapas naranjas y varias pancartas llegadas desde distintos puntos de la provincia... En el escenario, para dar ambiente a las imágenes de televisión, los miembros de las candidaturas de la coalición al Congreso y al Senado. Abajo, en primera fila, varios de los cargos públicos de Compromís y Podemos, como el conseller de Transparencia, Manuel Alcaraz; las diputadas autonómicas Llum Quiñonero o Covadonga Peremarch o los concejales de Alicante Natxo Bellido y Nerea Belmonte, entre otros. No se le vio donde le correspondería por cargo al secretario general de Podemos en la capital, Jesús Bustos, implicado en un supuesto «pucherazo» en las primarias que aún investiga el partido.

Y casi una hora más tarde de lo previsto empezaron las intervenciones. No eran pocas, pero fueron más, ya que también tomó la palabra Irene Montero, la «número cuatro» por Madrid, que cogió el relevo de Antonio Montiel, síndic de Podemos en las Cortes. Tras ella fue el turno para los candidatos más próximos, como Ignasi Candela, Rita Bosaho, Àngela Ballester y Joan Baldoví, el primero que levantó a los presentes de las sillas. El diputado se llevó, frente al atril, la primera gran ovación de la noche. No fue la única, pero sí de las que más resonaron en un pabellón cuya acústica no se encuentra entre sus principales virtudes.

Luego llegó el turno para Oltra, que exhibió su vena más mitinera. Levantó a las masas y se metió a todos en el bolsillo, y eso que la mayoría de los presentes tiraban más para Podemos. También aludió al «tic tac» ante el 20-D: «Ya ha empezado la cuenta atrás para el final de Rajoy. Quedan nueve días».

Mirando el reloj, justo a las nueve de la noche y coincidiendo con el inicio de las noticias en los principales canales de televisión, Pablo Iglesias tomó la palabra. Pero no lo quiso hacer solo. El «coleta» llamó a Oltra, con la que se fundió en un abrazo, el segundo de la noche. Un gesto nada casual que escenificaba la unión de Compromís y Podemos ante las generales.

Frente al atril, el candidato a la Presidencia del Gobierno habló de todo, aunque sin salirse del guión de esta campaña. Luego llegó el baño de masas, al acabar. Firmó libros, se hizo fotos, repartió carantoñas y emplazó al personal a volver, pero ya como inquilino de La Moncloa.

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