Con más de 40.000 plazas hoteleras, once mil de campings y 20.400 de apartamentos turísticos, Benidorm es el primer destino de sol y playa de la Península. Un negocio redondo. Una metrópolis surgida casi de la nada en pleno siglo XX, que vive sólo para el ocio, arrastra a toda una provincia y está abierta todo el año: mientras cualquier lunes de abril otros núcleos costeros aún están bostezando en espera del verano, la urbe de los rascacielos exhibe orgullosa calles repletas de gentío. Si a Benidorm le va bien, le va bien a parte del tejido económico de la provincia.

Eso sí, durante la legislatura que concluye, esta máquina de ganar dinero lo ha pasado mal. La crisis ha dejado huella. El desempleo ha seguido siendo una lacra. Y los empresarios han encontrado motivos de sobra para criticar con dureza a los gestores de las administraciones que ahora van a renovarse merced a la cita electoral del día 24.

El sector ha pasado en este periodo hasta por graves momentos de desánimo. Los ejemplos son incontables. Uno acaeció a mediados de agosto de 2012: Benidorm cerró la primera quincena de aquel mes con el peor dato de la época. «No nos esperábamos tan mal resultado, esto duele» dijo entonces el presidente de Hosbec, Antonio Mayor. Era la época álgida de la austeridad y los recortes, dogmas de fe impulsados por el Gobierno de Rajoy que se propagaron al resto de instituciones, con el consiguiente freno al gasto turístico. No en balde, Benidorm cerró aquel 2012 con una ocupación del 78,2%, la más baja de todo el mandato político ahora a punto de expirar.

Eso sí, las cosas han cambiado para bien desde entonces. El negocio ha remontado. Las últimas cifras así lo demuestran: esta misma semana, Hosbec culminaba abril con el mejor guarismo de pernoctaciones desde 2002, gracias al tirón del mercado español (el consumo al fin se alegra) y al incremento del mercado extranjero. Y no es un dato aislado. Confirma una tendencia: de hecho, la ocupación de todo 2014, de un 82,39% no sólo ha sido la mejor de la legislatura sino de la década. En ese 2014, sólo la actividad hotelera del municipio generó unos ingresos de 335 millones, frente a los 319 del ejercicio anterior.

«Estamos viendo la luz al final del túnel» señalaba esta misma semana un Antonio Mayor ya menos pesimista que hace unos años, aunque todavía muy prudente «porque hemos pasado una crisis muy dura y aún estamos en ella». De hecho, el sector sigue arrastrando sus rémoras y por lo tanto sigue necesitando del mimo de las administraciones: «el aumento de volumen de clientes, que marcan esos buenos índices de ocupación, no se está viendo acompañado de índices de rentabilidad». O dicho de otra maneara: para captar turistas, los hoteles han tenido que bajar tanto sus precios que los márgenes de beneficios y por lo tanto la capacidad para crear riqueza en la ciudad y su entorno sigue siendo muy estrecha.

Hay estadísticas que así lo demuestran: los ingresos por habitación disponible (el famoso RevPar) ascienden en Benidorm a 45,92 euros diarios, lo que no está mal si se tiene en cuenta que es una cantidad superior a la del resto de la Costa Blanca, a la Comunidad Valenciana e incluso a la media española; pero que todavía es insuficiente porque son ingresos inferiores a los de las autonomías donde se encuentran sus principales competidores: Canarias, donde el ingreso por habitación es de 65 euros, Baleares, que está casi por 60 o Cataluña, con unos 50.

De esta forma, un elemento característico de la oferta de Benidorm que ha forjado su prestigio como destino (unos servicios de calidad a precios muy asequibles) constituye a la vez una de sus principales debilidades. Para que vengan clientes, los hoteles rebajan hasta un 15% sus precios en reservas anticipadas, regalan entradas para salas de fiestas o parques temáticos, dejan a los niños alojarse gratis?

Ahora bien, Mayor se muestra convencido de que si las perspectivas económicas se confirman,«iremos gradualmente recuperando la rentabilidad natural del sector» y por lo tanto se ensancharán los beneficios. Pero eso sí, para que durante la próxima legislatura se cumplan esas previsiones más optimistas, la patronal cree que las instituciones han de arrimar el hombro. Porque durante estos cuatro años, se han sentido solos en esta guerra, mejorando la oferta por su cuenta y riesgo. Así, las inversiones privadas han sido muy superiores a las públicas. Las cadenas y empresas han reformado un 25% de toda la planta hotelera de Benidorm y han inaugurado más de una decena de establecimientos. «Los empresarios sí creen en el turismo».

La clase política no tanto, a tenor de las críticas que las patronales le han dedicado a lo largo de estos cuatro años. Es verdad que gente como Mayor entiende que la crisis ha lastrado la capacidad de las administraciones para invertir; pero hay otros comportamientos que ya no entienden tanto, como por ejemplo el hecho de que la Generalitat destine a la actividad turística sólo el 0,11% de sus gastos para un estrato económico que supone el 13% de todo el PIB autonómico. Si además el Consell toma decisiones cuestionables como los cambios en el calendario escolar que perjudicaron la ocupación en plena temporada alta o los continuos recortes en las prestaciones del futuro Tren de la Costa, o una incapacidad manifiesta para seguir atajando la lacra de los apartamentos ilegales, a pesar de los últimos cambios legislativos al respecto, o una promoción que en ocasiones ha marginado a la Costa Blanca, parece comprensible que el tejido empresarial de Benidorm no tenga demasiada buena opinión del gobierno de Fabra que va a cerrar su mandato.

Controversias estériles

Y si las cosas no han ido demasiado bien con el Consell, qué decir del Patronato Provincial de Turismo: su diputado, Joaquín Albaladejo, llegó a negarse a asistir a una comida de Hosbec porque le habían tratado como un «gilipollas»: Benidorm siempre le ha reprochado que ese organismo marginara a la ciudad en sus inversiones pese a su importancia turística. Por su parte, tampoco la exalcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, se ganó demasiada buena fama tras negarse a que el municipio contara con lanzaderas del AVE. Una polémica del todo estéril, como si ahora resultara que Alicante y Benidorm no comparten un mismo territorio y una misma sinergia económica, sino que fueran irreconcilliables competidores.

¿Y con el Ayuntamiento de Benidorm? Los diferentes ejecutivos formados por el PSOE en solitario o en coalición con Liberales dejan después de cuatro años luces y sombras. El sector agradece algunos esfuerzos, como el alto vuelo adquirido por la Fundació, la esperada apertura (aún a medio gas) de Boca del Calvari o las mejoras de acceso a la ciudad desde la AP-7. Pero sigue advirtiendo de graves deficiencias en la escena urbana: mientras los hoteles se ponían bonitos con nuevas estéticas, la ciudad sigue anclada en una estética de los años sesenta que en ocasiones roza lo cutre. Avenidas como la de Europa o la del Mediterráneo arrastran innumerables deficiencias; el Centro Cultural se ha pasado una legislatura entera con las obras paralizadas, convertido aún en una gran caja de hormigón; y nuevas dotaciones para diversificar la oferta que Hosbec pide casi en cada contienda electoral, como un centro deportivo de alto rendimiento, son aún una quimera. Todo eso por no hablar del enfrentamiento con el alcalde, Agustín Navarro , por su idea de imponer una tasa turística que provocó la rebelión de los hoteleros al ya famoso grito de «Esto no es Miami».

Más allá de posibles desencuentros con la administración local, todas las patronales son conscientes de que los municipios turísticos maduros como Benidorm necesitan artillería foránea: inversiones de otras administraciones. En esta legislatura, llegaron a pedir auxilio a la Unión Europea para que apostara por el turismo mediterráneo. Y Mayor prosigue su cruzada por lograr del Gobierno Central una mejor financiación para los destinos turísticos, «que llevan desde la década de los 60 recibiendo de las arcas del Estado mucho menos de lo que dan».

¿Cambiará este sino a partir de 2015?