Los alumnos de la Escuela Oficial de Idiomas (EOI) de Elda exigen una solución definitiva a las graves deficiencias que presenta el viejo y precario centro donde hay matriculados más de 2.000 estudiantes. Para que la reivindicación sea atendida, la Asociación Cultural y de Idiomas de Elda, Petrer y Comarca ha recogido un millar de firmas que en los próximos días presentará por registro en el Ayuntamiento. El alumnado reclama una reforma integral de la EOI, con cargo a los fondos del Plan Edificant, que subsane las numerosas deficiencias que presentan las instalaciones. Un centro que se viene utilizando desde hace nueve años aunque, a priori, se trataba de una ubicación provisional.

Lo que se pide es dotar al edificio de una accesibilidad total con «rampas y señalizaciones» desde la puerta principal y el aparcamiento; acabar con las filtraciones de agua en la cubierta y en una de las aulas; la mejora de la eficiencia energética mediante la sustitución de la carpintería metálica de la planta baja; la habilitación de un salón de actos en la zona diáfana y de una mediateca -en la antigua casa del conserje- para facilitar los trabajos en grupo, el estudio individual y el préstamo de libros. Y, sobre todo, acabar con las barreras arquitectónicas con baños adaptados y un ascensor para que las personas con movilidad reducida puedan acceder a las aulas, que están concentradas en la primera y segunda planta.

Abandonos

Este curso hay seis alumnas que no pueden acudir a las clases sin que familiares o compañeros les ayuden a subir y bajar las tortuosas escaleras. Un problema que les está llevando a varias de ellas a plantearse abandonar los estudios hasta que haya una solución. Es el caso de Vanessa Molina, una eldense de 33 años que cursa primero de inglés y padece una minusvalía física del 65% a consecuencia de un tumor cerebral del que fue operada con 19 años. Con tesón, esfuerzo y rehabilitación ha experimentado una gran mejoría. Pero todavía tiene que caminar con un andador y para ella subir a la primera planta donde está su aula es misión imposible. «Me tienen que coger para subir y bajar las escaleras porque no puedo guardar el equilibrio, y menos mal que no me ha tocado la clase en la segunda planta...», comenta con resignación tras admitir que cuando se matriculó en verano «daba por hecho que había un ascensor, como tiene que haberlo por ley en todos los edificios públicos». Una carencia por la que, precisamente, un alumno tuvo que abandonar sus estudios el curso pasado. Para ella la instalación de un ascensor «es la solución para los discapacitados y para los no discapacitados que puedan sufrir una lesión o una enfermedad». Vanessa lucha contra las barreras de la EOI de Elda pero también se solidariza con el sufrimiento de una compañera, que lleva un aparato de oxígeno portátil, y tiene que hacer un «esfuerzo titánico» para llegar a su clase. Y no es la primera vez que esta situación se denuncia. En octubre de 2017 este diario ya lo hizo con un artículo titulado: «Los peldaños de la discriminación».