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Tres comercios resisten en Elche frente al vallado del Mercado Central

La imagen de desolación se adueña de la zona cuando han pasado cinco años desde que se fueron los placeros y uno desde que se cercó el edificio

Una calle que rodea al Mercado, limitada por el vallado y donde solo hay tres establecimientos. matías segarra

Hace unos cinco años que la actividad comercial en torno al Mercado Central de Elche empezó a decaer con el traslado de los placeros al complejo de abastos provisional de la avenida de la Comunidad Valenciana. Desde entonces el volumen de trabajo de los establecimientos ubicados alrededor del edificio ha ido, según denuncian, en descenso continuo hasta llegar al punto de ser en algunos casos prácticamente inexistente, por el cierre de locales. Los pocos establecimientos que hay en la zona siguen pasando, a día de hoy, lo que muchos se atreven a calificar como una «travesía en el desierto», ya que éste es el aspecto, el del desierto, que presentan algunas de las vías que rodean al Mercado Central, donde, pese a todo, hay comerciantes que cada jornada siguen levantando la persiana.

Un claro ejemplo de agonía comercial, provocada por el conflicto del proyecto del Mercado Central, está en uno de sus laterales, donde tan solo quedan tres establecimientos, que solo abren por las mañanas, ya que por las tardes por esta calle «no pasa ni un alma». Un comerciante jubilado recuerda que «antes había ventas todos los días de la semana, y hasta los sábados por la tarde, pero ahora cuesta mucho que pase alguien interesado en comprar, el ambiente es desolador».

De los locales que siguen ofreciendo productos en esta calle, que forma parte de la plaza de la Fruita, uno se dedica a los comestibles, otro es una mercería, el tercero es un bar. Mejor suerte tiene un restaurante que tiene su entrada por la calle Victoria, aunque también sufre las consecuencias.

Estos establecimientos sufrieron primero la pérdida de tráfico de personas cuando se marchó el grueso de placeros, después cuando desalojaron a los últimos comerciantes del complejo de abastos, que seguían contribuyendo a la actividad económica del entorno, y, finalmente, la «puntilla» les llegó hace algo más de un año cuando se instaló el vallado para realizar catas arqueológicas en el exterior del edificio, previstas en el proyecto del mercado, que limitó la calle a la acera, creando un pasadizo por el que a los vecinos no les gusta pasar.

«Esto da mucha pena», decía esta semana una vecina cuando transitaba por esta vía, que añadía que «a quien se lo expliques, no lo acaba de entender. No sé cómo se ha permitido que la situación llegue a este nivel de abandono, es incomprensible».

Es precisamente este vallado, lo que más enfado ha provocado entre los comerciantes de la calle, ya que deja a sus establecimientos en un punto muy poco atractivo. «Si durante los años en los que se fueron los placeros la situación fue mala, ahora ya ni te cuento», explicaba uno de los propietarios de los establecimientos.

Una vez que el gobierno municipal ha tomado la decisión e iniciado los trámites para rescindir el contrato del proyecto del nuevo Mercado Central de Elche, se comunicó que se había dado aviso a la empresa adjudicataria, Aparcisa, para que, lo antes posible, retire el vallado que tanto mal está causando a la actividad comercial del entorno. La intención municipal es que la empresa retire el vallado, y rellene las zonas excavadas para que la zona, aunque sin mercado, recupere algo de normalidad.

«Sin embargo pasan los días y nosotros aquí no vemos movimiento, y está claro que a los vecinos no les gusta pasar por esta calle, si se le puede llamar calle, y al final toman otras rutas, para nuestra desgracia», apuntaba una vecina de la zona.

Recaudación

RecaudaciónLas pérdidas en algunos negocios son cuantiosas. Hay quien se atreve a admitir que la recaudación en su establecimiento ha caído hasta un «80%», y todos miran hacia el Ayuntamiento, que no les queda muy lejos, para buscar responsables. La última acción municipal para tratar de contentar a los comerciantes del entorno del Mercado Central se ha empezado a ejecutar esta semana, y es la eliminación de las dos casetas que antes ocupaban los puestos de flores, en la plaza de las Flores. Gestos, no obstante, que «saben a poco, ya que esta zona, por mucho que digan cada vez parece más un desierto», sentenciaba un comerciante.

«Antes vendía 5 cajas de cerveza un sábado y ahora ni una a la semana»

«Antes vendía 5 cajas de cerveza un sábado y ahora ni una a la semana»Loren y Charo, del Bar Altamira, denuncian que la situación junto al complejo de abastos es «insostenible» y que aguantan para poder jubilarse

Uno de los establecimientos que resiste, pese a llevar más de un año limitado por el vallado de las catas arqueológicas del Mercado Central, es el Bar Altamira, que regenta el matrimonio formado por Loren y Charo. Estos hosteleros aseguran que «la situación es cada vez más delicada, hemos pasado de estar muy bien, a tener dificultades para pagar las facturas, y eso que conseguimos negociar una rebaja en el precio del alquiler del local».

Loren recuerda que «empecé a trabajar en esta calle cuando todavía se ponía por aquí el mercadillo, y a los tres meses lo pasaron a la plaza de las Flores», a la vez que confiesa que «hace cinco años, cuando todo esto empezó, pensé seriamente irme a montar el bar a otro sitio, a Murcia o Alicante, pero al final no lo hice».

La situación de este negocio ha ido en declive como todo el entorno. Charo recuerda que «hemos pasado de vender cuatro o cinco cajas de tercios de cerveza un sábado por la mañana, a ahora no vender ni una a la semana».

No obstante, este matrimonio es constante, y cada mañana, de lunes a sábado, regresan al centro de Elche para abrir su establecimiento donde, insiste Charo, «sigo ofreciendo la misma calidad en mis productos, no escatimo para nada, aunque sea a costa de ganar menos, y así seguiremos mientras podamos y llega nuestra jubilación».

Loren tiene 63 años y Charo 62, y explican que «tenemos que hacer lo posible para aguantar hasta que llegue nuestra jubilación, aunque al final tenemos claro que nos iremos de aquí y no habrán hecho nada con el Mercado Central».

Cuando se les pregunta cuál es el secreto para aguantar esta situación reconocen que «no hay ninguno, solo que por fortuna trabajamos con mucha gente de confianza (en referencia a los proveedores) y cuando vienen y estamos justos posponemos el pago de la mercancía para la semana siguiente. Es lo bueno de llevar toda la vida trabajando con los mismos proveedores, que saben que siempre van a cobrar».

Y todo esto, añadió Charo, «cuando nosotros teníamos la costumbre de pagar el alquiler por adelantado, y ahora tenemos que pedir al casero que espere unos días, hasta que, poco a poco, va entrando dinero en la caja, gracias a nuestra clientela más fiel, que no se ha ido a otro sitio porque nos conocen desde hace muchos años, y no nos dejan, sino, estaríamos totalmente perdidos».

Eso sí, recuerdan que «este verano no pudimos dar servicio a una comparsa que tenía la costumbre de venir en fiestas. No cabían con el vallado de las catas y se tuvieron que ir a otro sitio».

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