«El viernes, dos días antes de que se desplomara el techo, ya escuchamos cómo crujía y desmontamos la habitación de los niños por lo que pudiera pasar». Y pasó. Juan de Dios Carrillo vive con su mujer, su hija y sus nietos en la última planta del edificio que sufrió un derrumbe parcial el pasado domingo en Carrús. «Lo veíamos venir», añade, pues hace cerca de seis meses que empezaron a sufrir goteras desde la terraza, algo que hicieron saber al administrador de fincas y al presidente de la comunidad». La situación se agravó tras el último episodio de gota fría. El domingo, dos días después de haber sacado a los pequeños de ese cuarto, por precaución, «empezaron a escuchar un ruido. Al principio creíamos que era el perro, que se había metido en el armario. Cuando vimos que estaba en otra habitación, pensamos que era una especie de animal. Entramos a ver qué pasaba y entonces vi la raja. Salimos de allí un segundo antes de que se viniera abajo», contaba ayer su hija.

El peso de los escombros de la caseta que tenían en la terraza, el suelo de la misma y el techo de la vivienda hizo que se desplomase también el techo de la vivienda de abajo, las dos afectadas por el desplome. «Salimos corriendo, con lo puesto, y fuimos a avisar a todos los vecinos para que abandonaran el edificio», asegura Juan de Dios. «Toda la ropa de los niños sí estaba en el armario, en esa habitación, y hemos tenido que comprarle ropa nueva. Ayer (por el lunes) nos dejaron entrar acompañados por la Policía para recuperar algunas cosas, pero no sabemos cuándo podremos volver a nuestra casa», lamenta.

Todas las plantas, menos una, estaban habitadas, cuentan los vecinos, y aunque tan solo dos viviendas sufrieron daños, todos han tenido que abandonar su casa, por precaución. Es el caso de Sonia, que junto con su marido y su hijo «llevamos dos noches vivienda en casa de vecinas. El domingo lo pasamos en casa de una de ellas y anoche en otra. Ayer, tras pedir ayuda a los servicios municipales «nos han alojado tres días en un hostal mientras nos ayudan a buscar un sitio donde quedarnos», relata.El domingo estaba en casa, con su familia, y escuchó el ruido del derrumbe. desde el entresuelo. «Al principio, como hay niños arriba, pensamos que habían tirado un mueble o algo, porque el ruido fue bastante fuerte. Nos quedamos muy asustados cuando bajaron los vecinos y nos dijeron que había que salir. Espero que se solucione pronto, porque tengo un niño pequeño, no podemos estar de aquí para allá, y ni siquiera he podido coger sus cosas», concluyó.

El resto de familias han podido realojarse en casas de familiares o amigos, a excepción de una que ha sido acogida por Cáritas. La familia de Juan de Dios se ha mudado a una pequeña casa, de una sola estancia en la que se encuentra el dormitorio, el salón y la cocina, a pocos metros del edificio donde se produjo el derrumbe. En este pequeño espacio pasarán estos días los cinco miembros de su familia, a la espera de una solución. «Nos va a tocar pedir un préstamo a todos los vecinos, pero aún no sabemos la cuantía ni si los daños son muy graves, estamos a la espera de que nuestro arquitecto, el administrador de fincas, y el Ayuntamiento nos den el informe de daños para poder iniciar el proyecto de reforma», señala el principal afectado.

También está en el aire el saber si el resto de vecinos podrán volver a sus casas mientras se arregla el desplome sufrido en las dos viviendas superiores.

Precintado

Por el momento, el edificio se encuentra completamente clausurado. Ni siquiera el negocio que se encuentra a pie de calle, un centro de estética, ha podido abrir sus puertas. «Estoy tratando de contactar con el Ayuntamiento o la Policía a ver si me pueden acompañar para recoger algún material y poder hacer las uñas u otros tratamientos en otro sitio, porque cada día que pase cerrado el negocio son todo pérdidas», lamentó ayer su propietaria, Toñi López.

Ahora, solo queda esperar a los informes técnicos para buscar una alternativa que les permita «volver a casa cuanto antes», concluyeron.