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Análisis

La gran «familia» franjiverde

El punto milagroso ante el Huesca refuerza a un Elche cada vez más unido en el inicio de la segunda vuelta de la competición. Pacheta es la clave tanto en la gestión del vestuario y del entorno como en marcar el objetivo sin levantar los pies del suelo

Los jugadores del Elche, tras el partido ante el Huesca. Antonio Amorós

Un punto para empezar 2020. No es mal arranque, pues sabe a gloria por el desenlace del partido, con el empate en el minuto 91, cuando ya se estaban desempolvando algunos mensajes catastrofistas ante una nueva derrota en el Martínez Valero. La realidad del fútbol pone a los equipos en su lugar. Y el del Elche está claro que, por aptitud, no es de los primeros. Sin embargo, por actitud consigue pelear con cualquier rival. Discutir las derrotas, valorar los empates y disfrutar de las victorias. Este es el Elche en el ecuador de la Liga.

La mejor versión del Elche el sábado se pudo ver en la primera parte, con una idea clara de inicio: jugar en el campo del Huesca. Los pupilos de Míchel acabaron con su dato de posesión más bajo del curso. Juan Cruz fue un puñal por la izquierda, Gonzalo Villar se creció en la medular y sólo faltó remate, el punto débil del equipo durante la campaña.

Los aragoneses, con la cuenta bancaria más solvente, evidenciaron esa diferencia en un buen arranque de segundo tiempo, neutralizando el dominio franjiverde y aprovechando una excelente volea de Mikel Rico, poco vigilado por los mediocentros sabiendo de quien se trata, desde fuera del área.

El golpe fue duro y lo cierto es que los ilicitanos no terminaron de reponerse hasta el milagroso empate. Pacheta trató de hacer reaccionar a los suyos metiendo calidad (Pere Milla), velocidad (Josan) y físico (Mfulu). El Elche no tuvo fútbol, pero sí fe. No bajó los brazos, creyó hasta el final y encontró el camino hacia la igualada en una acción en la que se vio lo que se espera ver de Milla. Donde otros se precipitan y mandan el balón a la grada, él tuvo el temple del buen cirujano para colocar el balón donde el guardameta del Huesca no podía llegar y salvar un punto.

Una notable versión de Pere Milla sería el mejor regalo de Navidad para este Elche. Pacheta le trata como al hijo pródigo, ese al que la mayoría dan por perdido pero al que un padre insiste en poder recuperar una y otra vez a base de cariño, comprensión y confianza. El catalán es un activo importante para el club y le daría al equipo ese salto de calidad necesario al ataque que se ha echado de menos durante la primera vuelta de competición.

Abrir los ojos

Ahora es cuestión de abrir los ojos ante el panorama que uno tiene delante y no cegarse, ni por la cercanía de los puestos de playoff ni por los recuerdos de equipos como el de José Bordalás en la 2010/2011 o Fran Escribá en la 2012/2013. A este Elche le da para competir, sí. Pero no se le puede exigir ser mejor que quienes manejan presupuestos mayores y plantillas más completas.

Ante esto sólo queda hacer como el buen estudiante, que no el más listo o inteligente. La constancia premia más el trabajo y el esfuerzo que el talento y el don. Por eso hay que valorar cada punto como si fuera un botín hasta alcanzar el objetivo de los 50. Pacheta ya recordó en la previa del duelo frente al Huesca el dramático final de temporada en 2017 que envió a los franjiverdes a Segunda B. Una mala racha te puede hundir y hay que estar preparados para que no se repitan errores del pasado reciente.

Equipo, club, familia

Lo mejor de este Elche es que es como una familia liderada, curiosamente, por José Rojo Martín y Juan Francisco Martínez Modesto, dos hombres que podrían pasar desapercibidos al presentar el DNI en cualquier sitio, ya que a ambos se les conoce por apodos heredados de sus padres: Pacheta y Nino. Podría ser casualidad, pero es otro detalle más a tener en cuenta.

Al técnico se le podrán discutir decisiones tácticas o elecciones de futbolistas porque ni en el deporte ni en la vida nadie tiene la verdad absoluta, pero su gestión del vestuario y del entorno es impecable desde que llegó hace casi dos años a un club aterrorizado por la posibilidad real de la liquidación si no regresaba al fútbol profesional a corto plazo. Era la oportunidad para un entrenador nómada que no terminaba de encontrar su sitio. Ahí están los resultados, pero no sólo eso.

Esta semana, a Pacheta le ha tocado vivir días duros por la pérdida de su madre. Su coraza se vino abajo justo antes de empezar el partido. El minuto de silencio entraba en su plan. La sincera y espontánea ovación posterior, no. Doña Petra, que en paz descanse, estará orgullosa de ver el cariño que ha recogido desde distintos lugares del mundo aquel niño al que curaba las heridas cuando daba sus primeras patadas a un balón en Salas de los Infantes. Porque al final ese cariño, esa familia, es más importante que un ascenso o que un gol en el minuto 91.

Recuperar espectadores, otro objetivo del Elche

Además de hacer crecer la plantilla con fichajes en el mercado invernal, el Elche tiene como objetivo que las gradas del Martínez Valero vayan aumentando su afluencia. La buena imagen del equipo es el principal sustento para ello, a la espera de los primeros movimientos de la nueva propiedad en lo que a caras nuevas se refiere. Ante el Huesca se dieron cita casi nueve mil espectadores, lejos aún de las posibilidades que ofrece el recinto ilicitano.

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