«El ciclo de la política en España es de seis meses». Con esta afirmación, Luis Garicano se refería a que, al final, el hecho de que los procesos electorales se sucedan continuamente está afectando -de forma negativa- a la adopción de políticas. «Muchas de las decisiones importantes requieren ponerse de acuerdo más allá del horizonte de las elecciones», agregó. Para ilustrarlo, puso como ejemplo el pacto educativo que estaban negociando el PSOE, el PP y Cs. «Estaba todo casi cerrado, cuando al PSOE se le abrieron los ojos y pensó que era un horror llegar a un acuerdo con el PP y Ciudadanos. ¿Qué le iban a decir a sus clientes si se llegaba a ese acuerdo? Por eso, se levantaron sin previo aviso, y pusieron como excusa que no se llegaba a un mínimo del PIB», explicó, citando como testigo de lo que acababa de contar a la portavoz de la Comisión de Educación de Cs en el Congreso, la alicantina Marta Martín Llaguno, presente en el auditorio.

Precisamente respecto al ámbito educativo, y más concretamente por lo que respecta a la Universidad, defendió la excelencia de muchos campus españoles, y se refirió expresamente al de Alicante, Málaga o Valladolid. Ahora bien, sí se mostró partidario de diferenciar entre «financiación basal», repartida a todas las universidades por igual, pero también abogó por incorporar financiación adicional que se distribuya de acuerdo con la excelencia en investigación y docencia, para potenciar los departamentos de élite. Más crítico se mostró con la política lingüística en Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana. «Al final, vamos a conseguir clientes adoctrinados que vean el mundo bajo el prisma del enfrentamiento», dijo en un tono muy duro. Hasta alegó que Baleares está en la situación en la que estaba Cataluña hace 15 años, por lo que el futuro que le espera, de seguir así, es muy similar, vaticinó.

De hecho, la política tomó más protagonismo en el turno de preguntas. Y todo hasta el punto de que le interpelaron sobre qué había impulsado a un científico social a dar el salto a la primera línea política. «No mejora mi nivel de ingresos ni mi calidad de vida», manifestó irónicamente, y bromeó con que su mujer, su madre y su hermana le dijeron que estaba loco cuando les comunicó su decisión. Dicho esto, y ya en tono más serio, subrayó que, «realmente, queremos que mejoren las cosas en España», y aprovechó para apostillar que «Ciudadanos es una oportunidad», sacando pecho así de la formación en la que está integrado. Incluso deslizó que el partido de Rivera es la solución en estos momentos: «Hay mucha gente inculcando el odio, y hay que parar esto cuanto antes. El populismo y el nacionalismo están creciendo y hay que implicarse para luchar contra eso», sostuvo el también candidato de Cs a las europeas.

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Al hilo de esto, reconoció que en todo partido siempre hay que hacer renuncias. «Un partido político es eso, aunque en cuestiones como el empleo, la educación o la financiación no he tenido que hacerlas y, si tuviera que renunciar, no me interesaría seguir», puntualizó.