Corría el año 1981. Era la España de la dimisión de Suárez, del golpe de Estado fallido de Tejero o del ingreso en la OTAN. Pero también era la de los albores de la Movida, de El Torete y el Vaquilla o del estreno de «Evasión o Victoria». La mítica película de John Huston tuvo una más que discreta acogida por parte de la crítica especializada pero fue un gran éxito de taquilla. A escasos meses del Mundial 82, la combinación de Sylvester Stallone (por entonces estrella emergente del celuloide gracias a Rocky), el carismático Michael Caine y futbolistas legendarios como Pelé, Ardiles o Bobby Moore era una apuesta segura y trajo como resultado, como no podía ser de otra manera, una gran recaudación.

Quizás porque el Hollywood de los 80 prefería los finales felices, tal vez por dirigirse sobre todo a un público adolescente o puede que para «desquitarse» del poso amargo del documental «La batalla de San Pietro», a Huston, tipo duro por excelencia y doble ganador del Óscar, se le fue la mano con el azúcar en «Evasión o Victoria». Sea como fuere, el filme evocó la épica del deporte y, en cierta medida, abrió la puerta a quien quiso conocer la historia real de lo que se llamó «El partido de la muerte». Ahora, el director catalán Jaume Collet Serra suena como responsable de una nueva versión de la película.

EL CONTEXTO

EL CONTEXTO

Año 1941. La operación Barbarroja dejaba Ucrania en ruinas y la imparable maquinaria militar alemana tomaba la capital. Los más de 400.000 soldados ucranianos que sobrevivieron a la batalla de Kiev eran enviados a campos de prisioneros o, en el mejor de los casos, malvivían entre los escombros de una ciudad devastada. Entre estos, se encontraban varios jugadores del histórico equipo de la ciudad, el Dinamo de Kiev.

EL EQUIPO DE LA PANADERÍA

EL EQUIPO DE LA PANADERÍA

En una tarde cualquiera, Josef Kordik, panadero de origen checo-alemán y gran aficionado al fútbol, se topó camino del trabajo con un mendigo que resultó ser el ex portero del Dinamo de Kiev y uno de sus ídolos, Mykola Trusevich. Kordik, al ver la pésima situación en la que se encontraba, le ofreció el puesto de barrendero en su panadería, propuesta que el guardameta aceptó sin dudar y que significó el germen de una gran amistad. Al calor de la nostalgia de tiempos mejores y de las gestas futbolísticas narradas por Trusevich, ambos decidieron buscar entre las calles de la ciudad a más ex jugadores del Dinamo. La idea era recomponer el histórico club.

La búsqueda duró varias semanas y encontraron a 10 jugadores más. Ya tenían equipo pero, quizás porque había tres jugadores del Lokomotiv (el otro equipo de la ciudad) o tal vez porque querían escenificar un «reinicio» del fútbol ucraniano, decidieron llamarlo FC Start. Precisamente «Start» es una de las pocas palabras que significan lo mismo en inglés que en ucraniano: inicio.

EL PRIMER PARTIDO

EL PRIMER PARTIDO

A pesar del estado famélico de gran parte de sus jugadores, los comienzos del Start fueron más que prometedores: siete partidos con pleno de victorias (entre ellas dos goleadas ante dos conjuntos alemanes menores). Estos triunfos, unidos a las buenas relaciones que Kordik tenía con el ejército nazi, permitió que Josef y un alto mando alemán pactasen la celebración de algo más que un partido. El Start se mediría al Flakelf (una especie de selección alemana, con los mejores jugadores reclutados por la Luftwaffe), en lo que la propaganda nazi tildó de «duelo entre la invencible raza aria y el enemigo rojo».

El 6 de julio de 1942 se disputó el primer partido entre el Start y el Flakelf. Teóricamente y a pesar de su inferioridad técnica, se presuponía que la mejor condición física de los alemanes debía prevalecer ante los de Kiev y, con ello, la «preponderancia aria» respecto al gran enemigo (es importante recordar que el Dinamo siempre tuvo fuerte arraigo comunista).

Pues nada más lejos de la realidad: en un magnífico partido, el Start no solo doblegó a su rival sino que le hizo un 5-1 que supo como la hiel en los paladares nazis.

LA REVANCHA

LA REVANCHA

Ante semejante afrenta, no era díficil de esperar que los oficiales de la temida Luftwaffe movieran ficha: reclutaron varios jugadores de más nivel y pidieron -más bien, exigieron- la revancha a Kordik y a sus chicos del Start.

Apenas tres días después del primer partido, el 9 de julio de 1942, en el estadio Zenit de Kiev, se midieron por segunda vez ambos equipos en lo que a nadie escapaba que era mucho más que un partido. Decía Orwell que el deporte es una guerra sin balas. Y aquí acabó teniendo razón... A medias.

El equipo ucraniano alineó de salida a Mykola Trusevich, Putistin, Kuzmenko, Honcharenko, Svidirovskiy, Korotkykh, Klimenko, Tyutchev, Balakin, Sukharev y Melnik. Todo estaba listo y solo hacía falta que el árbitro del encuentro (un oficial de las Waffen-SS) ordenase que echara a rodar el balón. Eso sí, cuentan las crónicas de la época que hubo cierta controversia porque los jugadores del Start, en primera instancia, se negaron a hacer el saludo nazi. Desde los primeros compases, se vio que el partido no iba a ser un paseo para «los panaderos».

El equipo alemán, mucho mejor preparado y mejor posicionado sobre el terreno de juego, parecía otro con respecto al que jugó el primer partido. De hecho, en los primeros compases del choque llegó a adelantarse en el marcador con un gol no exento de polémica (Trusevich, cuando encajó el tanto, todavía continuaba aturdido tras haber recibido una patada en la cabeza).

Sin embargo, este 0-1 no hizo que el Start se descompusiera y pocos minutos después, con goles de Kuzmenko y de Honcharenko consiguió remontar el encuentro. Al final del primer tiempo se llegó con ventaja local de tres a uno.

No hay constancia objetiva de lo que pasó realmente en ese medio tiempo. Resulta difícil discernir entre realidad y leyenda pero, según sabemos a través de diversas fuentes, un alto mando de las SS entró en el vestuario de los chicos de Kordik y les advirtió que las consecuencias serían las peores imaginables si no se dejaban ganar por sus rivales. Ante esto, Trusevich y sus compañeros, tras discutirlo mucho, decidieron hacer caso omiso de la advertencia nazi y optaron por honrar a Stalin y a la Orden 227: Ni un paso atrás.

En la segunda parte, el Start siguió mostrando la misma competitividad que en los primeros 45 minutos, dejando claro que los alemanes les podrían quitar todo excepto su espíritu deportivo y su dignidad. El Flakelf, por su parte, también continuó en la misma buena línea y, llegados al primer cuarto de hora, el marcador ya era de 5-3, lo que sin duda denotaba la intensidad con la que se estaba jugando.

Precisamente llegados a ese minuto 60, se produjo una jugada que cambió el signo del partido y, quién sabe, si el destino de la mayoría de los jugadores del Start: Klimenko realizó un eslálon en el que, tras superar a toda la defensa del Flakelf, se plantó solo ante el meta alemán, al que también regateó y, con la portería vacía, en vez de marcar el 6-3 optó por lanzar el balón hacia el centro del campo. Ante este «indulto», que fue entendido por los nazis como la peor de las humillaciones, el árbitro dio por finalizado el encuentro. Parece que todo estaba visto para sentencia...

LAS CONSECUENCIAS

LAS CONSECUENCIAS

Pocos días después del «partido de la muerte», varios jugadores del Start fueron arrestados por la policía secreta nazi bajo la acusación de pertenecer al NKVD (Comisionado del Pueblo para Asuntos Internos), un órgano con funciones policiales y de seguridad en el estado soviético. Durante estos arrestos, se produjeron las dos primeras muertes: Tkachenko (tiroteado tras intentar escapar de la Gestapo) y Korotkykh, que fue torturado hasta acabar con su vida.

El resto de jugadores fueron deportados al campo de concentración de Syrets. Allí, tres de ellos (Trusevich, Kuzmenko y Klimenko), curiosamente los mejores en el encuentro ante el Flakelf, fueron ejecutados -por motivos desconocidos- el 24 de febrero de 1943.

Sin duda, el destino de los héroes del Start FC se parece más bien poco al de los afortunados jugadores de «Evasión o Victoria». Los ucranianos saltaron al campo aquel 9 de agosto de 1942 sabiendo que desafiaban a su suerte y que nadie les iba a ayudar a escapar como sí hicieron con Pelé, Caine o Stallone en la película de Huston. Sabían que solo eran libres para elegir entre una vida mísera o ser leyenda. Y aprovecharon su elección: «el partido de la muerte» les hizo vivir para siempre...