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Giner de los Ríos, pedagogo del futuro

Hoy se cumplen cien años de la muerte del fundador de la Institución Libre de Enseñanza, que obtuvo su grado de Bachiller en el instituto Jorge Juan de Alicante

Giner de los Ríos, pedagogo del futuro

Sin su legado difícilmente podría entenderse las generaciones del 98 y del 14 pero tampoco la modernización de la educación y la cultura en España. La Institución Libre de Enseñanza (ILE) fue el faro intelectual y sentimental, creado por Giner de los Ríos, que inspiró proyectos como la Junta de Ampliación de Estudios o las Misiones Pedagógicas. Esta vanguardia cultural de la Edad de Plata fue aplastada por la dictadura franquista y aunque parte de su legado fue retomado con la democracia, muchas ideas de Giner forman parte de un futuro educativo permanentemente aplazado. Cualquier maestro que lea hoy a Giner comprobará que muchos de sus objetivos pedagógicos todavía no se han llevado a la práctica. Escuela sin exámenes y sin libros de texto, formación integral y creativa del alumno o importancia del excursionismo y el paisaje como práctica docente son tareas pendientes. Tal vez algún día volvamos a Giner de los Ríos para construir la escuela del futuro. Mientras, el ideal humanista de la educación sigue en retirada con la LOMCE, que arrincona a la filosofía, al arte o a la historia, y que exime de ética a los católicos. Quienes buscan renovación pedagógica crean hoy escuelas Waldorf o Montessori sin percatarse de que la ILE -o la Escuela Moderna- siguen siendo todavía referentes vigentes en muchos aspectos.

El krausismo fue traído a España por Sanz del Río tras su estancia en Heidelberg en 1843 y 1844. La razón por la que Sanz del Río eligió a este filósofo idealista y críptico, Krause, como referente regenerador de la sociedad española sigue siendo hoy un enigma. Lo cierto es que el krausismo fue un «estilo de vida» que influyó decisivamente en la cultura y política española, desde la Gloriosa hasta la II República.

Tras el fracaso político de la efímera I República, presidida por el filósofo krausista Nicolás Salmerón, la segunda generación krausista, liderada por Giner de los Ríos, se dio cuenta de que los cambios sociales buscados debían comenzar por la educación. «Donde hay que hacer la revolución es en las cabezas, es decir, en los espíritus», escribió Giner, logrando dar al krausismo un giro pedagógico. Tras aprobarse el decreto Orovio (1875), que prohibía las enseñanzas contrarias al Estado y la Iglesia, Giner decidió abandonar su cátedra universitaria junto a otros profesores krausistas. Fue entonces, en su destierro gaditano, cuando Giner ideó el proyecto de la ILE, cuya fundación tuvo lugar en 1876.

Precursor del regeneracionismo, Giner fue, en palabras de Unamuno, el Sócrates español porque, como recordó un alumno institucionista, Antonio Machado, usaba el «diálogo sencillo y persuasivo» en vez de la memorización para que la «ciencia fuese pensada» y «vivida». Tal vez Giner fuera un místico pero «no contemplativo y estático, sino laborioso y activo».

La ILE tuvo diversas influencias pedagógicas: Rousseau, Pestalozzi y Fröbel. En sus estatutos constituyentes, se declara independiente de cualquier creencia religiosa, filosófica y política. En el discurso inaugural del curso 1880-1881, Giner se muestra partidario de la sustitución del banco por un círculo alrededor del profesor para asegurarse de que los escolares estén «activos, que piensan, que hablan, que discuten, que se mueven, que están vivos». Se trata, como señala Antonio Viño, de promover un «pensar haciendo» y un «hacer pensando», como después plantearía el «aprender haciendo» John Dewey. Los institucionistas rechazan los libros de texto, los castigos físicos y los exámenes; destacan la importancia de la oralidad, el valor de los trabajos manuales y de los juegos deportivos o la coeducación. La historia se enseña desde el presente y no desde la antigüedad. Además, son los propios centros educativos los que se encargan de seleccionar al profesorado.

Pero más allá de estas propuestas de modernización educativa, que dejan en evidencia algunas de nuestras prácticas docentes, creo que la aportación más valiosa de Giner fue la educación integral. Basada en el ideal armónico del krausismo y contrario al dualismo platónico-cristiano, trasciende la misión instructiva de la escuela al concebir el ser humano como una totalidad inseparable de sentimiento y razón, naturaleza y espíritu. «La inteligencia por sí misma, da luz, no calor», escribe Giner en una frase que podría haber suscrito Howard Gardner o cualquier adlátere de la inteligencia emocional. El objetivo de la ILE «no se reduce a preparar a sus alumnos para ser en su día abogados, médicos, ingenieros, etc...», porque no tendría sentido «enseñar a pensar y estudiar» si olvidásemos lo esencial, «enseñar a vivir».

Junto a estas reflexiones de Giner, habría que considerar el alcance de su legado cultural. Gómez Molleda se ha referido a una segunda Institución Libre o «Institución difusa», cuyo espíritu e inspiración es reconocible en numerosos proyectos e iniciativas: Museo pedagógico de Instrucción Primaria (1882); Ministerio de Instrucción Pública (1901); Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1907); Escuela Superior de Magisterio (1909); Residencia de Estudiantes, Residencia de Señoritas y Centro de Estudios Históricos (1910); Instituto-Escuela (1918); o las Misiones Pedagógicas (1931).

Los años de Giner en Alicante

Giner de los Ríos obtuvo el grado de Bachiller en Filosofía en el Instituto de Alicante el 9 de junio de 1852. Había nacido en Ronda (Málaga) en 1839. Su padre, empleado de Hacienda, fue destinado a diferentes ciudades en las que vivió junto a su familia. La familia Giner llegó a Alicante cuando Francisco contaba nueve años. El Instituto de Alicante fue fundado en 1845 y tuvo como primera sede la casa de la Asegurada en el número 9 de la calle Villavieja. Según consta en el expediente académico (número 55) que he podido localizar en el Instituto Jorge Juan, gracias a las facilidades de su equipo directivo, Francisco estuvo matriculado durante cuatro cursos (1848-1852). En el citado expediente figuran, además de sus calificaciones, la solicitud del título de bachiller y dos exámenes realizados por el alumno en esos años. También incluye la memoria de un trabajo de Giner por el que obtuvo un premio el 3 de julio de 1849. Durante su estancia en Alicante conoció a Emilio Castelar (1832-1899) y a Carlos Navarro y Rodrigo (1833-1903), periodista y político alicantino que llegó a ser Ministro de Fomento y que obtuvo el grado de bachiller en 1848. Francisco abandonaría a los 12 años Alicante con destino a Barcelona para realizar el preparatorio de Jurisprudencia.

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