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Benidorm, ciudad de periodistas

Con la muerte de Monge me viene a la cabeza la cantera de profesionales del Periodismo que ha dado esta población

Conozco pocos lugares de la provincia de Alicante que hayan dado tantos periodistas como Benidorm. Las peculiaridades de una ciudad en movimiento constante desde finales de los años 50, el fabuloso fenómeno que representa su vertiginoso crecimiento y el hecho de que nada de lo que allí acontece en 24 horas se parece a lo del día anterior, ha hecho de Benidorm un bocado apetitoso para el oficio informativo, si se quiere voraz e insaciable, un menú degustación de historias y reportajes de esos tan de buffet de hotel de playa, donde uno no puede dejar de comerse la actualidad por más que su cerebro le aconseje parar de deglutir. Benidorm ha sido desde la segunda mitad del siglo XX una máquina de producir noticias que parece no tener fin.

Se levanta el periodista con un conflicto entre bañistas por conquistar un palmo de arena donde clavar la sombrilla y se acuesta canturreando de forma inconsciente Nunca caminarás solo, la pieza de Gerry & the Pacemakers que sirve de himno a los hinchas del Liverpool. Llegué a aprenderme los cánticos que la muchachada británica dedicaba en los 80 a Kevin Keegan y en los 90 a Gary Lineker. De la guerra de la sombrilla al himno del Leeds, la ciudad amartillaba el día a día entre un enjambre de información que requería de profesionales para contarlo. Los de la casa y los centenares de enviados especiales de medios europeos que se dejan caer por allí cada año para describir el fenómeno de una capital incomparable por irrepetible.

Uno de esos periodistas era Miguel Alberto Martínez Monge, fallecido este fin de semana a los 85 años. Él era el decano benidormense del gremio, pero después de él llegaron otros, y luego otros, y algunos de más allá, mucho antes de que usurparan el espacio de la información de calidad los piratas ajenos al oficio, esos que se autoproclaman periodistas después de lanzar un tuit o montan y desmontan blogs al dictado y rebufo del viento político. Médicos y curanderos del medio informativo. A estos últimos los ves en una tele con su nombre rotulado y la palabra periodista debajo y te das cuenta de que ha triunfado la ignominia y de que el Armageddon anda rondando a la raza humana. O al menos a la manera de hacer información tal como nos la enseñaron.

Miguel era de una generación muy anterior a la mía. Colaborador de este periódico ya en los 60 y luego de su jubilación como funcionario municipal, fue testigo de la refundación de la Isla de Benidorm como Isla de los Periodistas. Es posible que algún otro punto geográfico en el planeta honre de igual manera al gremio, pero yo no lo conozco. El dni del islote es prueba suficiente de la impronta que la profesión ha dejado en la localidad.

Con la muerte de Monge me vienen a la cabeza la cantera de profesionales del Periodismo que ha dado esta población. Desde coetáneos suyos como Juan Portolés o Pepe Perles (ambos de INFORMACIÓN), a compañeros de Monge antagónicos en lo ideológico, como Manolo Ballestero (primero en INFORMACIÓN, luego en ABC), amigos íntimos uno del otro, pero con quien he presenciado las discusiones más afiladas e inteligentes alrededor de una cerveza, campo de conocimiento en que el decano no tenía rival. Me acuerdo de Maesba, ya octogenario; de su hijo Jaime, y de Vicente Zaragoza y de Carlos Esteve, que me apadrinó en el oficio. Y me vienen a la cabeza algunos y algunas compañeras de profesión formados en esa factoría de informadores de primera y que aún siguen en activo, desde Juan R. Gil a Mercedes Gallego, de Juan Díaz a Pere Rostoll, Teresa Domínguez, Nieves Sáiz,... Todos y todas moldeados entre rascacielos, en esta casa, o en la competencia: en Canfali, en La Verdad, en El País. Algunos seguimos. Y la cantera no para de crecer. Otros, como Martínez Monge, se van yendo.

Tiempos de fake news, tiempos de me dicen que y de me cuentan que dicen que pasa, tiempos de redes sociales. Frente a ello, Periodismo.

Por cierto, Monge (85 años) llegó a ser un experto en el manejo de Facebook. Le habría gustado que las nuevas generaciones fueran (a la recíproca) expertas (como ya son la mayoría) en las mejores artes de la vieja escuela. En las mejores, puntualizo, que de las malas también había. También le habría gustado que la Isla de Benidorm continuara justificando el nombre con que fue rebautizada. Amigo Miguel, nunca caminarás solo.

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