Benidorm se mantiene año tras año a la cabeza de los destinos vacacionales en España y haciendo frente, además, a la competencia de otros puntos turísticos internacionales. Así lo evidencian las cifras de ocupación hotelera de los últimos meses. La ciudad, con la recepción de 182.742 viajeros y más de 1 millón de pernoctaciones hoteleras en junio -los últimos datos dados a conocer por el INE hasta ahora-, se colocó en el cuarto puesto de pernoctaciones sólo superada por Barcelona, Madrid y Calvià en ese orden.

Pero, ¿qué tendrá Benidorm para que siga siendo uno de los destinos preferidos por los turistas? La ciudad se plantea nuevos retos «sin cambiar el modelo de turismo que tantos éxitos le ha dado a la localidad: las playas y el ocio nocturno», decía días atrás el alcalde de municipio, Agustín Navarro.

La temperatura de la que goza la localidad gracias a su microclima es uno de los atractivos más repetidos por los turistas para decidirse a pasar sus vacaciones en Benidorm. Ernesto Matute, un cliente llegado desde Valladolid, coincidía con la opinión de la mayoría: «Elijo esta ciudad por sus playas, el ambiente con las personas y el clima».

El litoral como principal atractivo

Precisamente, hace menos de un mes la Fundación Turismo Benidorm hacía público un estudio de posicionamiento sobre la marca Benidorm en el que animaba al Ayuntamiento a apostar por sus playas como reclamo «porque su calidad es indiscutible». El especialista Raúl del Río, presidente de la empresa que elaboró el estudio, comparó en ese momento las playas de Benidorm con las de Waikiki, en Honolulú; y Copacabana, en Río de Janeiro, como ejemplo de destinos que se han hecho famosos por sus playas.

Eva Igea, turista de Soria, definía la ciudad así: «Tiene un poco de todo sin ser agobiante de nada». En la mayoría de los casos los visitantes destacan que la localidad lo tiene todo a mano: los comercios, los restaurantes, pubs nocturnos, los hoteles... En cambio, Eva María Gutiérrez, de Alcalá de Henares, cree que es necesario un chiringuito donde comer unas sardinas a pie de playa, recordando el antiguo local situado en el acceso a la playa de Poniente, conocido como «La Cueva».

Otro aspecto que destacan los turistas es la limpieza de las calles, a pesar de que la suciedad es una de las quejas continuas de los vecinos cuando el alcalde hace su particular visita a los barrios. Los turistas tienen la sensación de que la vía pública está limpia, sobre todo, en la zona del Rincón de Loix y el Paseo de Levante, explicó entre otros, Marie, procedente de Reino Unido.

Débora Sánchez y Antonio Requena, de Madrid, echan en falta más jóvenes. «Antes de venir creíamos que nos íbamos a encontrar jubilados y fiesta, finalmente es lo que hemos visto» dijeron. Este es uno de los retos pendientes del Consistorio, que está intentando paliar con la celebración de festivales de música. Hace menos de un mes, tras el final del evento Low Festival, Navarro hizo balance y se refirió a él como una «apuesta consolidada para relanzar el turismo joven y de calidad». En septiembre, se celebra otro, en este caso de rock, el Iberia.

Por otro lado, señalan como punto fuerte de la ciudad la accesibilidad para personas con movilidad reducida. «Hablo desde la propia experiencia porque mi madre es discapacitada y tanto las calles como las playas están preparadas para ellos», explicó Débora desde el paseo de Levante, que afirma no haber encontrado baches ni impedimentos en la vía pública. Además, la ciudad fue pionera en implantar en su costa los puntos de playas accesibles para facilitar el baño a personas con movilidad reducida un servicio que en la actualidad se presta en tres puntos distintos de la primera línea -Levante, Parque de Elche y Poniente- y cuyas instalaciones están entre las mejores equipadas de España.

Cambios imperceptibles

En cuanto a la evolución de la ciudad, la mayoría coinciden en que no ha cambiado excesivamente en los últimos años. Salvo en infraestructuras como el Paseo de Poniente, la construcción de nuevos edificios o el incremento del turismo extranjero. «Hasta los pubs que hay frente a la playa de Levante están orientados a este tipo de visitantes. Antes había más familias españolas», apuntaba Roberto García, de Madrid. De hecho, en julio los visitantes extranjeros supusieron el 50,2 % del total de la demanda, según el estudio de la patronal Hosbec.

Lo que más llama la atención a los turistas británicos es el trile en la zona del Rincón de Loix y la avenida Mediterráneo. Bajo el punto de vista de Richard, un turista británico, la ciudad tendría que acabar con él, explica mientras hace el juego de manos simulando ser el trilero cuando mueve la bola frente a los clientes. Por otra parte, su pareja, Elisabeth, criticaba la falta de puntos de información para saber qué lugares pueden visitar. «En el hotel sí que nos explican dónde podemos pasar el día, pero en la calle no veo lugares de información», dijo. Algo similar opina Débora Sánchez que apunta que «hace falta algo más cultural, pero a lo mejor existe y digo esto por falta de información».

Los problemas de aparcamiento son otra de las quejas más habituales por la zona de Levante. Cedric, un joven turista parisino, explica que él y su familia se mueven por la ciudad en bicicleta y así atajan los problemas de estacionamiento. Pero aún así, no cree que sea una buena ciudad para moverse con este tipo de vehículos porque, según su experiencia, los «autobuses no ceden el paso».

En cuanto a los lugares preferidos, después de la playa, el casco antiguo se lleva la palma. Para pasar las noches, las opiniones se dividen según la nacionalidad. Los españoles prefieren la conocida como «zona de los vascos» mientras que los extranjeros escogen los hoteles para más tarde acudir a los locales con música en directo del Rincón, según Tom, un turista británico.

«Nosotros cada tarde hacemos algo diferente», indica Eva Igea, que viaja a Benidorm con siete familiares de distintas edades. La oferta de parques temáticos es uno de los puntos fuertes que destacan la mayor parte de los turistas. Los rascacielos tampoco dejan indiferente a nadie. «A mí Benidorm me parece feo, no me gustan los edificios», concluyó Ernesto Matute, una opinión que, sin embargo, contrasta con la de muchos otros turistas, que se declaran amantes del skyline.