«Nací aquí y aquí moriré, pero reconozco que aunque esto ha cambiado mucho en los últimos años, a esta edad necesitamos alguna comodidad más y tendemos a ir fuera para satisfacernos». Carmen Belmonte es una vecina octogenaria de San Felipe Neri, la partida rural más poblada de Crevillent al sureste que cuenta con 422 vecinos censados, cuatro bares, una tienda de comestibles y una peluquería como único seno comercial. Cierto es que la distancia que los separa del municipio alfombrero resquebraja la identidad de pertenencia a Crevillent, y una densa parte de la población tiende a vincularse más con municipios de la Vega Baja como Catral, a tres kilómetros, donde acuden para, por ejemplo, comprar medicinas en la farmacia, ya que la falta de demanda hace imposible que dispongan de este servicio.

Tanto esta vecina como el resto de arraigados a la tierra reconocen que el núcleo de casas ha ido desarrollándose, sobre todo en las últimas dos décadas cuando el Consistorio acometió en 2003 una de las mayores inversiones al urbanizar los viales.

Aún y así, desde entonces tienen asignaturas pendientes que piden que se resuelvan como el problema de aguas residuales que se repite tras fuertes lluvias, teniendo en cuenta que San Felipe Neri está por debajo del nivel freático y es zona inundable, y a esa circunstancia se le suma que el sistema de alcantarillado, a pesar de ser nuevo, ha sufrido colapsos en ocasiones provocando malos olores y derramamiento de residuos al exterior, incluso algunos residentes han optado por colocar mantas encima de las alcantarillas para suavizar la pestilencia.

Insisten en que tener próximo un camping que comparte canalizaciones con este núcleo rural ha intensificado el problema. En contraposición, el alcalde,César Asencio, aclara que según un informe técnico, el embozamiento no está vinculado a la actividad generada por el camping si no que procede de la red interna de la partida donde se han hallado en las revisiones multitud de deshechos como toallitas o palillos, que en palabras del regidor se derivan de un uso incívico de algunos inquilinos.

Sin pistas deportivas

Otra de las demandas que tienen en la pequeña pedanía es contar con alguna zona de ocio para los más jóvenes, ya que tan sólo hay un par de parques infantiles y piden una pista deportiva para que jueguen. En este sentido, hace más de cuatro años ciertos progenitores intentaron crear un club deportivo para pelear por estas instalaciones, pero de momento parecen inviables ya que no hay suelo municipal ni tampoco propietarios a la vista dispuestos a ceder al Consistorio estos terrenos, dándose el caso de escrituras que no están al día y que no coinciden en el catastro, según indican desde el gobierno local. Asimismo los más pequeños se tienen que conformar con esparcirse, por el momento, en la pequeña pista de la escuela municipal que se les cede de manera reglada.

A nivel educativo los menores tienen cubierta la necesidad, pero es tan baja la cota de matriculación, unos cincuenta alumnos, que tienen que aunarse varios niveles para completar las aulas, por lo que los residentes dudan de si el centro tendrá mucho más futuro, aunque desde la Concejalía de Educación no tienen constancia de que haya una amenaza de que desaparezca la formación allí. A nivel sanitario disponen de un consultorio médico con facultativos tres días por semana, aunque les gustaría que fuera más contínuo el servicio para evitar los retrasos que algunos días se producen, exponen.

Por otro lado, la asociación de vecinos y la comisión de fiestas también piden que se mejore el punto de reunión en las antiguas escuelas municipales, que se trata de un edificio antiguo poco confortable. En este caso el alcalde se ha comprometido a renovar el edificio donde se invertirán más de 200.000 euros a cargo del superávit. Otra de las carencias es la falta de cajeros automáticos, aunque es posible que la pedanía entre en el plan autonómico para conseguirlo, ya que desde el equipo de gobierno van a remitir la propuesta.