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Mar adentro, chapuzón sin recuento

Las restricciones de aforo y las colas para acceder a las playas por el covid-19 disparan el alquiler de barcos sin licencia un 120%

Mar adentro, chapuzón sin recuento

Arribar a una ciudad costera para disfrutar de las ansiadas vacaciones de verano no garantiza el acceso a una playa siempre que se quiera, no al menos en tiempos de pandemia epidemiológica. Da igual que residas en el mismo litoral o que hayas cruzado en un coche sin aire acondicionado media península ibérica con tal de sumergirte unos días en aguas mediterráneas. Los arenales alicantinos, como los del resto el país, tienen limitado el aforo por la necesidad de respetar la distancia social que impone el coronavirus y con frecuencia madrugar, a veces más que en periodo laboral, es lo único que puede asegurar un hueco en algunas de las cotizadas calas y playas de la Costa Blanca. En este contexto del todo atípico en plena temporada alta, las empresas que alquilan embarcaciones que no precisan ningún tipo de titulación náutica han visto disparada la demanda este verano. Cada vez son más los grupos de amigos o familias que apuestan por una opción que les asegura un chapuzón al margen de restricciones y evitar el fastidio de tener que hacer colas para encontrar un hueco donde clavar la sombrilla y extender la toalla.

«El incremento de clientes en agosto ha sido muchísimo. No esperábamos tanta demanda. A principios de verano, con la situación que estamos viviendo, nos conformábamos con obtener ingresos para cubrir los gastos, pero está yendo mucho mejor de lo esperado», valora Pepe Mora. Junto a sus dos hermanos, dirige la empresa Water Sports Alicante, especializada en el alquiler de embarcaciones sin titulación. Operan con puerto base en la capital provincial y también en Santa Pola y Torrevieja. «Estamos trabajando mejor que nunca y la ocupación se completa día a día», subraya este joven de 28 años. La inusitada realidad que se vive en los arenales de la provincia, con cierres preventivos de playas cuando no hay espacio para más personas de las permitidas, es algo que según su percepción ha animado a más personas a probar la experiencia de conducir un barco y disfrutar de un remojón lejos de aglomeraciones.

Suelen ser grupos de jóvenes de entre 25 y 35 años y también padres y madres con niños quienes más están apostando por una opción que les permite alejarse un máximo de dos millas. Solo hace falta tener más de 18 años para ponerse al timón. Los precios se mueven en una horquilla de unos 180 euros por medio día y 250 euros por ocho horas, una tarifa que se puede dividir entre los seis pasajeros que pueden navegar a bordo de un bote de cinco metros de eslora y una potencia de 15 caballos como máximo.

Las contrataciones suelen cerrarse a través de internet. En aguas virtuales existen diversas empresas que actúan como intermediarias entre los negocios y los clientes. Marinalia es una de ellas. Impulsada por las alicantinas Carolina Vallés y Cristina Carracero, ofrece planes de ocio en la Comunidad Valenciana y ha experimentado un elevado crecimiento en la demanda de embarcaciones que no precisan patrón. Destacan que en lo que va de verano, las contrataciones se han disparado un 124% en su plataforma. También la web Nautal, con una flota de más de 300 barcos de este tipo en todo el país, confirma que ha habido un aumento de reservas que roza el 50% a nivel estatal. «Notamos que hay gente que por la actual coyuntura no va a ir a la playa y una embarcación de este tipo es una alternativa que permite disfrutar de la playa desde otro punto», indica su director de marketing, Rodolfo Kustermann.

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