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CORONAVIRUS

Las UCI mantienen la batalla para sacar adelante a pacientes de coronavirus que llevan ya dos meses ingresados

Los enfermos que permanecen tantos días sedados y con respiración asistida sufren importantes secuelas - Médicos y enfermeros destacan la enorme carga de trabajo físico y mental tras diez semanas de pandemia

Dos sanitarios de la UCI atienden a uno de los pacientes que aún quedan ingresados. pilar cortés

Cruzaron las puertas de la UCI hace más de dos meses, cuando la pandemia de coronavirus empezaba a mostrar toda su crudeza y allí continúan. En las UCI de los hospitales de la provincia aún hay pacientes que llevan ingresados más de 60 días por covid-19. Los médicos y enfermeros luchan cada día para que puedan recuperarse, aunque es inevitable que queden con graves secuelas después de un ingreso tan prolongado. Abandonar la UCI será solo el primer paso de una larga recuperación.

«La estancia media en una unidad de cuidados intensivos suele ser de unos 4 ó 5 días, pero los enfermos de coronavirus que estamos atendiendo permanecen de media 25 días», señala Ángel Sánchez, jefe de la UCI del Hospital de Sant Joan. Multiplicar por cinco los días en los que un enfermo permanece conectado a un respirador, sedado y acostado pasa una elevada factura. Secuelas que van más allá de los daños en los pulmones que provoca el virus. «Surgen muchas complicaciones, como son las infecciones, provocadas por estar conectados a un respirador. Además, estos enfermos pierden un elevado porcentaje de masa muscular, por lo que van a necesitar de muchas horas de rehabilitación». Secuelas que se extienden también al plano psicológico. «Cuando despiertan están en un ambiente hostil, con ruidos, sin poder ver a sus familias, se desorientan, se agitan por la noche... A nivel emocional el impacto es muy duro y genera estrés postraumático».

La batalla en la UCI contra el coronavirus

La batalla en la UCI contra el coronavirus

El Hospital de Sant Joan, por ejemplo, dispone de 16 camas en la Unidad de Cuidados Intensivos. El primer paciente de covid-19 ingresó el 14 de marzo y durante estas 10 semanas han sido 26 los enfermos que han atendido con el apoyo del servicio de Anestesiología. El 35% de ellos han fallecido, «unas cifras similares a las del conjunto de la Comunidad», señala el responsable de la UCI. La mayor complicación para este servicio, y el de otros hospitales, es el elevado número de pacientes que ingresaron en muy poco espacio de tiempo, concretamente a finales de marzo. «Llegamos a tener 19 enfermos de manera simultánea», recuerda Sánchez. En lo peor de la pandemia «había dos y tres ingresos diarios, sin dar ningún alta». Por el momento, la crisis sanitaria ha dado un respiro y desde finales de abril no tienen ningún nuevo ingreso.

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Las UCI mantienen la batalla para sacar adelante a pacientes que llevan ya dos meses ingresados

De las lágrimas del primer fallecido, a los aplausos a los enfermos que han ido saliendo por las puertas de la UCI. Para el personal que trabaja al cuidado de los enfermos más graves estas diez semanas han sido intensas, física y psicológicamente. «Cada vez que entras en el box porque suena una alarma o hay que dar la medicación tienes que vestirte y después quitarte el traje de protección con todo el cuidado para no cometer un error y contagiarte, siempre con un compañero enfrente que haga de espejo y así varias veces a lo largo del día», explica Elena Arcos, enfermera de la UCI de Sant Joan. Solo el trabajo de tumbar boca abajo al paciente durante muchas horas, una terapia que se ha demostrado muy efectiva para ayudarles a respirar, requiere de cinco personas. «Ahí el trabajo de los celadores ha sido esencial», recuerda Ángel Sánchez. Informar a las familias a través del teléfono también ha supuesto una enorme carga emocional para el servicio. «Hemos tenido que comunicar por teléfono que sus seres queridos han muerto y eso es muy duro, ver cómo las familias no podían despedirse».

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Para Helen Arráez, enfermera en la UCI de Sant Joan, estas semanas han sido de mucho escepticismo. «Nuestros pacientes han estado sometidos a ventilación mecánica durante mucho tiempo , y el proceso de "destete" (así denominamos al proceso de retirada de la ventilación) en estos pacientes es especialmente difícil por las peculiaridades de la enfermedad». La evolución de los enfermos es muy lenta, «casi imperceptible, e incluso como les explicamos a sus familiares, muchas veces es preciso dar dos pasitos hacia atrás para coger fuerzas y seguir avanzando» . Con esta cadencia «es normal perder las esperanzas a veces, pero siempre hemos seguido hacia adelante con una dosis extra de paciencia que también es algo que hemos tenido trabajarnos durante esta crisis». Arráez no sólo es enfermera, también es psicóloga y precisamente cree que es en este aspecto «donde más hemos flaqueado». «No somos héroes, somos humanos y cada cual tenemos nuestros propios mecanismos de defensa para adaptarnos a nuevas situaciones. Cada uno hemos hecho lo que buenamente hemos podido, pero desde mi punto de vista pienso que esto nos pasará factura». Sin embargo, cree Arráez, «los sanitarios somos muy reacios a pedir ayuda y esto creo que es un gran error».

Doce pacientes siguen ingresados en las UCI de la provincia. En Torrevieja dieron de alta ayer al último enfermo.

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