Las Monjas Canónigas Lateranenses de San Agustín, conocidas en Alicante como las Monjas de la Sangre, parecen haber puesto un definitivo punto final a los movimientos que vienen sucediendo en el convento de la Santa Faz en el último año. Ayer, las hermanas de la comunidad cantaron y participaron en su misa de acogida a través de la lectura de una carta dirigida a todos los alicantinos. El obispo de la Diócesis Orihuela-Alicante, Jesús Murgui, ofició la ceremonia y, tal y como hizo con las Clarisas, la comunidad que hace quince días tuvo que dejar la custodia de la Reliquia después de 500 años, les dio la bienvenida y les agradeció la decisión de cambiar su lugar de residencia.
Hasta ahora, las Canónigas estaban en la calle de las Monjas, en el centro de Alicante, en el convento del Monasterio de la Preciosísima Sangre. Pero ahora su lugar de residencia será la Santa Faz y sus labores pasan a tener un punto más: la custodia de la Reliquia. Y es por esto mismo por lo que los fieles les dieron la bienvenida en el mediodía de ayer y, entre aplausos, se giraron para agradecerles la dedicación que tendrán a partir de ahora y previsiblemente durante muchos años.
El giro de los devotos se hizo en dirección al coro, desde donde las monjas presenciaron y presenciarán las misas desde este momento. Una imagen que dista de la que ofrecían las últimas Clarisas que llegaron al convento, quienes tanto en las misas diarias a las que empezaron a acudir para calmar la situación tras el episodio de incertidumbre vivido el pasado noviembre como el pasado 30 de junio en su última misa, acompañadas de guitarra, bongo y güiro, escuchaban todo el encuentro colocadas en el altar o en el primer banco de la Iglesia.
Formando un semicírculo, las doce hermanas de San Agustín compartieron en grupos de dos y sujetando una carpeta verde las partituras de las piezas que cantaron durante la eucaristía de ayer. En algunas de las obras, una de ellas se colocaba al frente para actuar como solista. Durante toda la ceremonia tuvieron el protagonismo que el obispo Murgui les dio en sus intervenciones, aunque no fue hasta el final, tras sonar las campanas, cuando todos los fieles les ofrecieron un enorme aplauso y ellas, sonrientes, se acercaron a la reja para devolverles el afecto. Un momento emotivo prolongado al menos un minuto, en el que incluso una de las religiosas sacó su teléfono móvil para disparar unas fotografías.
Carta de presentación
Las nuevas monjas de clausura leyeron una carta dirigida a su «amada ciudad de Alicante», en la que hicieron un paso por la relación que ha tenido su comunidad con la Santa Faz en los últimos siglos. El escrito también mostraba la alegría de las religiosas por su nueva residencia y la comprensión por la situación que les precede: «Somos conscientes del gran amor que profesáis por vuestras monjas Clarisas. Ellas, con fraterna solicitud, nos han entregado el relevo. Confiamos en vuestra cordial acogida y en la comprensión de todos los alicantinos», apuntaba la misiva.
El escrito hacía referencia, entre otros, al episodio ocurrido en 1691 cuando, «ante el peligro inminente por el bombardeo de los franceses, la comunidad de las Canónigas fue acogida por las monjas Clarisas de la Santa Faz» y poco después ambas comunidades huyeron juntas hacia Orito, en Monforte del Cid, portando la Reliquia. Una segunda búsqueda de cobijo en Santa Faz, contaron las Monjas de la Sangre, se dio en el año 1873.
«Nuestra comunidad ha recibido ponderadamente esta petición y ha determinado con ánimo acogedor y unánime dar un sí en fidelidad y coherencia a nuestra vocación», aseguraron ayer las religiosas en la lectura de la epístola, fechada a 28 de junio, el día que el grupo al completo decidió mudarse sin duda alguna al emblemático monasterio.
