Las lágrimas de cofrades, costaleros, nazarenos, damas de mantilla y público apostado ante los templos fluyeron el Jueves Santo en Alicante al tiempo que caían las gotas de lluvia. El temor de las hermandades a que las precipitaciones estropearan su patrimonio de imágenes, tronos y ajuares de gran valor artístico y económico acabó por aguar el entusiasmo, y el trabajo, de todo un año, y las hermandades suspendieron en cadena sus procesiones.

La primera que optó por quedarse en la sede fue la Salesiana Hermandad Sacramental de la Santa Cena. El rumor de que sus cuatro tronos no saldrían por temor al aguacero que anunciaban las más negristas previsiones se extendió como la pólvora en las proximidades de la casa salesiana. Finalmente, el trono más grande de España de su hermandad, con 3.500 kilos de peso, se quedó con la mesa preparada para Jesús y los doce apóstoles. Lo mismo pasó con los pasos del Santísimo Cristo de la Caída, el Cristo Esperanza de los Jóvenes, del siglo XIX, y con María Auxiliadora del Pueblo Cristiano, que permanecieron en capilla.

A continuación suspendía su salida la cofradía de Nazarenos de la Santa Redención para disgusto de los presentes. En el templo se quedaron la Cruz Redentora y María Santísima del Mayor Dolor.

La hermandad de Benalúa se «encerró» para tomar una decisión. Barajaron salir con sus dos pasos, el Cristo de la Paz, y Nuestra Señora de la Piedad y Caridad, hasta la plaza de Navarro Rodrigo para celebrar un Encuentro pero no se atrevieron por la borrasca. Las hermandades abrieron sus templos y sedes para que el público pudiera ver las imágenes, y en el caso de Benalúa hicieron desde la puerta una levantà. Por la noche El Perdón optó por salir a las calles arriesgándose pese al pronóstico y sobrecogieron con su estación de penitencia y sus rezos de rosario. Ya casi de madrugada, la Buena Muerte optó por quedarse en el templo y asomó los tronos a la cancela de San Nicolás para volver a encerrarse sin pisar calle.