Alicante está llena de rotondas, puesto que hay más de treinta en toda la ciudad, que en su día costaron entre 100.000 euros las pequeñas, situadas en los barrios y hasta 500.000 euros (las encardinadas en cruces de grandes avenidas del viario principal). Sin embargo, el Ayuntamiento se ve obligado ahora a instalar semáforos en cada vez más glorietas para garantizar la seguridad en las intersecciones más conflictivas tanto de los conductores como, sobre todo, de los peatones, y para regular los flujos a determinadas horas del día en que se producen atascos.
Los semáforos se están instalando en las rotondas cerradas (en ellas el conductor no puede seguir recto y ha de maniobrar), que son las que se diseñaron para las intersecciones de grandes avenidas con intensidad de tráfico elevada e interacción con peatones. Las rotondas semaforizadas rondan la decena y la situada en el cruce entre la avenida de Dénia, la avenida Caja de Ahorros y la Vía Parque, es la última donde se están poniendo en funcionamiento. «Ahí está el paso inferior (de la N-332), pero hay problemas serios en hora punta, sobre todo por la mañana, con el tráfico desde la Playa de San Juan. Necesitábamos mejorar la capacidad de la intersección y el flujo de vehículos hacia el centro de la ciudad. Si no se regula con fase semafórica que dé prioridad a determinados tráficos, se producen retenciones, que es lo que estaba pasando en esa rotonda, en hora punta y coincidiendo con la entrada y salida de los centros escolares. Esas retenciones superaban los diez minutos. Los semáforos mejoran la capacidad de la glorieta, reducen los puntos de conflicto en las intersecciones y se recomiendan cuando hay varios remanentes de circulación, porque permiten adaptar las fases de verde y priorizar las estructuras de tráfico en función de la hora y el flujo de vehículos que llegue a la intersección», explica Pedro Riquelme, jefe del departamento de Tráfico del Ayuntamiento alicantino e ingeniero de Caminos.
Riquelme añadió que en las rotondas de los viarios principales, dada la intensidad de la circulación, el riesgo aumenta, especialmente si tienen interacción con los peatones. «El conductor tiene que prestarles atención, así como al resto de vehículos, y se pierde seguridad. Se genera una situación de riesgo que con la semaforización se corrige y se controla». Sin embargo, los vecinos no están del todo convencidos y denuncian los atascos que se producen por culpa de los semáforos. Así se lo expusieron al alcalde, Gabriel Echávarri, quien consultó con los técnicos municipales. «Me han explicado que las rotondas pretenden agilizar el tráfico. Pero a veces la circulación se vuelve más lenta que en un cruce cuando hay mucha intensidad. En las que hay mucho flujo, como la Gran Vía, favorecen la fluidez del tráfico. Prevalecen los criterios técnicos».
Sea como sea, parece que en los cruces más importantes resultan insuficientes las rotondas, que proliferaron en las décadas de los años 80 y 90, precisamente por la seguridad del tráfico. Pese a las carencias detectadas, este sistema de vertebración del paso de vehículos sigue siendo muy demandado por los colectivos vecinales «y su instalación está muy consolidada pese a que no siempre es fácil encajar rotondas en la trama urbana», dijo el jefe de Tráfico. Hacer glorietas no es barato puesto que las grandes de viario principal rondan el medio millón de euros mientras que en viales secundarios el coste es de 300.000 euros, y las pequeñas de barrio van de 100.000 a 150.000 euros. El semáforo supone unos 50.000 euros de inversión, según Riquelme, aunque la que se está semaforizando ahora, entre la Vía Parque y la avenida de Dénia, «tiene un coste mínimo puesto que se está haciendo con materiales reutilizados».
