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AYUDA HUMANITARIA

Alicantinos volcados en Lesbos

Un grupo de socorristas, una matrona y una profesora, todos de la provincia, relatan su experiencia ayudando a los refugiados sirios

Una mujer cae al agua mientras es ayudada por un socorrista. A la derecha, una compañera suya tapa a una niña siria. PROACTIVA

La pequeña isla griega de Lesbos se ha convertido en el inicio del sueño para miles de refugiados sirios que aspiran a entrar en países como Suecia o Alemania. Hasta sus costas llegan cada día procedentes de la cercana Turquía unas 130 lanchas cargadas de familias que huyen de la guerra y pisan por vez primera suelo europeo. Miguel Ángel Morales es una de las primeras personas que estos días recibe a los refugiados en las playas de Lesbos. Este joven es socorrista de la empresa concesionaria del servicio de salvamento en las playas de la ciudad de Alicante y junto con otros seis compañeros se ha desplazado a Grecia para colaborar en las tareas de salvamento y asistencia a los refugiados.

«Nos encargamos de recepcionar los botes, para que lleguen a la costa de forma segura y en caso de que una embarcación vuelque o la gente caiga al agua hacemos labores de salvamento». La actividad, pese a que ya nos adentramos en el frío del otoño, sigue siendo incesante. «Hay días que estamos hasta las 2 de la madrugada recepcionando botes y a las 6 de la mañana ya empiezan a llegar de nuevo. Se duerme muy poco, es agotador». Los socorristas trabajan en coordinación con Frontex y los guardacostas griegos, «aunque los habitantes de la isla y las ONG tienen nuestro teléfono y nos llaman cuando avistas una embarcación».

Para Morales fue todo un shock ver qué tipo de personas viaja en estos botes. «Todos tenemos la imagen de la patera con inmigrantes que buscan una vida mejor. Los sirios sin embargo huyen de una guerra. Son gente que ha llevado una vida como la nuestra, que nada más pisar la costa se hacen un selfie para mandárselo a su familia y que en algunos casos al desembarcar llaman a un taxi que les lleve al campo de refugiados». En muchos casos quienes viajan en estas barcas son heridos de guerra, «gente con amputaciones o con graves secuelas de la metralla». Y quien más se está beneficiando de esta situación, las mafias. «La gente nos cuenta que para hacer el viaje en una barca hinchable, les cobran 1.400 euros por persona y 6.000 euros en barcos más seguros». El siguiente destino que espera a estas personas es el campo de refugiados. «Para obtener la consideración de refugiados deben registrarse en una oficina de la isla, trámite que tarda días y después para salir deben tomar un ferry, algo que también lleva días debido a la saturación». Aunque Morales y sus compañeros aún no se han enfrentado a un naufragio, el anterior equipo sí que tuvo que hacer frente a una complicada situación. «El techo de una embarcación que iba con 300 personas cedió a causa del sobrepeso a 3 kilómetros de la costa. Los compañeros tuvieron que intervenir y trabajar durante 4 horas para rescatar a la gente. Finalmente salvaron a 250 personas, aunque 50 se ahogaron». La empresa de Morales ha abierto una línea de «crowdfunding» para poder comprar material y tener a un equipo de personas de forma permanente en la isla mientras siga el éxodo de refugiados. Más información en www.proactivaopenarms.org.

Recién llegada de Lesbos está Laura Lizancos, fotógrafa y profesora en la Escuela Europea de Alicante. Ella decidió irse por su cuenta para ayudar a los refugiados que llegan hasta la costa griega. Aunque a lo lago de su vida ha fotografiado dramas humanitarios como la pobreza en India, las carencias en el Sáhara o la situación en Guantánamo, asegura que lo visto estos días en Lesbos supera con creces todo lo que su cámara ha captado con anterioridad.«La situación es desbordante, hasta las ONG han tirado la toalla y la gente de la isla te dice que lo que están viviendo es bestial». Sus compañeros en el colegio le dieron 350 euros para ayudar a los refugiados. «Volaron en unos minutos, porque enseguida tuve que ir al supermercado a comprar comida y ropa porque la gente llega muerta de frío y hambre». El un coche que alquiló Lizancos para moverse por la isla sirvió para llevar a la gente desde la playa a los campamentos. «La distancia es de 7 kilómetros y había familias con niños, mujeres embarazadas y heridos que no podían caminar». La semana que permaneció en la isla fue extenuante. «Había días que dormía en la arena porque la llegada de botes era constante». Asegura que llegó un momento en el que mentalmente no podía más y necesitaba descansar. «Cogí el coche y a los pocos minutos de estar conduciendo me encontré con un campo en el que había cientos de personas allí tiradas. Les di las medicinas que llevaba en la mochila y hasta los únicos zapatos secos que me quedaban». Los dramas personales a los que se ha enfrentado también han sido muy duros. «Muchas familias, nada más pisar la costa te preguntaban si habían llegado a Alemania, y eso te partía el corazón. Las mafias les explotan y les engañan». Las autoridades griegas en la isla brillan por su ausencia. «En los campos de refugiados ni siquiera hay medicinas. Esto sólo se sostiene por la labor voluntaria de la gente». Tras regresar a Alicante y contar su experiencia, en la Escuela Europea se ha creado una asociación. «El objetivo es poder reunir material y organizar un nuevo viaje a comienzos del próximo año».

En Grecia también está prestando ayuda la voluntaria de Cruz Roja, matrona de profesión, Adelaida Plaza,Cruz Roja, Adelaida Plaza quien apoya la asistencia sanitaria que la ONG presta en la zona a las personas que llegan a sus costas huyendo de los conflictos. Plaza y su equipo están en las islas de Chios y Samos, apoyando a la Cruz Roja griega, en atender a las personas migrantes. «Disponemos de unas unidades móviles asentadas en las cercanías de los puertos de estas islas. Es como un pequeño centro de salud». Aunque la semana que viene regresarán a España, «ya está preparado un equipo de relevo». De Grecia, Plaza se llevará «es el haber estado cerca de personas valientes, luchadoras, llenas de coraje, que dejan atrás mucho de bueno y de malo, pero desean pasar página y seguir. Todo un ejemplo para mí».

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