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En el más absoluto desamparo

Un hombre lleva casi un año viviendo solo, enfermo, rodeado de basura y de excrementos

Los vecinos han denunciado en reiteradas ocasiones las malas condiciones en las que vive. RAFA ARJONES

Trabajó toda su vida como funcionario y asegura que llegó a tener dos casas, coches y una mujer a la que trajo de Marruecos. Aquellos días quedan hoy muy lejos. F. C. M. vive solo, rodeado de suciedad y de sus propios excrementos, como han denunciado en reiteradas ocasiones sus vecinos. Pese a que esta situación se prolonga ya casi un año, con atestados policiales incluidos, los servicios sociales no han hecho aún nada por paliar la situación de este hombre.

En los escritos remitidos al Ayuntamiento, los vecinos dejan constancia de la grave situación en la que se encuentra F. C. M. «Vive en unas condiciones horribles, tiene frecuentes caídas y no aguanta sus necesidades. Siempre va sucio, oliendo fatal y algunas veces con restos de sus excrementos y orina en la ropa». Las primeras denuncias a la Policía se remontan a septiembre de 2014. Entonces los agentes ya dieron parte a los servicios sociales. Sin embargo, fuentes sindicales próximas a la Conselleria de Bienestar Social señalan que hasta ocho meses más tarde, en junio de este año, el Ayuntamiento no emitió un informe social, documento necesario para que pueda haber una valoración del recurso más adecuado. En este caso, al tener más de 65 años, le corresponde una residencia de la tercera edad. Sin embargo, han pasado casi tres meses desde que se emitiera el informe social, y aún no ha ingresado en ningún centro.

Las mismas fuentes señalan que la Fiscalía también ha emitido una orden decretando medidas protectoras y que además, F.C. M. tiene una orden de alejamiento de su mujer y de su hija de ocho años, que vive en la casa contigua. Para estas fuentes, este es un claro ejemplo de una situación de desamparo, «ante la que servicios sociales tiene la obligación de adoptar medidas de protección».

Mientras la ayuda de la Administración sigue demorándose, F. C. M. pasa los días prácticamente sentado en un viejo sofá, alimentándose de pan y vino que mezcla con gaseosa. A pesar de las molestias que ocasiona, sus vecinos están preocupados por su situación y de vez en cuando le acercan algo de comida, que él acepta agradecido, «aunque tengo el estómago cerrado y no puedo comer nada». La piel se le pega a los huesos y en la cara se le marcan los pómulos. «Mira en lo que he quedado, si te dijera que yo pesaba casi 80 kilos y estaba fuerte...». En numerosas ocasiones ha estado ingresado en el Hospital de Sant Joan y en la Clínica Vistahermosa. «Estoy dos días y me dan el alta, ya ni les llamo cuando me encuentro mal». Esparcidos por el salón, montones de ropa sucia, desperdicios y restos de comida. «Sé que está todo muy sucio, antes incluso tenía una asistenta o pasaba yo la fregona, pero ahora ya no puedo».

Las familias que viven en el mismo bloque alertan del peligro que para todos supone esta situación porque «tira las colillas por donde quiere y ya ha habido algún incendio». Además, «el olor en toda la escalera es insoportable y muchas veces hay restos de meados. En su casa hay ratas y cucarachas y tenemos miedo de que se metan en las nuestras».

Fuentes sindicales próximas a la Conselleria de Bienestar Social sostienen que este caso es un ejemplo de la parálisis que vive el departamento pese al reciente cambio de gobierno que llevó a Mónica Oltra a dirigir la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas. Han pasado ya dos meses desde que el nuevo ejecutivo tomara posesión y estas fuentes critican que todavía no se ha elaborado un reglamento orgánico y funcional ni ha habido una renovación de cargos intermedios.

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