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Quejas vecinales

Beber alcohol en la calle sale caro

La Policía levanta en la primera noche de refuerzo contra el botellón en el Casco Antiguo media docena de sanciones de 90 euros

Beber alcohol en la calle sale caro

«Trabajé tres meses y me embargaron un porcentaje de lo que cobré a causa de las multas de botellón que tengo pendientes. Soy estudiante, no puedo pagarlas, y mi padre dice que es cosa mía. Un abogado me explicó que cuando tenga nómina me quitarán lo que debo», relató un universitario alicantino de 22 años que estudia Administración de Empresas y que ha perdido la cuenta de las multas por beber alcohol en la calle. La enésima, de 90 euros, la recibió a la una de la madrugada del jueves cuando consumía cubalitros en la calle San Roque, junto a la ermita, al lado de las casas de los vecinos de la parte alta del Casco Antiguo.

«¿Por qué vienen aquí? La gente duerme ahí al lado, por muy bajo que se hable molestan», le dijo al joven la oficial de la Unidad Fox de la Policía Local al mando esa noche de los ocho agentes que patrullaron el Casco Antiguo, quienes recibieron orden de inspeccionar especialmente los recovecos, escalinatas y rincones de la parte más alta. Hasta las cuatro de la madrugada, la Policía Local recorrió a pie y en vehículos, uno de ellos camuflado, la zona donde residen más vecinos, que la semana pasada salieron en patrullas ciudadanas para impedir que los jóvenes del botellón usen la muralla que va al Castillo como atalaya desde la que arrojar contra sus casas vasos, botellas y otros objetos.

Para evitar conflictos, dos agentes de la brigada nocturna cerraron, como harán de jueves a sábado hasta nueva orden, la puerta de acceso a la muralla por el Portón con candado y cadena, tras revisar que no hubieran grupos de jóvenes ocultos. «Se cerró y se patrulló, como se hará los fines de semana hasta erradicar ese punto negro que tenemos ahí», dijo ayer el edil de Seguridad, Juan Seva.

Además de las multas por beber alcohol en la calle, varios universitarios más que estaban en el mismo grupo de botellón y que salieron corriendo burlando el alto policial fueron identificados más tarde por los agentes, que, tras cachearles, les impusieron otra sanción más en aplicación de la ley de Seguridad Ciudadana, que puede superar los 300 euros. «Se les da el alto y no paran. No sabemos la razón por la que corren», lo que está penado, explicó la oficial, que invitó a los multados a destruir el alcohol arrojándolo al alcantarillado.

«Han salido corriendo porque la multa es de 90 euros, no por nada más», explicó el estudiante de Administración de Empresas sobre sus amigos. En su caso, dijo que prefiere acatar la multa y que entiende las quejas de los vecinos de la zona aunque, como otro joven del grupo que se libró porque bebía un refresco, reclamó «un sitio para poder tomar copas». Varios más urgieron algún espacio a las afueras para beber sin molestar. «Antes se hacía botellón por el Meliá y se quejaban, Canalejas estaba bien y lo mismo. En Torrevieja tuvieron que desplazar los pubs a las afueras. Lo que no entendemos es que en Alicante haya tres discotecas en pleno centro. Entonces, qué quieren?», se preguntaban Kevin, Alejandro y Óscar.

Tras la escasa afluencia del jueves, la Policía se preparaba para una noche de viernes más movida por el fin de los exámenes de los universitarios y porque es cuando salen incluso menores, registrándose peleas y comas etílicos. Aunque vecinos de la parte alta del Casco Antiguo piden a los agentes que no minimicen el problema, éstos afirman que el botellón está ahora bastante controlado, salvo en Carnaval y Hogueras, y que hace un par de años era «tremendo y escandaloso». Ponían más de 200 multas en tres días, «ahora no llegamos a 50 y la mitad son por orinar en la calle», que ascienden a 100 euros. Entre las situaciones que relataron los policías vividas contra el botellón citaron el corte al tráfico de la avenida Jaime II a causa de grupos escondidos en la ladera que arrojaban botellas a los coches, o el acoso que sufrió por un grupo de 50 personas un operario de la limpieza, cuya máquina fue zarandeada y que estuvo a punto de triturar la pierna a un joven que se subió encima. «En esos casos intentamos dispersar a la masa ya que realizar arrestos podría resultar peligroso».

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