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Bartolomé Pérez Gálvez, psiquiatra del Hospital de Sant Joan

«Veo mucha soledad, mucha ansiedad y sufrimiento»

El psiquiatra alicantino critica la inhibición que demuestran en España los partidos ante un problema tan grave como el de las adicciones, mientras en América tratan de aplicar los sistemas que aquí diseñamos pero estamos abandonando

El experto en drogodependencia, que ha sido alto cargo de la Administración, ahora trata a pacientes en el Hospital de Sant Joan.

¿Las drogas siguen siendo un problema en nuestra sociedad?

El problema real es cada vez mayor, pero socialmente se aprecia menos ¿Por qué? Porque el consumo de alcohol, de tabaco y de cannabis está aceptado; y eso minimiza la percepción de riesgo. Además, los poderes públicos favorecen esa baja percepción de riesgo en la población bien por intereses económicos o políticos, como en el caso del cannabis. Las instituciones no cumplen con su obligación porque ningún partido quiere jugarse el voto juvenil.

¿Quiere decir que los políticos se desentienden por conveniencia electoral?

Es evidente. Hace mucho tiempo que los partidos con vocación de gobierno no abordan el tema del cannabis, lo han aparcado. Ante el temor a perder el apoyo de votantes jóvenes prefieren dejar las cosas como están ¡Así nos va! No se trabaja en medidas para reducir la oferta, ni se refuerza la prevención. Se desarrollan políticas que favorecen el incremento del consumo, por omisión, porque disminuyen la percepción del riesgo. Tanta dejadez no es casual.

¿Han cambiado las sustancias de mayor consumo?

No, son las mismas que en las dos últimas décadas. En la Comunidad Valenciana, y en España, alcohol y cannabis; igual que en el resto de Europa y en América. El alcohol es la droga que genera un daño mayor a la salud y, por ende, un gasto importante para el sistema sanitario. El 5% del coste hospitalario en nuestra Comunidad está producido por enfermedades relacionadas con el consumo de alcohol. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha avisado de que el abuso de alcohol y los suicidios tienden a incrementarse con la crisis. El alcohol es la droga que más adictos tiene en la calle, se ha convertido en un grave problema social.

¿Y usted cree que la gente es consciente?

En absoluto, porque el alcohol es parte de nuestra cultura y, aunque hay mucho consumo perjudicial, no hay conciencia de que estemos hablando de una enfermedad. Le pongo un ejemplo, en las cafeterías o bares de la mayoría de los Parlamentos se dispensan bebidas alcohólicas de más de 18º, whisky, ginebra o ron ¡y está prohibido! Prohibido por las leyes autonómicas, porque no hay ninguna ley nacional que lo regule. En España se da la paradoja de que tenemos premios de investigación sobre los efectos beneficiosos de la cerveza en el organismo ¡Es una barbaridad!

Si el alcohol es tan pernicioso ¿por qué genera más alarma el consumo de cocaína?

Porque tenemos más intereses en el consumo de alcohol que en el de cocaína. Es una falacia. El alcohol provoca un daño importante -es la segunda causa de discapacidad en la franja de 15 a 44 años, después de la depresión- pero genera grandes beneficios económicos. Y causa más daño porque hay muchísimos más adictos, no porque la sustancia sea más perniciosa. Ahora bien, un 15% de los consumidores de alcohol tiene problemas con él, mientras que entre los consumidores de cocaína el porcentaje aumenta considerablemente.

¿El botellón influye en el aumento del consumo?

Por supuesto. Como resultado de bajar la guardia ante el botellón, ahí están los datos de la última encuesta escolar del Plan Nacional de Drogas: El 82% de los estudiantes entre 12 y 18 años ha consumido alcohol durante el último año; un 32% se ha emborrachado en el último mes y un 52% en el último año; y el 62% ha hecho botellón en el último año. Entre quienes hacen botellón, un 74% presenta un consumo problemático de alcohol frente a sólo el 9,5% de quienes no lo hacen. Hay que ser muy iluso para pensar que generaciones con prevalencia de abuso de alcohol del 30 ó el 40% van a dejar de beber abusivamente.

¿Y cómo se soluciona? Porque también existe cierta permisividad social.

Claro que la hay, pero no podemos permitirnos la dejadez ante el botellón porque afecta y tiene consecuencias. En principio, lo que tienen que hacer los políticos, porque es su obligación, es hacer cumplir la ley. Y si no que la cambien. Tan legal es la Ley de Drogodependencias como la bonificación del Impuesto de Sucesiones, ambas son leyes autonómicas que hay que cumplir. Obligan a la policía a vigilar el botellón ¿cómo puede un policía vigilar algo ilegal?

Insisto, ¿pero qué medidas podrían adoptarse?

Lo primero es tomar la decisión de plantar cara al problema, aunque no sea una medida popular y se pierdan votos, o quizá no se cosechen. Estoy aburrido de decirlo. La policía tiene gente muy experimentada y en algunas épocas se consiguió atajar el botellón, cuando empezaba y los políticos se tomaron en serio responder ante el problema. Hay que prevenirlo, no puedes actuar cuando ya se ha formado una multitud. Además, queda la opción de denunciar, con nombre y apellidos, a quien sea máximo responsable de permitir una actividad ilegal y dañina. Cualquier padre tiene la obligación de custodiar a sus hijos pero, como ciudadano que paga sus impuestos, también puede exigir responsabilidades. Para que un adolescente se emborrache en la calle, alguien debe estar permitiendo que se incumpla la ley, bien por acción, bien por omisión.

Cambiando de tercio, ¿los recortes han afectado al sistema de tratamiento asistencial de drogodependientes?

Los recortes afectan a todos los enfermos, pero además faltan ideas. Cuando no hay dinero es cuando más necesario resulta diseñar bien los servicios; organizar que los pacientes más complejos sean atendidos en servicios especializados y los otros en Atención Primaria, y para eso hay que reforzar esta última. Cuando no hay un duro es cuando más falta hace pensar dónde ingresamos a un paciente esquizofrénico con una adicción o plantearnos qué hacer con enfermos que se están matando en vida porque no se encuentran suficientemente motivados para iniciar un tratamiento.

¿Piensa que las ideas pueden materializarse sin dinero?

Las ideas no cuestan dinero, el problema es generarlas y para eso hay que aplicar la lógica. En primer lugar hay que tener profesionales formados en gestión de políticas públicas, con experiencia en esta materia y que sepan detectar las necesidades, que conozcan soluciones para solventar esas necesidades y con amplitud de miras; hay que dejar de mirarse el ombligo. Lo triste es que la conselleria de Sanidad ha desperdiciado la experiencia de los profesionales de la Comunidad Valenciana y, además, no está al cabo de la calle. Hace demasiado tiempo que no tiene indicadores -como las encuestas, que son un instrumento muy valioso para conocer las tendencias-, o que no llama a un ayuntamiento para preguntar qué está pasando con el botellón. Y es una pena porque nuestro sistema ha conseguido algo que ni siquiera se da en gran parte del mundo occidental, que a un paciente adicto a una sustancia se le atienda en un hospital o en una consulta del un centro de salud como a cualquier otro enfermo.

El tabaquismo no se trata como una enfermedad.

Sí se trata, lo que no se paga es el fármaco. El tabaco es la única droga en España a la que no se le subvenciona la medicación.

¿Y eso no es una discriminación?

Sí, desde luego que lo es. Y responde a que se sigue pensando que es un vicio. Cuando Elena Salgado era ministra de Sanidad dijo que lo que se gastaban en tabaco se lo gastaran en el tratamiento.

En los últimos tiempos ¿percibe algún cambio significativo en los pacientes que atiende en el Hospital de Sant Joan?

Algo fundamental, la falta de red social de apoyo. No es que sea nuevo, pero ahora es más acuciante. Hay un problema existencial de fondo en el consumo de drogas. La gente está sola. La salud implica también el bienestar emocional y hace falta ocuparse más de éste. Veo a la gente más aislada; veo a personas que consumen porque no pueden afrontar problemas y con el apoyo de amigos, de vecinos? podrían funcionar; veo mucha ansiedad poco controlada, mucho sufrimiento psicológico. Vivimos conectados tecnológicamente y humanamente cada vez más solos. Me preocupa.

¿Qué opina del papel que ocupan las ONG en el tratamiento de drogodependientes?

Las ONG, en la actualidad, no son entidades filantrópicas que financian la atención a drogodependientes, como mucha gente cree. Son entidades sin fin de lucro económico pero con un beneficio en términos de imagen y presencia social, que venden sus servicios a la Administración. Dicho eso, muchas trabajan de forma muy seria y profesionalizada. Las hay que siguen métodos que no se basan en la evidencia científica y donde las figuras de los profesionales se difuminan en supuestos terapeutas de titulación desconocida; algunas incluso explotan a los propios pacientes, haciéndoles trabajar para la entidad. Y otras llegan a cobrar precios que ni una clínica privada cobraría. Así que, aunque moleste a alguno, no es oro todo lo que reluce. Hay muchos intereses en algunas ONG que acaba manchando, seguro que injustamente, la imagen de este sector.

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