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El legado de las chicas del cable de Ibi

Una exposición recoge fotografías y elementos relacionados con el oficio de telefonista para ensalzar el papel de este gremio tan importante para el municipio durante 39 años de servicio

El legado de las chicas del cable de Ibi

El oficio de las telefonistas ibenses ha dado forma a la exposición «Les Nostres Xiques del Cable». Una muestra compuesta por fotografías y elementos relacionados con este oficio que estuvo presente en Ibi durante 39 años, hasta 1974. El Col·lectiu Saginosa y el Archivo Municipal han sido los encargados de trabajar para dar a conocer esta profesión vital para la actividad del municipio.

El año 1935 fue el punto de partida de la central telefónica ibense. La empresa instauró en Ibi los primeros 75 teléfonos, aunque con el paso de los años se alcanzaron casi mil. Aunque la casa en la que se encontraba instalada era municipal su gestión recaía en familias necesitadas del municipio quienes posteriormente contrataban a más personal para poder hacer todos los turnos, de día y de noche.

Estos 39 años de actividad de la central y hasta que se automatizó el servicio han dado forma a la exposición «Les Nostres Xiques del Cable». Una muestra trabajada por el Col·lectiu Saginosa y el Archivo Municipal de Ibi con el objetivo de dar a conocer todos los elementos y particularidades que formaban parte del día a día de las telefonistas.

Tal y como explicaba el redactor de INFORMACIÓN Antonio Teruel, miembro del Col·lectiu Saginosa, «hemos localizado a veinte telefonistas, que nos han ayudado a conocer el oficio pero sobre todo a componer la exposición». Indicaba que «en ella se pueden ver aparatos con los que trabajaban, guías telefónicas, acreditaciones telefónicas e incluso alguna nómina de las empleadas de este servicio; todo ello se completa con unos paneles explicativos para que los visitantes puedan entender el contexto de trabajo y cómo realizan sus tarea». La idea de la muestra parte en buena medida de un reportaje sobre las telefonistas en la provincia, publicado en este periódico hace hora tres años.

En relación a este oficio, Teruel argumentaba que «para muchas fue su primera trabajo reconocido y el que les aportó autonomía personal, el vecindario las quería mucho y las respetaba, eran muy valoradas por el trabajo que hacían». Al igual que todos los oficios, éste también escondía multitud de secretos y anécdotas. Como describía Teruel, «lo que más le llama la atención a la gente es que las telefonistas pudieran escuchar las conversaciones». Es más, «tenían que hacerlo y si detectaban algo extraño comunicarlo». Eso sí, de ningún modo podían intervenir en las conversaciones, ni revelar nada de lo que en ellas se hablara; de hecho, tenían orden de confidencialidad expresa al respecto.

La central telefónica se ubicaba en la calle Les Eres, frente a la iglesia, un lugar muy céntrico. Por ello, «servía también como lugar de consulta, había quien llamaba para ver qué cura estaba confesando o daba la misa, o si habían traído algunos productos a Casa Blasco», un comercio que entonces era lugar habitual de compra en Ibi.

Memoria

Además de prestar el servicio para Ibi también lo hacían para Onil y Castalla. Debido al volumen que había de llamadas en ocasiones los abonados tenían que esperar varias horas para hacer una llamada o para contactar con alguno de los destinos. Ibi llegó a tener un total de 910 abonados una cifra destacada y que hizo que las telefonistas pudieran desempeñar su oficio. Un gremio fundamental para la época y que ahora pervive en el recuerdo gracias a esta exposición que podrá visitarse durante toda esta semana en el Archivo Municipal en horario matinal.

Laura Cantos: «Este empleo me permitió aprender y conocer a mucha gente del pueblo»

Telefonista ibense: Su familia, llegada desde Albacete, fue la encargada de gestionar la central telefónica durante 18 años. Un tiempo en el que Laura Cantos y todos sus familiares se dedicaron a este oficio que les permitió conocer Ibi y a todos sus vecinos.

«El oficio de telefonista fue una puerta al aprendizaje y una vía para conseguir después un buen empleo». Así valora Laura Cantos sus años como profesional telefónica. Unos años en los que junto a su familia desempeñó un papel vital para el municipio y todos sus vecinos.

¿Qué destacaría del oficio de telefonista?

Cantidad de cosas, pero sin duda el cariño que nos transmitía la gente, éramos muy queridas, la gente nos consideraba muy importantes para ellos.

¿Qué cobraba por su jornada laboral?

Mi padre percibía de Telefónica 450 pesetas por gestionar la central y nosotras como empleadas cobrábamos 250 pesetas, algo ahora irrisorio, pero en aquella época estaba bien.

¿Volvería a trabajar en ello si tuviera la oportunidad?

La verdad es que sí, fueron unos años en los que el empleo me permitió aprender mucho y conocer a mucha gente del pueblo, llegamos de Albacete y esto para nosotros fue importante.

¿Alguna anécdota?

Sin duda muchas, pero debido a nuestro secreto profesional no se pueden contar, en definitiva muchas llamadas para pedir información de cosas del municipio; la gente nos pedía cosas y nosotras nos levantábamos de los teléfonos para solucionar lo que pedían, era muy gratificante.

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