El «país dels valencians» tiene nuevo presidente. A las 11.19 horas del 28 de junio Ximo Puig i Ferrer abría una nueva etapa política en la Comunidad Valenciana tras 20 años de hegemonía popular. Con una puesta en escena exenta de barroquismos y simbología religiosa, el jefe del Consell prometía el cargo sobre la Constitución Española y l'Estatut de Autonomía.

Desde la tribuna de las Cortes, Puig lanzó su alegato por el «autogobierno valenciano». El pueblo «harto de ofrendar nuevas glorias a España», como dijo el día de la investidura, comenzó ayer a reclamar: «Señor ministro, no toleraré ninguna discriminación más ni en financiación autonómica ni en inversiones. La Comunidad no puede aguantar ni un día más», proclamó el nuevo jefe del Consell, dirigiéndose al ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, representante ayer del Gobierno.

Puig puso precio a la «lealtad y solidaridad» con España: el fin del «trato discriminatorio y la actual marginalidad». «La lealtad tiene que ser en los dos sentidos: del resto de España también a la Comunidad»; «detesto el victimismo, pero también la injusticia», sentenció. El ministro Margallo, siguiendo el protocolo, reconoció la infrafinanciación y realizó una declaración de buenas intenciones para mejorar el sistema.

Puig, desde hoy responsable de las cuentas, sabe que la viabilidad de la Generalitat pasa por obtener más fondos. Hoy telefoneará a Mariano Rajoy para pedirle una reunión urgente, intentar que se aborde la reforma de la financiación antes de las generales y que aplace el Consejo de Política Fiscal del jueves, que probablemente obligará a más recortes. Puig no quiere enviar a un conseller recién aterrizado.

La exigencia a Madrid como principio fue el mensaje político que marcó una mañana emotiva y calurosa, en la que una nueva sociedad civil, formada por actores, activistas del valencià, discapacitados y una diversidad sexual normalizada emergió a la luz pública por la puerta del Palau. Fueron ellos y no los empresarios los primeros en entrar a una casa que Puig prometió que «será del poble valencià», porque «hace tiempo que esta Generalitat había dejado de ser de todos». La Valencia oficial tiene desde ayer iconos como Pep Gimeno Botifarra, que puso hilo musical de albaes a la fiesta, o el pilotari Paco Genovés.

La mañana fue de la gente, que abarrotó el entorno de las instituciones, no para protestar sino para abrazar a Ximo Puig, Mónica Oltra, Zapatero o el líder del PSOE, un fenómeno de masas llamado Pedro Sánchez. Una jornada también de respeto institucional, con todos los expresidentes, Camps y Zaplana incluidos, acudiendo a la puesta de largo de Puig. Y un Alberto Fabra que, a diferencia de Rita Barberá, hizo de cicerone de Puig. Fue el primero en felicitarlo tras su «proposició»; le esperó, 45 minutos después, en la puerta del Palau para «darle las llaves», y le acompañó por las dependencias del edificio antes de marcharse definitivamente.

También fue la mañana de Mónica Oltra, que hoy será vicepresidenta. Quería ceder el protagonismo a Puig, pero el presidente quiso que la acompañara en todo momento para dar visibilidad al bipartito. Entraron juntos a las Cortes; juntos salieron con Puig ya presidente, y al mismo tiempo pusieron pie en el Palau de la Generalitat.