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La memoria histórica

Con todas las matizaciones que se quiera, podemos decir sin temor a faltar gravemente a la verdad que los gobiernos presididos por Adolfo Suárez fueron los de la recuperación de las libertades políticas; los de Felipe González los que llevaron a este país del siglo XIX al XXI en Sanidad, en Educación, en Infraestructuras...; los de Aznar dieron el salto económico y los de Zapatero pusieron los derechos civiles en estándares tan elevados como los de las sociedades más avanzadas.

En todos hubo manchas, pero no se trata ahora de eso. Lo que me resulta paradójico es comprobar la habilidad que la derecha tiene para apropiarse de figuras como la de Suárez, a quien tanto maltrató mientras estuvo en pie, mientras la izquierda se dedica a renegar a diario de quienes hicieron posible que sus anhelos de solidaridad, de justicia, de igualdad y redistribución se hicieran, siquiera en parte, realidad.

Así que ahora resulta que González o Zapatero son excrecencias del IBEX 35 y no sé cuántas mafias más, y supone una vergüenza condenable que la presidenta de Andalucía se retrate con ellos. Mientras que Pedro Sánchez, ese personaje creado por el aparato del que ahora abomina, es el porvenir. «Ellos son el siglo XX», dijo en Valencia el domingo refiriéndose a los expresidentes de gobiernos socialistas. «Yo soy el siglo XXI», remató escoltado por Alejandro Soler o José Luis Ábalos, por citar solo a dos de sus compañeros de viaje que, según él, encarnan esa renovación. Reconozco no entenderlo, seguramente porque soy un dinosaurio o porque, ay, se me ha apagado la luz. En todo caso, sé que por esta sociedad los que estaban en Madrid han hecho mucho, mientras que los que estaban en Valencia no han hecho nada. Y no me digan que es que, como son el futuro, aún no han podido porque, para lo poco que llevamos de centuria, andan ya todos con la espalda encorvada de derrotas.

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