Camelot se despedirá con una fiesta a final de año y con este cerrojazo diremos adiós a uno de los templos de la música en directo de una provincia ya de por sí escasa de escenarios.

Atrás quedarán veinticinco años de historia, que se dice pronto, en los que ha dado cabida a música y a artistas de todo pelaje y condición. Con mucho mérito si tenemos en cuenta que se ubica en un municipio como Santa Pola, que en verano sí, tiene mucha vida, pero durante el resto del año...

Un desafortunado accidente de tráfico en 2011, que pudo ocurrir en cualquier otro lugar pero sucedió allí, desencadenó el final de las fiestas universitarias que eran el suero que mantenía vivo a este club en los meses del año en los que Santa Pola más bien parece un páramo, al menos culturalmente hablando.

Aquello fue el inicio de su ocaso, apuntillado por los efectos de esta crisis que tanto nos está arrebatando.

Las discotecas, tal y como las conocimos la generación de los treinta-cuarentañeros en esta provincia, son ya -con contadas excepciones- prácticamente historia, muchas de ellas marcadas por el estigma de las drogas y el alcohol asociado, unas veces injustamente y otras no, a determinado tipo de música.

Pero que el árbol caído no nos impida ver el bosque arrasado. Cierran discotecas, como cierran cines y como cierra cualquier otro tipo de negocio. Y la culpa, más allá de la falta de apoyo institucional denunciada por los dueños de Camelot (¿realmente tiene que tenerlo, más allá de garantizar la seguridad del tráfico y las personas en la zona?), es en gran parte de los "nuevos" hábitos de consumo de los clientes.

Unos clientes -no todos, pero sí muchos y que hacen demasiado "ruido"- que optan por el botellón en el parking (o donde sea) en lugar de consumir con prudencia y moderación una copa mientras se disfruta del concierto en vivo. Unos clientes que han transformado el ocio en algo peligroso, para ellos mismos y para los demás, y nada rentable para quienes lo promueven.

Con gente así -insisto en que no se sientan aludidos los justos por los pecadores- ni la fortaleza de Camelot es capaz de resistir. Si el rey Arturo levantara la cabeza, ahí donde aún está su reino independiente se encontrará en breve un supermercado.