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Trenzado con aires renovados en Elche

Jóvenes y mayores recuperan esta técnica que antaño se usaba para elaborar útiles del campo y hoy se explota en la decoración

Usuarios del taller municipal de trenzado del esparto con sus creaciones en Elche. Matías Segarra

Quienes piensen en elarte del esparto, probablemente tendrán en mente los tiempos en los que las mujeres se sentaban en la calle o en sus parcelas del campo para hilar cuerdas kilométricas con las que elaborar los aperos del campo, desde morrales para los animales a sombreros para protegerse del sol.

No obstante, esta técnica que hasta hace unos pocos años parecía condenada a la desaparición, vive un nuevo auge, no solo como elemento simbólico o nostálgico de épocas pasadas, si no como un elemento que nuevos artistas usan para crear piezas originales para decorar desde lámparas hasta alfombras. Estos elementos, se fusionan con muebles retro y su aspecto rústico da lugar a creaciones desenfadadas.

Maite Garrido es una estudiante de Bellas Artes, afincada en Elche que ha descubierto su «material fetiche», tal y como ella lo denomina. Como tantos otros iniciados en el arte de trenzar esparto, su pasión surgió después de ver los servilleteros que lucían, olvidados, en la casa de su abuela, ya sin uso.

«Me pareció que lo que vi en casa de mi abuela era una metáfora de lo que le estaba pasando al trenzado del esparto. Mucha gente lo admira, pero pocos le dan uso, y es una pena. Así que me puse manos a la obra para aprender». No le fue fácil buscar a una profesora y tuvo que ir a un pueblo de Murcia donde la abuela de una amiga la recibió con gusto para enseñarle, primero a trenzar y luego a crear. «Primero aprendí a unir tres cuerdas, luego cinco, luego siete, así hasta trece, con las que salen unas madejas más anchas y fáciles de manejar. Luego, mi imaginación hizo el resto». Ahora Garrido hace piezas de decoración, sobre todo marcos para espejos o, incluso, peticiones a la carta. «La más difícil que me pidieron fue una cabeza de ciervo, como si fuera un trofeo de caza. Quedó muy bien, pero me llevó más de un mes hacerla», comenta. La artista distribuye sus obras, sobre todo a través del comercio online, pero también ha vendido creaciones a tiendas locales donde aprecian su habilidad artesanal y a las que vende, sobre todo, jarapas y aperos del campo. La juventud recobra el espíritu del reutilizar y de usar los productos y materiales asequibles y baratos.

Talleres repletos

Elche tiene, dentro de los talleres municipales de los centros sociales, uno dedicado al trenzado del esparto. Cada viernes por la tarde, en el centro social de San Antón, durante dos horas el instructor, Ángel, y dos decenas de usuarios aprenden a trenzar el esparto y crean desde soportes para la cafetera hasta amplias alfombras. A medida que avanza el curso, mayores y más complejas se tornan las creaciones. Jóvenes y mayores se entremezclan en estos talleres, con motivaciones distintas. Desde el ocio puro y duro, pasando por la nostalgia o el hecho de mejorar las habilidades artísticas de cada uno. «Este año se han quedado 30 personas en lista de espera para acceder al taller, cada año son más», afirma el instructor.

El esparto ya no es el material que era. Cuando estaba casi a punto de extinguirse el viejo oficio de espartero, nuevos maestros han surgido para volver a poner en alza este arte de estirar lo mínimo para aprovechar lo máximo.

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