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Un piso de oportunidades

Cooperadores Salesianos gestiona un proyecto de emancipación para jóvenes en riesgo de exclusión

Los jóvenes de Casa Mamá Margarita gestionan su tiempo para compaginar las tareas domésticas y el estudio. sergio Ferrández

En la actualidad hay multitud de jóvenes que se encuentran en riesgo de exclusión social. Parte de ellos residen en centros de menores o acuden a fundaciones no gubernamentales. No obstante, lo que para unos es una ventaja, para otros pude suponer un problema. Y es que, en estos casos, cumplir la mayoría de edad significa dejar de estar tutelados por la Administración pública, lo que puede suponer abandonar a su suerte el futuro de dichos jóvenes.

Esta necesidad también se trasladaba a Elche, por lo que en el año 2007, comenzó a florecer la Casa Mamá Margarita, ideada por los Salesianos Cooperadores de la ciudad. Un plan de educación preventiva que se basa en un proyecto de piso de emancipación para jóvenes en riesgo de exclusión social.

En Elche hay tan solo un piso de emancipación, donde pueden llegar a convivir hasta seis jóvenes. Desde su fundación han pasado ya 39 personas, de los cuales cuatro se titularon y encontraron trabajo. Este proyecto, que se encuentra bajo el amparo de la Fundación Solidaria Ángel Tomás, trabaja en red con los centros de menores de Elche, Cáritas y Elche Acoge, entre otros, que les suelen derivar los jóvenes. Dicha fundación también gestiona cuatro pisos de emancipación más, tres en Valencia y uno en Alicante. Además, el proyecto suele contar con la financiación de la Conselleria de Bienestar Social.

María Teresa Castells, coordinadora del proyecto y del grupo de Salesianos Cooperadores de Elche explicó la relevancia de esta iniciativa: «Cuando salen de los centros de menores, muchos no saben cómo desenvolverse socialmente, la mayoría son inmigrantes y no conocen esta cultura, por lo que no se trata solo de alojamiento y comida gratis, se pretende dar un plan educativo, ofrecerles una oportunidad para trabajar o estudiar».

Por ello, ocho voluntarios y un educador, trabajan conjuntamente con la coordinadora para poder gestionar el proyecto. Y es que, aparte de la cuestión educativa, «aprenden a convivir en un piso compartido, fomentando la tolerancia y la interculturalidad y enseñándoles a tener conciencia de futuro», como señaló la coordinadora. Por ejemplo, «todas las semanas reciben un dinero, que deben aprender a administrar y pueden solicitar la ayuda que deseen», como señaló Castells.

«En mi caso como ya había cursado el graduado, me ofrecieron varias opciones de formación, explicándome cuáles tenían más trabajo. Por ese motivo, decidí realizar un curso de grado medio en Mecanizado y actualmente tengo trabajo de mi profesión», recordó su experiencia Abderramán, uno de los jóvenes que ya ha pasado por el proyecto de emancipación. «En la casa hay normas domésticas, que se supervisan, pero nadie vive con nosotros. Los voluntarios venían a darnos las clases que necesitábamos y podíamos pedirles apoyo de lo queramos como inglés o matemáticas. Por su parte, el educador casi todo los días tiene una cita con uno de nosotros, y es quien nos enseña a llevar las tareas del día, nos acompaña a realizar algún trámite a la Seguridad Social, nos enseña a pedir una cita o nos dice cómo hacer y entregar un currículum», recordó Abderramán, que está muy agradecido por la experiencia y aseguró que «se forma una familia con el resto de compañeros que han pasado por el piso», pero sobre todo destacó que «sin esta oportunidad cree que no tendría un trabajo».

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