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Por el cierre del aeropuerto

«Atrapado» en Burkina Faso

Un ilicitano vive desde primera línea el golpe de estado en el país africano cuatro días en un hotel

«Atrapado» en Burkina Faso

«No vi peligrar mi vida, pero tampoco sabía si todo podría cambiar al día siguiente», recuerda Diego García De Paredes Sempere. Un ilicitano que vivió desde primera línea el golpe de estado que paralizó Burkina Faso hace dos semanas.

Retenido en la ciudad durante cuatro días por una orden militar que acabó con el cierre del aeropuerto, el ingeniero de Telecomunicaciones se ha llevado consigo una experiencia que guardará en su memoria para toda la vida.

«Cuando escuché que había muertos, que teníamos un toque de queda y oí tiros para dispersar desde la piscina del hotel, temí que los militares pudieran entrar y se complicara todo», afirma.

No era la primera vez que viajaba a África por motivos de trabajo para vender equipos de telecomunicaciones en países que han empezado a expandir sus redes tecnológicas para mejorar la conectividad de la red. Sin embargo, lo que todo empezó siendo un viaje de negocios, acabó convirtiéndose en un susto.

El 16 de septiembre Diego se disponía a tomar un avión desde Burkina Faso hasta Niger cuando escuchó por la tele que acababa de producirse un golpe de estado y que habían secuestrado al presidente. «Empecé a ponerme nervioso, pero tenía que actuar. Tuve problemas para contactar con la embajada porque no tenían actualizado el teléfono, y, finalmente confirmé que mi vuelo se mantenía».

Sin embargo, tras sufrir más de ocho horas de retraso y una vez que dejó las maletas y realizó la facturación, los soldados clausuraron el aeropuerto y el ilicitano, junto al resto de los pasajeros, tuvo que quedarse en tierra.

«Nos dijeron que por precaución debíamos quedarnos en el país y a los europeos nos trasladaron a un hotel hasta nueva orden», relata.

Así, con una ciudad abatida por el levantamiento militar, con el humo negro y las barricadas visibles desde la azotea del complejo hotelero, el ingeniero se vio envuelto en un auténtico apuro.

«Miedo no llegué a tener, pero sí mucha incertidumbre porque no sabía cuando iba a salir del país. La luz fallaba de vez en cuando y también las telecomunicaciones. Apenas llegaban noticias de lo que verdaderamente estaba pasando, tenía información gracias a los compañeros franceses que estaban allí», revela. Por ello, con el inicio de la huelga, comenzó a hacer acopio de agua y algo de comida para prepararse ante cualquier complicación.

De esta forma, finalmente al cuarto día, Burkina Faso abrió durante 24 horas el aeropuerto y Diego decidió volver a Elche y cancelar su viaje a Niger para estar con su familia, con la que había mantenido contacto desde que quedara atrapado en el país africano. «Pienso volver cuando llegue la calma, porque me trataron muy bien y la gente de allí es muy pacífica. Cuando viajas a este tipo de países sabes que puedes tener riesgo de sufrir algo así, pero nunca te lo llegas a creer», señala.

De hecho, sin ir más lejos, Diego también lleva a sus espaldas otra historia para el recuerdo. Aparcó su coche en la planta de arriba del lugar donde estalló la furgoneta bomba en la T-4 del aeropuerto Madrid Barajas en 2006.

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